Los Boston Celtics, forjados a fuego lento, vuelven a la cima de la NBA

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Brian Fluharty | REUTERS

Brad Stevens, primero en el banquillo y ahora en los despachos, marcó el camino a un equipo que dominó la temporada con autoridad

18 jun 2024 . Actualizado a las 19:10 h.

Los Boston Celtics que acaban de conquistar su decimoctavo anillo de la NBA son un equipo forjado a fuego lento desde la llegada de Brad Stevens al banquillo, en el 2013. Desde entonces, el colectivo ha seguido una línea sin dejarse llevar por las urgencias. Y la victoria ante los Dallas Mavericks por 106-88 para sentenciar la final por 4-1 le permite desempatar con los Lakers y situarse como la franquicia más laureada.

proyecto

Identidad y colectivo

Brad Stevens permaneció ocho años en el cargo sin conquistar la ansiada corona para la franquicia del trébol, pero fue construyendo una identidad colectiva que no dejó de crecer. En el 2021 cambió el parqué por el despacho. Eligió a Udoka como sucesor y el equipo cayó en la final frente a los Golden State Warriors. La relación con una trabajadora le costó el cargo al técnico, a pesar del buen rendimiento deportivo. Stevens escogió el relevo en la casa y le dio la oportunidad a Joe Mazzula. El primer año se le hizo algo largo, pero la confianza se mantuvo intacta. En el segundo llegó el premio. Los Celtics fueron los mejores de principio a fin, en la fase regular y en las eliminatorias. En ese salto de calidad y autoridad tuvieron mucho que ver dos fichajes el pasado verano: Porzingis y Jrue Holiday.

pareja de ases

El dúo Tatum-Brown, y mucho más

En los últimos cursos casi todos los equipos punteros tienen una pareja de ases en sus filas: Jokic y Murray en los Denver Nuggets, Doncic y Erving en los Dallas Mavericks, LeBron James y Davies en los Lakers, Edwards y Karl Anthony Towns en los Minnesota Timberwolves, Brunson y Randle en los New York Knicks...

Los Celtics también tienen su dúo de estrellas. No son los más explosivos, ni los más vistosos, ni los que más se prodigan en expedientes estratosféricos. Pero Jaylen Brown (número tres del draft del 2016) y Jason Tatum (número tres del draft del 2017) siempre suman en los dos lados de la cancha. Y el equipo no depende tanto de ellos porque están bien rodeados. El veterano Horford (otro tres del draft, pero ya del 2007), es un actor de reparto pero de primera fila. Cumple su sexta temporada en el Boston Garden, repartidas en dos etapas. Derrick White, otro de los que empujan, llegó en el transcurso de la campaña 21-22. Porzingis y Holiday, en su primera temporada, mezclaron bien.

En el segundo partido Tatum se quedó en 18 puntos y Brown en 21. Pero Holiday se fue hasta los 26, White anotó 18 y Porzingis 12.

En el primero, Porzingis 20, White 15, Holiday 12, Horford 10, Brown 22, Tatum 16. En el tercero brilló la pareja Tatum (31) y Brown (30) y solo White, con 16, anotó dobles dígitos.

Los Celtics solo levantaron el pie del acelerado en el cuarto choque, el único que perdieron. En el quinto y definitivo volvió el rodillo coral y cooperativo: Tatum 31, Brown 21, Holiday 15, White 14, Horford 9.

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Búsqueda de ventajas, la defensa de Doncic

Una de las grandes virtudes de los Boston Celtics es su capacidad para buscar sus ventajas y explorar las debilidades del rival. Y ahí encontró una vía de paso en la defensa de Luka Doncic. El esloveno es un talento descomunal en ataque. Atrás, en cambio, baja muchos enteros. Los verdes buscaron mucho las acciones de uno contra uno contra la gran figura de los Mavericks. Yn en cuanto recibía ayudas, sabían hacer llegar el balón a los jugadores que quedaban más liberados. En ese flanco sacaron muchos réditos.

Jaylen Brown, el MVP al que le gusta el ajedrez y no Trump

Jaylen Brown fue designado jugador más valorado de las finales. Estaba cantado que el galardón era para él o para su compañero Jayson Tatum y cualquiera que fuese la elección sería buena. Porque los dos rindieron a un nivel alto y homogéneo.

Brown firmó hace un año un contrato por 300 millones garantizados a lo largo de un lustro y lo están rentabilizando, tanto él como la franquicia.

Peter Casey | REUTERS

Quienes han compartido etapas con él, ya sea en el instituto, la universidad o la NBA, coinciden en significar su insaciable curiosidad. Le gusta saber el porqué de las cosas. Quizás tenga que ver en ello la afición por al ajedrez, que le supo transmitir su abuelo. Suya es la siguiente frase: «El ajedrez es un poco como la vida. Todas tus decisiones las tienes que tomar pensando en el futuro y en sus consecuencias». Y lo cierto es que la aplica, porque siempre ha pensado todos los movimientos de su carrera con mucha cabeza.

Entre ellos, la elección de la Universidad de California, en Berkeley, cuando tenía al alcance de su mano otros destinos con más pedigrí baloncestístico. No quiso dejar a un lado su formación académica y humana, por detrás del deporte.

También sorprendió cuando quiso presentarse al draft y decidió hacerlo sin ponerse en manos de ningún representante.

Ahora que parece haberse abierto cierto debate sobre la conveniencia de que los deportistas de élite se pronuncien sobre cuestiones políticas y sociales, no hay duda de que Jaylen Brown es de los que se moja. No ha dudado en mostrar su oposición a Donald Trump. O en coger el coche para viajar desde Boston hasta Atlanta y participar en una concentración pacífica contra el racismo tras el asesinato de George Floyd a manos de la policía de Minneapolis. En ese frente siempre se ha significado sin ambages. Como Craig Hodges en los noventa, cuando ganó el anillo junto a Jordan. Con una diferencia: en aquel momento la significación le costó la carrera en la NBA al triplista. Dejaron de llamarlo.

Jaylen Brown se aplica en el baloncesto con el mismo convencimiento y la misma capacidad de análisis, para ver por dónde pueden mejorar su juego y sus prestaciones. Quizás por eso acumule partidos notables y sobresalientes y es muy difícil encontrar alguno en el que suspenda. El MVP es consecuencia de esa trayectoria en la campaña de su primer anillo.