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Equilibrio. Lo que tantas veces la ha faltado esta temporada al Atlético de Madrid, lo encontró Simeone en la puesta en escena de la eliminatoria ante el Manchester United. Está claro que el equipo se siente más cómodo siendo martillo, cuando consigue incomodar y desactivar al rival. Y lo logró del minuto 1 al 45. Después mandó menos.
Con tres centrales, entre ellos Reinildo, más liberado para subir al ataque, Lodi disfrutó por el carril izquierdo. Kondogbia fue una escoba por delante de la zaga, bien secundado por Herrera. Marcos Llorente, con compañeros a la espalda, pudo pensar más en llegar que en volver. Y arriba se juntaron los dos futbolistas de más talento, Correa y João Felix. En la primera mitad el conjunto colchonero apenas progresó por su costado derecho. Por el otro, Lodi hizo mucho daño. Un centro suyo, magistral, fue cabeceado por João Felix a la red en un ejercicio de precisión quirúrgica, a la hora de medir los pasos, saltar y cabecear. Otro centro, cerca ya del descanso, acabó en un extraño remate que se fue al larguero. Simeone armó un once no muy creativo, pero sí muy incisivo, que recuperó muchos balones y empujó.
Quizás era escasa la renta en el intermedio, a la vista de lo que poco que había hecho el Manchester, absolutamente desdibujado. Los ingleses vivieron muy lejos de la portería de Oblak. No supieron contrarrestar el gran trabajo local en la presión.
En la segunda mitad el Atlético ya no consiguió robar tan rápido ni tantas veces. El United incrementó el tiempo de posesión de balón, sin apenas ideas. Pero tiene más talento individual y le valió un solo desajuste para empatar. Bruno Fernandes trazó con al escuadra, el joven Elanga resolvió en el mano a mano con Oblak.
Al Atlético le costó un esfuerzo descomunal marcar y mandar en el marcador hasta el minuto 74. Al Manchester le bastó un chispazo para equilibrar. Y le acompañó la suerte con los palos, uno en cada mitad, el segundo hacia el final, en un gran golpeo de Griezmann. Poco premio para unos, muchos réditos para los otros.