Acusaciones de violación en el fútbol: ¿qué revelan?

Alberto del Campo Tejedor

DEPORTES

HENRY ROMERO

Casos como el de Dani Alves o la investigación a Achraf Hakimi suscitan la indignación de quienes consideran el fútbol como el último reducto de machismo y misoginia

28 feb 2023 . Actualizado a las 18:41 h.

El jugador del PSG Achraf Hakimi ha sido acusado de violación. Se une así a una lista que incluye a Dani Alves o al futbolista del Manchester City, Benjamin Mendy. Casos como estos suscitan la indignación de quienes consideran el fútbol como el último reducto de machismo y misoginia. Se argumenta que muchas agresiones sexuales no reciben una sentencia condenatoria porque, como ocurrió con Cristiano Ronaldo, la víctima llega a un acuerdo económico con el jugador, que puede comprar su silencio.

Al mismo tiempo, estudios llevados a cabo en torno a juicios por violación en que estaban involucrados deportistas famosos concluyeron que esos casos sirvieron también para activar discursos exculpatorios. Así, se traen a colación estereotipos como la «mujer depredadora» que espera tras cada entrenamiento para seducir a cualquier jugador, la que acude a fiestas con el mismo propósito y la que se inventaría cualquier episodio con un futbolista, incluyendo una falsa agresión sexual, con tal de hacerse famosa u obligar al jugador a negociar una indemnización.

Las agresiones sexuales presuntamente protagonizadas por futbolistas evidencian la disparidad de opiniones que suscita la cuestión de la violencia y el género. Algunos creen que se magnifican estas noticias por parte de quienes están interesados en promocionar una determinada ideología feminista. Y que, en la mayoría de casos, los futbolistas son absueltos, como ha ocurrido con Benjamin Mendy —exculpado de seis cargos de violación— o Rubén Semedo, también declarado inocente de una acusación de violación en grupo.

Por el contrario, algunas investigaciones han encontrado relación entre la violencia sexual y ciertos deportes. La antropóloga Peggy Reeves Sanday descubrió que las violaciones a mujeres aumentaban en contextos donde concurrían tres factores: prácticas agresivas admitidas y fomentadas, dominio masculino y separación de los sexos. El fútbol tendería a promover la idea entre los propios deportistas de que, igual que hay que emplear la agresividad para conseguir los logros en la cancha, también fuera de ella se requiere de algún tipo de fuerza para satisfacer el deseo.

Por otro lado, supondría un contexto de hipermasculinidad en que el modelo de virilidad se construiría en oposición al niño, al homosexual y a la mujer. Hay pocos lugares y profesiones en los que los varones vivan casi todo el tiempo entre los de su propio sexo. El deporte consagraría un régimen de segregación. La última persona que podría entrar en un vestuario sería alguien del sexo opuesto.

Cosificación de la mujer

Algún exfutbolista me comenta que se ha salido de un grupo de Whatsapp con excompañeros de profesión porque los hay que no hacen más que enviar videos pornográficos todo el día. Que la mujer sigue siendo cosificada como objeto sexual lo prueban los datos de consumo de Youporn. Se podrá pensar que en parte de la sociedad prima aún una concepción de la sexualidad insana. Pero ello no quiere decir que esos futbolistas sean potenciales violadores.

Ahora bien, para el jugador que ha mamado desde su infancia una cultura violenta y misógina, el fútbol puede contribuir a prolongar y afianzar ciertas ideas machistas, a la vez que se justifican actitudes de intimidación o que, incluso, glorifican ciertos tipos de poder. La conquista sexual se asemeja, entonces, a la subyugación del rival. Si la sociedad les convierte en héroes, pueden erróneamente interpretar que están por encima del bien y el mal y que tienen derecho a adueñarse de lo que les plazca.

Claro que, por otra parte, cualquier debate relacionado con las estrellas de fútbol alentará las disputas menos serenas y avivará similares confrontaciones a las que son frecuentes en relación a la cuestión del sexismo y la violencia de género en cualquier otro contexto. Parece que sobre estos episodios de violencia sexual la gente expresa su opinión con cierta vehemencia y un sesgo no menor que el que aflora a la hora de enjuiciar este fascinante y contradictorio deporte, que revela lo mejor y lo peor de la naturaleza humana.

*Alberto del Campo Tejedor es Catedrático de Antropología Social en la Universidad Pablo de Olavide.