McIlroy para frenar a Spieth

antón bruquetas REDACCIÓN / LA VOZ

DEPORTES

Andrew Redington | AFP

Los dos jugadores del momento se emparejan hoy en el inicio del PGA Championship

13 ago 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Jordan Spieth consumió sus últimas horas antes de entrar en acción en Whistling Straits (Kohler, Wisconsin, EE.UU.), el campo que acoge el PGA Championship, el último major de la temporada, apostando con Phil Mickelson y Rickie Fowler en una partida de 18 hoyos. Spieth, ganador en Augusta y el US Open y cuarto en el British, formaba pareja con Justin Thomas. Es la manera que a Mickelson le gusta de practicar antes de los grandes torneos, al veterano le encanta poner bajo presión a los jóvenes talentos, y Jordan Spieth, el hombre del momento, le empieza a coger el punto a este tipo de entrenamiento. Pero hoy (20.00 horas, Canal+ Golf) a orillas del precioso lago Michigan no le espera un recorrido tan idílico y distendido como su último paseo junto a tres colegas de profesión. Tendrá a su lado a Zach Johnson, el reciente ganador en Saint Andrews, y Rory McIlroy, el número uno del mundo, que regresa a la competición después de haberse perdido el British por una rotura de ligamentos en el tobillo izquierdo mientras disfrutaba de una partido de fútbol con amigos. Para muchos, una temeridad. Para él, un desahogo.

De vuelta a la acción, McIlroy se esforzó durante las últimas horas en tratar de disipar cualquier duda sobre su estado físico. Por eso compartió en sus redes sociales vídeos en los que se le ve ejecutando ese swing fluido y natural que, entre otras virtudes, le ha hecho llegar hasta la cima. «Mi tobillo está al cien por cien y mi juego, bastante bueno», declaró ayer el mejor golfista del planeta que quiere evitar cerrar una temporada en blanco.

Para ello, tendrá que lidiar con un campo complejo, plagado de bunkers -hasta 1.000 están catalogados en Whistling Straits-, algunos de ellos prácticamente imperceptibles para el público e incluso para los jugadores, porque no son el típico agujero repleto de arena, donde la bola se sumerge hasta el infinito. Esta peculiaridad le quedó grabada a fuego a Dustin Johnson en el 2010, la última vez que el PGA Championship se disputó en el campo diseñado por Pete Dye. El de Carolina del Sur protagonizó uno de los finales más difíciles de digerir de la historia del golf. Con tan solo 25 años, después de llegar como colíder al último hoyo, solo precisaba un par para forzar un playoff con Bubba Watson y el finalmente ganador Martin Kaymer. Su salida en el 18 no fue buena. El ligero viento que soplaba de izquierda a derecha acabó desplazando la bola de la calle y la dejó en una zona donde se había situado numeroso público. «No me parecía un bunker en absoluto», rememoraba Johnson estos días. «La gente no se sitúa en un bunker para ver un torneo», recalcaba. Pero lo cierto es que ese punto del recorrido, mezcla de hierba y algo de arena, sí figuraba como bunker para la organización.

Sin ser consciente de ello, Johnson tocó el suelo con el palo dos veces antes de golpear la bola -lo que supone una penalización de un golpe por cada ocasión en que el palo impacta contra el suelo- y devolverla a un lugar desde el que poder aproximarse al green con suavidad. Aquel comentado incidente derrumbó las ilusiones de Johnson, quien, tal vez, pueda redimirse este año en el que está desplegando un juego sólido y afilado. De hecho, desaprovechó otra oportunidad de jugar el desempate con Spieth en el US Open por un nefasto put en el 18. Muchos expertos creen que es el mejor jugador del circuito que todavía no tiene un grande. ¿Le habrá llegado la hora?

Ni siquiera Tiger confía en ver al mejor Woods, pero sí espera hacer el corte

Tras unas vacaciones en las Bahamas, Tiger Woods mostró algunos destellos de su antiguo juego en el torneo de Gainesville. Pero el estadounidense, ganador de 14 majors, viene de quedar afuera del corte en los dos últimos grandes torneos por primera vez en su carrera y espera que en Whistling Straits todo vuelva a su cauce y esté entre los mejores. Aunque ahora Woods es realista y reconoce que será difícil ver su mejor versión, aquella que dominó con puño de hierro el golf mundial durante una década. Su juego está lejos de ese listón y en el que será su último grande antes de cumplir 40 años solo espera progresar.