Bellingham asalta el Maradona

Óscar Bellot / Colpisa

DEPORTES

CIRO DE LUCA | REUTERS

El inglés, con un gol propio del inolvidable 10 argentino y una asistencia, guía a un Real Madrid que sobrevivió a un penalti bufonesco para doblegar al Nápoles

03 oct 2023 . Actualizado a las 23:46 h.

El Real Madrid tuvo que sobrevivir a un penalti bufonesco en su contra para asaltar el Estadio Diego Armando Maradona y colocarse como líder en solitario de su grupo en la Champions. El Nápoles se adelantó con una acción a balón parado que volvió a poner de manifiesto la alarmante vulnerabilidad de los blancos en la protección de los balones aéreos. Pero el equipo de Carlo Ancelotti logró reponerse con mucha entereza de la mano del eternamente iluminado Jude Bellingham. El inglés asistió primero a Vinicius para que el brasileño recuperase la sonrisa firmando el empate y se marcó a renglón seguido un eslalon que recordó a aquellos que convirtió en sello distintivo el dios que da ahora nombre al antiguo San Paolo para poner en ventaja a los suyos. Los partenopeos, rebasados en el primer tiempo, regresaron de la caseta con otro aire y encontraron la ayuda de un VAR incomprensible para poner de nuevo las tablas en el luminoso de la mano de Zielinski. Pero Fede Valverde, con un cañonazo desde fuera del área que besó el travesaño y la chepa de Meret antes de entrar en la portería, impartió justicia en un duelo en el que el Madrid ofreció más argumentos a partir de una alineación que pinta ya a ser la de gala una vez regrese Alaba.

El golpe de autoridad que dio su equipo en Girona parece haber sentado las bases del once con el que Ancelotti toreará en las grandes plazas. En él tiene acomodo Camavinga en el lateral izquierdo, Kroos como maestro de ceremonias y Rodrygo acompañando a Vinicius en ataque. A Modric le toca remar contra el viento por primera vez desde que cogió galones en Chamartín.

Más allá de nombres propios, el Real Madrid volvió a salir con un rombo mentiroso porque Kroos se asentó nuevamente en el eje del centro del campo con Tchouméni, Vinicius y Rodrygo caían con asiduidad a las bandas, Valverde acudía donde tocaba y Bellingham fungía como principal amenaza por dentro. Más que un diamante, se trata de una sala de máquinas camaleónica que a veces se asemeja a un pentágono con dos extremos muy abiertos y Valverde como comodín y en otras ocasiones adopta la forma de cuadrado, dejando a los brasileños como versos sueltos. La propuesta funcionó bien en Montilivi y contribuyó al buen arranque del Real Madrid en el antiguo San Paolo. Rodrygo, asistido por Bellingham, tuvo un mano a mano con Meret del que salió vencedor el arquero y los visitantes metieron el miedo en el cuerpo al Nápoles. Sin embargo, el balón parado acudió al rescate del cuadro italiano. Un córner mal resuelto por Kepa acabó con Ostigard golpeando de cabeza a un Real Madrid de nuevo timorato en el juego aéreo.

Ocurrió que los de Rudi García echaron un borrón enseguida. Di Lorenzo, capitán y puntal de Nápoles desde el flanco derecho, cedió un balón con demasiada ternura a Ostigard y Bellingham anduvo vivo para robar y servir el gol en bandeja a Vinicius, que definió con seda al palo largo. El fluminense, apagado el sábado en Montilivi, volvió a prender la mecha. La diana de Vinicius hizo que el Real Madrid entrase en combustión de inmediato. Bellingham recogió el guante e hizo su particular homenaje al dios napolitano marcándose un gol maradoniano. Anguissa y Ostigard aún deben estar tratando de discernir cómo demonios logró burlarles el británico, una explosiva mezcla entre Zidane y Cristiano.

Al Nápoles le penalizaba la ausencia de sus dos centrales titulares, Rrahmani y Juan Jesus, que ha tomado el sitio de Kim Min-Jae. El punto ciego del Real Madrid estaba en las alturas. Sin la pértiga de Militao y el brazo de Courtois, el cuadro de Ancelotti es una víctima propicia en la guerra que se libra en los cielos. Osimhen, el gigante enmascarado, dejó por los suelos a Rüdiger, pero Kepa, esta vez sí, estuvo a la altura para evitar el empate el día en que el vasco cumplía 29 años.

Subió una marcha el Nápoles a vuelta de vestuarios, que encontró premio en un penalti bufonesco. Una pugna entre Nacho y Osimhen terminó con el balón golpeando en la mano de Nacho, previo rebote en su bota. No había intencionalidad, ni imprudencia ni posición antinatural en la extremidad superior del central alcalaíno, que fue al suelo como tocaba. Clément Turpin no apreció nada en directo pero el VAR, tras una deliberación interminable, le invitó a reconsiderar el veredicto. El fallo definitivo, otra burla propia de ese fútbol desnaturalizado que tiene como jueces supremos a la tecnología y unos criterios caprichosos que se arriman al viento que más sopla.

Sintió el mazazo el equipo de Ancelotti, que retiró a Camavinga para evitar males mayores, dado que tenía una amarilla, y a Kroos para dar paso a Mendy y a Modric. Ofuscado, padeció el Real Madrid durante muchos minutos con las acometidas de un Nápoles envalentonado. Mas el cuadro blanco tiró de tablas y rabia para recomponerse. Bellingham pudo adelantar de nuevo a los visitantes rematando con la testa un balón rechazado por Meret tras disparo de Vinicius, pero se le fue fuera. Finalmente, tuvo que ser Valverde quien acabara reventando la portería del meta de Údine con un misil hipersónico que envenenó aún más su trayectoria tras rozar en Elmas para acabar golpeando en el travesaño y colándose en las redes, previo toque en la espalda del arquero, sin que la intentona final a la desesperada del Nápoles surtiese efecto.