
El gallego dejó su carrera como secretario técnico para acompañar a Mendilibar como segundo entrenador del equipo que ganó la Europa League
18 jun 2023 . Actualizado a las 22:38 h.Con 35 años, Francisco Manuel Rico Castro (Portonovo, 1987) sabe lo que es jugar en Primera División —lo hizo 127 veces y marcó 12 goles—, trabajar para una secretaría técnica —se enroló en las del Eibar y el Sporting tras colgar las botas— y ganar una Europa League como técnico ayudante. Lo consiguió con el Sevilla de José Luis Mendilibar, ante el Roma, en el Puskas Arena de Budapest. Tras confirmarse la continuidad del equipo técnico en el banquillo, Rico pasa sus vacaciones junto a su familia en Portonovo.
—El título de la Europa League les ha garantizado una continuidad con la que algunos no contaban.
—Antes de jugar la final se pusieron en contacto con Mendilibar para transmitirle que querían que continuásemos un año más. Quiero entender que, si no la hubiésemos ganado, hubiesen optado por lo mismo porque valoraban nuestro trabajo. Ahora está firmado.
—¿Qué se trajo de Budapest además de la medalla de campeón?
—Para mí en el banquillo era todo nuevo. Recuerdo los nervios antes de empezar y durante la tanda de penaltis. Es indescriptible. Remontamos, así que durante el partido me fueron pasando por la cabeza muchas situaciones. Llegar a una final es algo muy grande, pero si no la ganas, con lo complicado que es, se queda todo en una cuarta parte de lo conseguido. Es así.

—En marzo, cuando le llamó el Sevilla, estaba en su casa. Le había despedido el Sporting dos meses después de contratarlo. ¿Se sintió engañado entonces?
—Tengo mucha confianza con Javier Rico, que era el director deportivo del Sporting. A él también le pilló todo por sorpresa. No me firma como secretario técnico y me paga un salario si sabe que el club se va a vender el mes siguiente. A él lo despidieron también. No me sentí engañado por nadie. Es normal cuando alguien compra un club que quiera poner a gente de su confianza.
—Había dejado su puesto en el Eibar para embarcarse.
—Llevaba años como ojeador. El Eibar me había dado muchísimo. Era un momento complicado para irse, nos estábamos jugando el ascenso a Primera. Pero era una oportunidad muy buena. Quería crecer y me ofrecían en Gijón el puesto que buscaba. La decisión la tomé con todas las consecuencias y no me arrepiento. Fue una pena que no pudiera completar ni el mercado de verano. La vida tiene estas cosas. Si no me hubieran echado, nunca me habría llamado el Sevilla y no hubiese vivido esto. Cuando me cesaron, volví a Portonovo con la idea de seguir preparándome. Iba a ver la liga portuguesa y partidos de Segunda. Había pasado bastante tiempo y no me había llegado nada. Ese día mi agente cambió todo. Fue la leche aquella llamada. Nunca me la hubiese esperado y menos cuando no estaba enfocado en eso.
—¿Qué le dijo su agente?
—Es también el de Mendilibar. Estaban en Sevilla, negociando para firmar. Me preguntó que cómo veía la opción de irme para allá, si había algo que me lo impidiera. Conocía a Mendi de mi etapa en el Eibar. Había sido jugador suyo dos años. Me llamaron a las cuatro de la tarde. A las ocho estaba cogiendo un tren desde Santiago a Madrid y luego un avión a Sevilla. Fue lo más pronto que pude llegar. No pregunté nada, no sabía ni las condiciones. Hice dos maletas y me fui.
—¿Qué le transmitió Mendilíbar?
—Nada más llegar a Sevilla me senté con él. Fue lo primero que hice. Le pregunté qué quería de mí. Le pedí que fuese claro conmigo para intentar estar a la altura. Me dijo que como jugador veía muy bien el fútbol, que a ver si como entrenador me pasaba lo mismo. Nuestra relación personal influyó. Hablamos del balón parado, de lo que quería que aportara en el día a día. Es un entrenador que asume mucho. Siempre está por el medio de cualquier ejercicio. No es de los que se queda mirando desde la barrera. Le ha dado una lección a todo el mundo desde la normalidad.

—¿Se ve ahora volviendo a una secretaría técnica?
—La suerte que tengo es que estoy preparado para ambas profesiones. Lo que he disfrutado en el banquillo no lo he disfrutado en los despachos. Nunca llegué al punto de ilusión y de motivación que he tenido en estos dos meses y medio. Pero tampoco me engaño. Solo he visto la parte buena, me falta la perspectiva de cuando las cosas no salen. Ahora me veo más enfocado a los banquillos, pero no descarto nada. Ojalá que, sea de lo que sea, no me falte el trabajo con una pelota cerca.
—¿Por qué no disfrutó en los despachos?
—La labor es mucho más cruel. No disfrutas ni las victorias. Cuando ganas, hay jugadores que no han participado y te toca aguantar a sus representantes. Estás pendiente del filial, del femenino... Tienes mil cosas en la cabeza todo el tiempo. Está el césped mal y también te llaman a ti. El teléfono suena las 24 horas. Es alucinante. Curras los siete días, apenas tienes vacaciones, y se valora muy poco. Los premios al final, si llegan, se los llevan otros.
«No puedo hacer sentadillas, la prótesis está más cerca»
En el 2019, debido al calvario de las lesiones, tras una carrera como futbolista que lo había llevado por el Portonovo, el Pontevedra, el Castilla, el Eibar y el Granada, Fran Rico colgó las botas.

—Retirarse como futbolista y seguir trabajando al día siguiente es complicado.
—El Eibar en mi carrera fue fundamental. El club se portó conmigo de una manera fuera de lo normal. Yo no dejaba de ser un jugador cedido que se pasó un año y medio lesionado allí. No deberían tener un gran recuerdo de mí. Ya en esa temporada, cuando todavía me quedaban dos años de contrato en Granada, me trasladaron que querían contar conmigo una vez que dejara el fútbol. Imagínate el detalle. Me volví a Granada y, al acabar la temporada, me volvieron a llamar. Me ofrecieron ser el segundo entrenador del filial o entrar en la secretaría técnica como ojeador. Esto último me atraía más.
—¿Fue más sencillo así tomar la decisión de retirarse?
—La decisión hubiese sido la misma, mi rodilla no daba para más. Me costaba hasta caminar sin dolor. Iba a dejarlo sí o sí. La oferta me ayudó para irme enfocando y me dio confianza. Pero el fútbol se acababa igual. Yo no podía más.
—¿Qué secuelas le quedaron?
—Me operé siete veces y en la rodilla tengo unas secuelas importantes. Lo volvería a hacer, era cumplir mi sueño. Forcé de más. Hoy no puedo hacer carrera continua, ni cargas, ni sentadillas. Puedo algo de bicicleta y piscina, con eso me mantengo. La musculatura de esa pierna se perdió. No tengo cartílago. La prótesis está más cerca que lejos, a mis 35 años.
—¿Qué le enseñó la lesión?
—Hay muchos momentos de soledad. Ves la gente que realmente andaba solo a las buenas. Valoré mucho el aspecto físico, sentirme bien. Sabía que cualquier descuido afectaría a la rodilla. Me obsesioné. Mi familia me ayudó.
—Su familia es gallega. ¿Se ve trabajando aquí?
—Ellos estarían encantados, seguro. Pero ahora lo que toca es volver a Sevilla y ojalá estemos años. Mi mujer es de Portonovo y mis hijos nacieron en Pontevedra. El trabajo nos llevará a cualquier sitio, pero la vida la tendremos siempre aquí. El objetivo siempre será volver a casa.