
Sin el Sevilla. Sin el Valencia. Sin el Atlético. Sin el Real Madrid. Sin el Barcelona. Sin el Villarreal. Sin ninguno de los 6 equipos con mayores salarios. Adiós a los grandes y gloria eterna a los más modestos. Porque el fútbol ni empieza en La Castellana ni termina en Les Corts. Es mucho más grande. Es disfrutar con un Superdépor bajándoles los humos. Es gozar con un Alcorconazo. Es deleitarse viendo a un Figueres, un Novelda o un Gramanet pasándole la mano por la cara a esos que van de azulgrana. Es sentir que nadie es intocable. Que todo es posible. Que no hay barrera infranqueable por alta que parezca.
Mirandés, Granada, Athletic y Real jugarán unas semifinales que deben servir de ejemplo para todos aquellos que no se atrevan a soñar con lo imposible. Porque fueron los grandes quienes obligaron a poner fin a las eliminatorias a partido único de la Copa hace una década, cuando se cansaron de recibir bofetadas de los humildes. Veremos si ahora Rubiales tendrá el aguante suficiente como para mantener el formato que, sin duda, es el favorito de los aficionados.
Y más teniendo en cuenta que la actual Copa es una ventana abierta a la Supercopa, esa que se ha convertido en un maná de millones después de que el fútbol español se prostituyera a la dictadura saudí. ¿Qué pensarán los jeques cuando por su negocio se cuele con merecimiento un Mirandés, un Getafe o un Granada?
No hay sensación más maravillosa que ver a un poderoso hincar la rodilla sobre un humilde. Y por eso es de celebrar que, como ya ocurriera en el 2003, los grandes digan adiós a una Copa a la que siempre han mirado con soberbia. Por ellos. Por nosotros. ¡Adiós a los grandes, adiós!