
Raciones maxi a precios mini, esa es la atractiva oferta de estos restaurantes que suelen estar tan llenos como sus platos. Su fórmula ganadora tiene tres factores: comida tradicional, barata y abundante
23 may 2025 . Actualizado a las 05:00 h.La gastronomía gallega es sinónimo de calidade. Aquí tenemos producto fresco, recetas tradicionales y un sabor que conquista paladares. Sin embargo, en estos tiempos donde todo parece que está más caro, cada vez resulta más difícil encontrar lugares donde disfrutar de esa cocina de casa sin que tiemble la cartera. Y ahí es donde The Breen’s Tavern marca la diferencia en A Coruña. Es un establecimiento en plena plaza de María Pita que combina ubicación privilegiada con precios competitivos, sin renunciar a la abundancia ni al sabor.
Aunque su nombre pueda hacer pensar en una taberna irlandesa más, The Breen’s Tavern tiene el alma profundamente gallega. «El nombre viene del segundo apellido de la madre de los dueños, que es irlandesa», explica Daniel Vázquez, encargado del local. «En la decoración hicieron una especie de taberna irlandesa para rendir un homenaje a la familia».
Más allá de ese guiño, el protagonismo en la carta lo tiene Galicia. Las croquetas de pulpo a la mugardesa o el raxo —en su versión clásica o con salsa de queso azul— son las estrellas indiscutibles. «El queso azul lo suavizamos para que guste a todo el mundo. Es uno de los platos que más se vende», cuenta Vázquez. Y si de croquetas se trata, las de jamón, completamente caseras, vienen en raciones muy abundantes, de 32 unidades por 12,50. «Es una ración muy generosa. Están muy buenas, pero quizás tu sistema cardiovascular no opine lo mismo [ríe]», afirma.
Esa política de raciones abundantes a precios ajustados ha hecho de The Breen’s Tavern un favorito tanto para turistas como para vecinos de A Coruña. «Los turistas, sobre todo los que vienen en crucero, se sorprenden. Están acostumbrados a los precios de su país, que son bastante más caros. Aquí, por menos de 10 euros, pueden tomar dos tapas y dos cañas y salir comidos. Les encanta», dice Vázquez. Pero el objetivo del local va más allá del turismo ocasional. Su verdadera clientela es la gente del barrio y los trabajadores de la zona: «Queremos que la gente vuelva, incluso en el peor día de invierno. Por eso cuidamos la calidad, la cantidad y el precio», añade.
Tanto es así que The Breen’s Tavern ha sabido ganarse una clientela fiel que incluye a los trabajadores del Ayuntamiento coruñés y también a los equipos de gobierno, sean del color que sean: «Aquí no hacemos distinciones. Queremos que todo el mundo se sienta como en casa y que venga», concluye Daniel.

HASTA LLENAR EL PLATO
La Raxería San Marcos, en Santiago abrió a mediados de los 80, cuando volar en avión todavía era un privilegio o una obligación para unos pocos, y el Camino de Santiago se podía considerar un fenómeno más pintoresco e histórico que un imán para los caminantes. Tampoco había autovías, y las cercanas sedes de las televisiones estatal y autonómica acababan de asentarse. Por aquellos lares fue haciéndose un nombre este bar de carretera que hace honor a su emplazamiento y que está más próximo al Monte do Gozo que a Lavacolla. Cambió de gerencia en la década pasada, pero no de espíritu, porque Javier Suárez, que ya trabajaba allí, y su mujer, Beatriz Veiras, siguen haciendo de las raciones generosas su bandera, tocando dos palos esenciales de la gastronomía gallega: el pulpo y el raxo. Tienen más opciones, pero el cliente manda: «Los hay que vienen todos los días, y todos los días comen pulpo. Yo me pregunto ¿no se cansarán? Pero no», indica Beatriz.
Lo de las cantidades es algo que tienen automatizado, pero de vez en cuando, si hay una incorporación en la cocina o en sala, tienen que recordar cuánto deben poner por ración. «Es muy fácil. El plato de madera de toda la vida para el pulpo tiene que estar lleno, y que incluso rebosen algunas piezas por encima. Y el que lo quiera con cachelos, se los ponemos aparte», indica haciendo una crítica velada a los locales que mezclan todo y acaban dejando el pulpo en un papel secundario. «Y lo mismo ocurre con el raxo. Tenemos unas cazuelas, y Puri, en cocina, ya sabe que hay que cubrirlas bien», insiste Beatriz.
En la Raxería San Marcos saben que con las cantidades de sus raciones no hay queja. Y con el precio tampoco. El pulpo está a 15 euros (2 más con cachelos) y el raxo a 11. Pero también son conscientes de que hay trabajadores, peregrinos y usuarios del aeropuerto que llegan solos y a los que se les puede hacer mucho, de ahí que hayan optado por hacer dos versiones más adaptadas: la media ración de pulpo (9,5 euros) y la tapa (6 euros); y la media de raxo, a 6,5. Son precios difíciles de encontrar en la hostelería compostelana, pero también hay que defenderlos, y en ocasiones no es fácil. Lo pasaron mal con las incomprensibles subidas que sufrió el octópodo hace unos años —«nunca nos lo explicaron muy bien»— y ahora llevan tiempo expuestos a la inflación, pero son conscientes de que los ajustes de precios tienen que ser contenidos «para que la gente siga viniendo». O dicho de otra forma, la cantidad no se negocia.

CALLOS Y COCIDO A DIARIO
Comer un buen plato de callos y otro completo de cocido le sale al cliente del restaurante O Cordobés de Razo, Carballo, por 13 euros. E incluye el postre, el pan y la bebida. Es el menú diario que ofrece, con más opciones, de lunes a viernes. Lo cierto es que este local en primera línea de playa sirve otras muchas raciones muy generosas y a precios asequibles en su carta. Y pinchos gratis, ricos y asimismo copiosos con las consumiciones, sobre todo al mediodía y en temporada baja, pues en verano no dan abasto. Por ello tiene la fama en Bergantiños de ser un establecimiento al que uno tiene que ir, al menos, una vez en su vida. Comida casera y con producto de la zona, y una trayectoria familiar de medio siglo y dos generaciones, casi nada.
Son cuatro hermanos y los cuatro, de una manera u otra, están vinculados al negocio. Susana Fraga Ures desvela el secreto del éxito. No es otro que su padre, José Fraga Varela, conocido, precisamente, por O Cordobés. De hecho, le puso ese nombre al bar por este motivo. «Nos anos 60, traballaba na compañía de buses Finisterre e levaba aos obreiros á Coruña. Tiñan que estar ás 8 en punto alí, e el adiantáballe aos coches, e os usuarios da liña berrábanlle “ole, ole”. Ademais, levaba o sombreiro de palla, e por aquel entón era o momento de El Cordobés co salto da ra, e quedoulle o nome», relata su hija.
Tiene 85 años, pero le encanta seguir de cerca el día a día en el restaurante. Por ello le gusta mantener lo que ya es tradición en el bar. Además, fue muy previsor, ya que vio venir a los turistas «e montou no pallote a cantina para miña nai, e cada vez que foron gañando, foron ampliando».
El miércoles es el día del churrasco de cerdo, uno de los platos estrella del menú diario. En esa jornada también ofrecen caldeirada de merluza, abadejo y rape. Y el viernes, destaca el bacalao en caldeirada. Ensaladilla, fideuá, pollo frito o caldo son otras posibilidades. «É raro que pidan para repetir porque sempre sobra. De feito, quéreno compartir ou piden a metade, pero só o ofrecemos completo», apunta Susana Fraga.
Entre las raciones, triunfan el raxo y los calamares con patatas fritas. Cada una cuesta unos 12 euros y da para dos personas. Pero también tienen pulpo á feira, bocadillos y hasta un delicioso bogavante con arroz, aunque bajo reserva previa.
A tener en cuenta, que abren todos los días del año. Entre los pinchos destacan las rabas de calamar o la oreja.

DE MENÚ O A LA CARTA
De menú o a la carta. En la parrillada Éche o que hai, situada en Santa Cruz de Arrabaldo (Ourense), la ración por persona es siempre la misma y nadie se queda con hambre. La propietaria es Lourdes Chao y con ella trabaja su marido, Manolo Varela. Ambos compraron la casa en donde ahora se encuentra el restaurante al que acuden, como afirma la dueña, muchos obreros que necesitan comer bien para tener energía. El menú, por trece euros, incluye un primero, un segundo, el postre, la bebida, el pan y el café. Las opciones son muchas. Se puede empezar con unas lentejas, una ensalada de pasta o espaguetis para seguir con un churrasco de ternera, merluza o secreto. De postre ofrecen flan de queso o de café, ambos caseros, y también se puede optar por todo tipo de helados. Todo bañado con una bebida y un café. Además, como subraya Lourdes, del pan: «Está buenísimo, es de aquí, de Santa Cruz, de Ponte do Val». En Éche o que hai, que se llama así por la célebre frase de Shin Chan, apuestan por la comida tradicional sin mucho artificio: «Se a carne é boa, cun pouco de sal basta».
A lo largo de la semana van variando el menú, siempre pensando en sus clientes habituales. «Necesitan forza para traballar. E por iso cada día imos metendo comida variada: un día cocido, outro bacallau ou polo asado. Mañá mesmo, robaliza», relataba Lourdes sobre el menú de esta semana. Y eso es lo que esperan los comensales: salir con la impresión de haber comido bien, tanto en calidad como en cantidad. «As racións son sempre iguais. Ás veces os que xa nos coñecen pídennos que non botemos tanto e facémolo, pero normalmente pomos a ración completa, non temos media», explica.
Éche o que hai abre de lunes a sábado, el domingo descansan. Dejaron el horario que habían establecido cuando se estaba construyendo, a pocos metros, la AG-53 y por el restaurante paraban decenas de trabajadores. Tras diez años abierto, el local pasó por diferente etapas, con una crisis económica y otra pandémica que hicieron tambalear el negocio, pero se ha mantenido y ahora, afirma la propietaria, pasan por una buena época. «Cremos que o máis importante para nós é o boca a boca. A xente coñece o que facemos e recoméndao», subraya.

A LO GRANDE
En la Fonte do Rei, en Lugo, se come a lo grande. A lo grande es también el restaurante, que en realidad son dos, situados en la avenida de Madrid y separados solo por unas decenas de metros. El primero, que se llama Fonte do Rei, abrió hace 36 años; el segundo, Fonte do Rei 2, tiene 23 años a sus espaldas. En ambos rige el mismo precepto: prohibido entrar con poco apetito, porque se come mucho y bien.
Las carnes son de origen gallego, como explica Jesús López, uno de los responsables del negocio. Las parrilladas no tienen secretos en su presentación: carne de cerdo y de ternera, chorizos criollos y chorizos del país, sin que falten las patatas fritas. Los cocidos, que tienen su temporada en invierno, son todo un espectáculo por su variedad de carne vacuna y porcina —incluido el butelo, propio de A Fonsagrada— y por la originalidad de presentar la sopa de fideos acompañada de garbanzos. Más allá de los matices, una cosa está más que clara: las raciones son más generosas y una muestra clara de que lo bueno no tiene por qué estar reñido con lo abundante. Si se cambia la tierra por el mar, las parrilladas de pescados tienen unos ingredientes fijos —lubina, rodaballo y rape o merluza— y una generosidad en su presentación que no es apta para inapetentes.
No hay trampa ni cartón en la presentación ni en la elaboración. Jesús López, uno de los responsables, explica que hay sitio para los gustos de unos y otros: «Unha cousa é a cociña galega de toda a vida, e outra cousa son as cociñas modernas. Son cousas distintas», dice. Sin hacer una encuesta que avale la impresión, es fácil suponer que los comensales que acuden a cualquiera de los dos locales aceptarían ser considerados poco modernos a cambio de seguir gozando con las sabrosas y abundantes raciones que se les ofrecen.
Elaboraciones de cuchara propias del invierno, como los caldos y los potajes, son otra muestra de buenos primeros platos que llegan humeantes y generosos a la mesa. En verano, cuando los lucenses emigran temporalmente a las playas, los dos restaurantes suelen llenarse con turistas y no acusan el éxodo. Jesús López explica que los visitantes agradecen que en Galicia se come por menos precio que en otras comunidades. Lo que seguramente agradecen también es que las raciones se sirven con generosidad y que tras vaciar el plato pueden llenarlo otra vez.