Grayson Murray, ganador en el PGA Tour: «El alcohol sacó de mí algo que no era yo, era una especie de monstruo»

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Kyle Terada | REUTERS

Grayson Murray, carcomido con la «ansiedad y la depresión», gana el Sony Open y explica cómo compitió alcoholizado y que no bebe desde hace 8 meses

15 ene 2024 . Actualizado a las 19:16 h.

La bola rodó casi 12 metros, cayó en la cazoleta y Grayson Murray (Raleigh, Carolina del Norte, 1993) desató su euforia. Cerró el puño, palmeó a su cadi y escuchó una ovación cerrada, de la que formaba parte su prometida, algo más que su pareja. El putt en el Waialae Country Club de Hawái le dio unos instantes más tarde el triunfo en el Sony Open, su segundo título en el PGA Tour, al superar en el desempate (los tres con -17 después de cuatro rondas) a Keegan Bradley y Byeong Hun An. Pero eso era lo de menos: «Hoy no iba a cambiar mi vida, pero sí mi carrera». Lleva ocho meses sin beber, aunque mantiene una pelea diaria contra «la depresión y la ansiedad».

Para entender el pozo del que sale ahora Murray hay que ir, primero, tres años atrás, cuando llevaba ya un lustro en el circuito. También en Hawái, en Waialae, Honolulú. Durante el Sony Open del 2021, borracho, protagonizó un incidente en un bar, terminó detenido y quedó libre en libertad condicional. A continuación se despachó a gusto, compartiendo su alcoholismo y culpando a los rectores del tour estadounidense de negarle ayuda. «Soy un maldito alcohólico que odia todo lo que tiene ve ver con la rutina en el PGA Tour, y esa es mi válvula de escape», llegó a publicar. El circuito rebatió las acusaciones, el deportista de Raleigh dejó de jugar e inició una zigzagueante recuperación. Se alejó de los torneos y volvió poco a poco a través el Korn Ferry Tour. Desde ese segundo calendario de Estados Unidos consiguió en el 2023 una tarjeta en el circuito principal. Y la victoria del domingo en Hawái prolonga su estatus hasta finales del 2026.

«Jesucristo me acaba de dar una oportunidad para escribir una nueva historia, mi propia historia. Confío en que los que me vean desde su casa puedan inspirarse en mí», celebró en cuanto ganó el Soy Open, para compartir después los porqués de su caída a los infiernos del alcoholismo y los ocho meses que lleva «limpio».

Murray destacó desde niño jugando al golf y pasó luego por tres universidades diferentes en su etapa de formación, antes de creer que se quedaba atrás cuando en el 2015 se hizo profesional. «Yo sentía que tenía el mismo talento que los chicos de mi generación que llegaron al PGA Tour antes que yo. Y mi arrogancia me hizo sentir algo humillado y celoso de su éxito porque me veía tan bueno como ellos», comentó sobre aquella primera crisis.

Consiguió su tarjeta del circuito para el 2017, y ganó el Barbasol Championship de ese año «jugando tres días con resaca». «Bebía en todos los torneos que jugaba. Pensé que era invencible cuando debuté en el PGA Tour con 22 años y luego gané el título en mi temporada como novato», relató el domingo.

Aquella victoria supuso un regalo envenenado para su mente quebradiza. «Lo mejor y lo peor de mi carrera fue ganar en mi temporada de debut, y también sentirme invencible. Me llevó mucho tiempo llegar a ese límite», añade Murray.

Los problemas con el alcohol atrajeron otros problemas, en un círculo vicioso. «Había días que no quería levantarme de la cama. Me consideraba un fracaso, porque tenía mucho talento y lo desperdiciaba. Pero ahora me siento bendecido y agradecido», dice con la perspectiva del que entiende que ha dejado atrás sus peores fantasmas.

«El alcohol sacó de mí algo que no era yo, era una especie de monstruo. Ahora estoy muy tranquilo. Sé que la gente que me rodeaba conocía al auténtico Grayson», sostiene el jugador, que destaca a su familia como el principal apoyo para salir de sus adicciones con la ayuda de profesionales. «Me cansé de luchar solo, un día pedí ayuda y mi vida cambió». De ahí su mantra de los malos momentos, «aunque te canses de luchar, deja que alguien luche por ti», una cita de un entrenador de baloncesto universitario durante su batalla contra el cáncer en los años 90 del pasado siglo.

«Mis padres nunca se dieron por vencidos, así que rendirme no era una opción. El golf me ha dado mucho económicamente y me ha servido para alejarme de las luchas de la vida cotidiana», comenta sobre una fase que confía en haber dejado atrás. «Estoy feliz jugando».

Y feliz ganando. En abril se casa con su prometida, la que aplaudía contenta mientras su chico volvía a triunfar en el golf.

Kirk, hace una semana, el triunfo de otro exbebedor

La historia de redención a través del deporte Grayson Murray llega solo una semana después del título, también en el PGA Tour, de Chris Kirk, campeón del Sentry Open, que deja atrás otra pelea contra su alcoholismo. A sus 38 años, tiene una larga historia detrás.

Kirk llegó al PGA Tour en el 2011, y encadenó varios títulos que le convirtieron en número 16 del ránking mundial en el 2015. Antes de caer en el pozo del alcohol. Una adicción que dio por superada en el 2019. Volvió a ganar en el circuito americano en el 2023, cuando se impuso en el Honda Classic, antes de celebrar hace 9 días el Sentry. «He recuperado la confianza en mí mismo. Durante bastante tiempo perdí la ilusión por la mayoría de las cosas de la vida, pero estoy de vuelta. Me he vuelto a enamorar de mi trabajo y es fantástico cuando puedes ver la recompensa», celebró tras su sexta victoria en el PGA Tour, la segunda tras su vuelta a la vida.