José María Caneda, el Presi inimitable

Manuel García Reigosa
M. G. Reigosa EL PERISCOPIO

DEPORTES

SANDRA ALONSO

24 jun 2024 . Actualizado a las 14:11 h.

El 24 de junio del 2024 amaneció luctuoso para Santiago y para el Compos, luto azul y blanco, con el adiós de José María Caneda Antelo, el histórico dirigente que cogió la riendas del club en 1988, cuando estaba al borde de la quiebra, y seis años más tarde llegó a Primera División. Fue la etapa en la que se codeó con presidentes como Lopera, Jesús Gil o Ramón Mendoza, locuaces y controvertidos, como él, y consiguió dejar su propio sello entre tan singulares mandatarios.

Pero antes, durante y después siempre presumió de sus orígenes humildes y de su larga familia. Una y mil veces contó la anécdota de su etapa de atleta, cuando era joven, la primera vez que viajó a Madrid para participar en una competición. Comentaba que casi todo lo que llevaba era prestado y que su padre le encargó que no perdiese de vista la maleta en ningún momento. Cuando estaba pagando el taxi que lo llevó hasta el hotel y vio por el rabillo del ojo como se llevaban su equipaje, se giró y golpeó al que creía un ladrón. «¡E resulta que era o botones!», concluía entre risas.

Esa risa era otra de sus señas de identidad, salvo cuando se le hinchaba la vena del genio y tensaba la mandíbula. Siempre proclive a la hilaridad. Así recordaba otro episodio: «Cando comento que somos doce irmáns me preguntan se viven todos, e digo que vivo eu, os outros once traballan».

José María Canedo, jugando una partida de cartas con unos amigos.
José María Canedo, jugando una partida de cartas con unos amigos. MERCE ARES

Es el mismo Caneda que antes, durante y después no dejó de jugar la partida con los compañeros de siempre en el Faladoiro. Cuando le acompañaban las cartas solía decir: «Ser segundos non é mal posto». Tanto podía pasar un rato como echar horas, porque siempre fue más de resolver sobre la marcha que de organizarse. Allí lo localizaron en el verano del 95, el del fallido descenso administrativo del Celta y el Sevilla. El Compos también tenía un problema, pero lo solucionó de inmediato. El cambio de estatus, el verse en el primer plano del fútbol, no lo llevó a cambiar de gente.

Nadie volteó las frases hechas como él y, si alguna vez se molestó, lo supo disimular con buen humor, a veces dando su propia explicación. Es el caso de la «pataca menuda», porque «moita xente non sabe o que é ter que meterse no pataqueiro e escoller as máis pequenas». Sin duda, la más célebre es la de verse «entre la espalda y la pared». Y hubo otras como «adornar la píldora» incuestionablemente suyas. No obstante, también se la adjudicaron otras cuantas que nunca llevaron su autoría.

A José María Caneda le pasó con el Compos lo que a muchos dirigentes cuando los resultados dejaron de acompañar y los números de cuadrar. Pero nunca se le podrá negar que aquella travesía desde Tercera a Primera División llevó su sello y su liderazgo. Y las simpatías que concitó aquel club modesto han sido su mejor legado.

En sus últimos años se desapegó bastante del fútbol y del Compostela. Probablemente no tanto como pudiera parecer. Y tuvo más tiempo para disfrutar de la familia, sobre todo de sus nietos. Sin dejar de ser Caneda en ningún momento, «el Presi», capaz de cuadrar un presupuesto en una servilleta.