Vicente Sanchís, ex árbitro internacional de baloncesto: «Nunca me intentaron comprar, una vez...»

DEPORTES

Elegido para el Hall of Fame, repasa vivencias, entre ellas el Estados Unidos-URSS que dirigió en Seúl

08 may 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Vicente Sanchís Rosique (Barcelona, 1947) vive en las inmediaciones de Compostela desde principios de los noventa. Es una eminencia del arbitraje, con una hoja de servicios tan extensa como brillante. Entre otras grandes citas, pitó la semifinal olímpica de Seúl librada por la Unión Soviética y Estados Unidos, la final del Europeo de 1995 en Atenas disputada por Lituania y la antigua Yugoslavia y un sinfín de partidos en la ACB, además de finales de Copa. En octubre ingresará en al Hall of Fame de la Federación Española de Baloncesto junto a otros nombres insignes como Fernando Romay, Pau Gasol, Dirk Nowitzki o Laia Palau. Camino de los 76, pasa revista a sus vivencias y sus recuerdos.

—Se puede decir que usted fue cocinero antes que fraile.

—Sí, hasta que rompí el talón de Aquiles. Después de la operación ya no era el mismo y acabé dejándolo. Como jugador, recuerdo un partido con el Hospitalet en el que nos jugábamos el ascenso ante el Breogán y tuve el tiro decisivo. No entró. Estaban de presidentes los hermanos Varela. También fui entrenador.

—¿Haber sido jugador supuso una ventaja a la hora de arbitrar?

—Sin duda alguna. Conoces muchos trucos, conoces el baloncesto y sus raíces, las tácticas, la técnica...

—¿Que usted entre en el Hall of Fame es también un reconocimiento al arbitraje como parte del guion?

—Es que somos deportistas. La gente no se hace una idea de las horas que se le dedican a la preparación física. No sé la cantidad de kilómetros que habré hecho corriendo aquí, en Os Tilos, o cuando estaba en Barcelona, entre Hospitalet y Cornellá. Y el tiempo en el gimnasio. Y la preparación de los partidos.

—Su carrera como árbitro fue meteórica.

—He tenido mucha suerte. Fíjese, en mi segundo año en la División de Honor iba de auxiliar de Andoni Urreizti. Entonces las designaciones se hacían por sorteo puro. No había play off. Barça y Madrid llegaron empatados a la última jornada. El partido se jugaba en Barcelona y nos tocó. Ese partido, tan pronto y siendo catalán.

—Me puedo imaginar cómo fue aquella semana.

—Dudo que imagine la semana que pasé. No se la deseo a nadie. Tenía a todo el mundo encima. Mi hermana me ponía un papelito en la puerta de la habitación que decía: «Como no gane el Barça, no comes más aquí». En broma, vale, pero... Entonces trabajaba en una empresa, Sandoz, y allí toda la gente era del Barça. A cada paso me decían, Vicente, a ver qué haces...

—¿Y?

—Ganó el Madrid, creo que de 16, e hicimos un buen arbitraje. Al menos nadie se quejó.

—Seguro que tendrá cientos de anécdotas. ¿Cuál le viene a la memoria a bote pronto?

—Un Estudiantes-Real Madrid. Me estaba saliendo un partido fatal. Pitada que hacía, pitada que cagaba. Y me estaba dando cuenta. En un momento, Corbalán se gira y me dice: «Vicente, ¿qué te pasa? ¡Vaya partido estás haciendo!» Y le comenté que tenía toda la razón, pero que estaban de peleas y no ayudaban nada. Y me dice: «Tienes toda la razón, esto se acaba ahora mismo». Cogió el balón, pasó el medio campo y junto a la bombilla se paró, lo puso debajo del brazo y les dijo a todos: «O jugamos o esto se va al carajo. Aquí los árbitros están para arbitrar». Oye, se acabó. El partido fue otro. Ahora ni se habla, solo hay protestas.

—¿Algún otro caso singular?

—Sibilio era un cachondo mental. No se quejaba nunca, pero no paraba de hablar sin dirigirse a ti. Montó un pub en el centro de Barcelona, La Ceniza, y allí coincidíamos árbitros, jugadores del Barça, del Joventut, del Manresa, del Granollers, de los rivales y periodistas los fines de semana después de los partidos.

—¿Y el jugador más difícil pitar?

—Alguno había. Uno que era problemático de arbitrar, Santillana. Costaba llevarlo.

—¿Y cuándo tocaba un Fernando Martín versus Audie Norris?

—Tenían una gran rivalidad deportiva. Al acabar, después de zurrarse en la pista, se iban y tomaban unas cervezas. Disfrutaba, porque sabías lo que había. Era pitar lo que veías. Se agarraban, se empujaban, a veces le decía uno al otro «qué, te he jodido...»

—Si hubiera un ránking de partidos especiales, imagino que la semifinal olímpica de Seúl estaría el primero.

—Era el cénit dentro del arbitraje en activo, y con el tiempo cogió más trascendencia histórica. Una semifinal olímpica, la última en la que Estados Unidos llevó jugadores universitarios. Robinson, Smith, Majerle... Y en la entonces Unión Soviética Sabonis, Volkov, Kurtinaitis... Nos felicitaron los dos equipos. Y el jefe de la delegación americana incluso me regaló su insignia.

—¿Alguna vez lo intentaron comprar?

—Nunca. No sé si viene al caso, pero lo único fue una vez en Italia. Me llevaron a cenar y a la vuelta, pasando por delante de un palacete muy iluminado, el chófer aminoró, o eso me pareció. Y el señor que me acompañaba al hotel preguntó si tenía alguna necesidad más. Le dije que la única necesidad era ir a dormir. No sé que me quisieron decir.

En corto

—¿Cuál es su comida favorita?

—El pan con tomate.

—¿Y la bebida?

—El cava. Si hay un buen vino, también. En Cataluña, el cava más que una tradición es algo natural. El cava solo en el postre es lo peor que hay. Se toma desde el inicio. Y lo ideal es uno normalito en el entremés, dependiendo de la comida un cava seco, y dependiendo del postre un cava dulce.

—¿Supersticiones o manías?

—Supersticiones, no. Manía, pues una que poca gente sabe. He guardado todos los silbatos de cada final que he pitado. Cuando pito una final importante, ese silbato lo rompo, para que nadie más lo pueda volver a utilizar. Ese silbato se acaba con el campeonato.

—¿Qué teléfono tiene?

—Un Huawei.

—¿Y cómo se defiende con las habilidades digitales?

—Muy justillo. Voy tirando con lo que necesito.

—¿Le gusta leer?

—Sí, mucho. Lo que más, intriga y novela histórica.

—En pocas palabras. ¿La política?

—Me interesa mucho, pero llego tarde. Me interesa porque estoy viendo que el país se va a la bancarrota.

—¿El cambio climático?

—También. Solo tiene que vivir en Galicia para comprobarlo. Aquí ha habido meses de abril de llover sin parar.

—¿Guerra en Ucrania?

—Difícil de pronosticar. Las dos partes tienen sus cosas.

—¿Sigue disfrutando el baloncesto?

—No como antes. Es distinto. Y con el cambio en la regla de los pasos lo han estropeado.