El centrocampista japonés, el único que aguantó los noventa minutos por delante de la frágil zaga de cinco, movió con criterio al Dépor y generó las acciones de mayor peligro junto a los destellos de Çolak
15 jun 2020 . Actualizado a las 05:00 h.Impotencia, sacrificio, solidez y errores groseros. La (a)normalidad disfrazada es casi idéntica a la vida misma de hace cuatro meses. Por desgracia.
Faltó el bullicio natural de la grada; pero, como había apuntado Fernando Vázquez, no todos echarán de menos ese jaleo. Las restricciones propias de una emergencia sanitaria aliviaron la tarde a Abdoulaye Ba, estrenado sin murmullos. No hubo nadie en la grada para hacer memoria y reconocer en el senegalés a aquel que cinco temporadas atrás regaló un gol y un penalti vistiendo la camiseta del Rayo. Cerca anduvo el central de aportar un par de recordatorios como detalle para quienes lo seguían por la tele, pero el Sporting dilapidó las contras en superioridad que obsequió por su inauguración el zaguero.
La defensa tumultuosa que emplea el Dépor del último inquilino en el banquillo maquilla varias de las lagunas de sus miembros; hasta un límite. El rímel se corrió pronto y en cuanto los nervios y la desorientación de Ba se propagaron a Montero, poco antes del primer alto para el refrigerio, el anfitrión perdió su sistema de arranque. Peru salvó la cara porque alternó malas entregas con anticipaciones sanadoras y alcanzó una tasa de participación tan alta —el futbolista que más veces tocó el balón durante el duelo— que le dio para brillar entre tanto compañero dedicado a hacer la estatua.
Amilanados por falta de ritmo y la inminente acumulación de encuentros, varios jugadores se dosificaron al máximo. Salva Ruiz inutilizó el carril izquierdo y Bóveda abrevió sus arrancadas por el derecho. Apenas se registraron incursiones hasta línea de fondo, indispensables cuando tus puntas se alimentan de buenos centros. Sustento exclusivo de Beavue y Santos.
A Merino le queda el recurso de los balones filtrados al espacio; arte para el que los coruñeses solo contaban con los destellos de Çolak y la regularidad de Gaku. En un duelo propio de finales de julio en un verano cualquiera, solo el japonés fue capaz de adelantar sus prestaciones mes y medio. Mientras varios colegas pasaban de puntillas por el choque, él reclamó el cuero para enviarlo a cualquier lugar descongestionado del campo o transportarlo en conducción, puerta a puerta. Aguantó en la tarea los noventa minutos, con Vázquez refrescando sin éxito su compañía. Fue el único sin relevo de entre quienes se movieron por delante del endeble muro de cinco, la única luz todavía prendida tras el estado de alerta.