Quitaba Southgate hierro a la presión que tenía Inglaterra en la previa del partido. Pero quizá se confundía infravalorando a una Eslovaquia que firmó una primera parte ordenada. Al igual que se confundió, una vez más, con el planteamiento. La selección inglesa está jugando exactamente igual desde la primera jornada de esta Euro. El único cambio del técnico fue el acompañante de baile de Declan Rice, que en esta ocasión fue Mainoo. Como si todo lo demás funcionase tan bien que no hiciese falta tocarlo.
Southgate sigue empeñado en chocarse siempre contra el mismo muro. Foden fuera de posición, caído a banda, para intentar que Bellingham destaque. El equipo incómodo y con mucho talento individual, pero once extraños sobre el verde. Una selección descolocada que no juega a nada. Complicado hacer menos con tanta calidad. Parece mentira que Inglaterra inventase el fútbol.
Con apenas tres toques, Eslovaquia perforó la portería de Pickford. Ahí empezó el espectáculo. Southgate probando su propia medicina: marcar y encerrarse. Pero en la segunda parte fue otro cantar. Con la salida de Palmer, inexplicablemente una vez más en el banquillo por decisión técnica, Inglaterra empezó a ganar más presencia arriba. Pero pecó de recurrir siempre a los centros laterales. A la desesperada, Bellingham, con una chilena, cazó uno en el 95 para empatar la eliminatoria. Kane, profeta en su nueva tierra, sentenció. Los dos jugadores más criticados, los dos salvadores. Esto es el fútbol.
Que su pase a la siguiente ronda no tape las carencias de esta selección. Pases fallidos, desmarques no sincronizados... Y Gareth es uno de los máximos culpables por desperdiciar a una de las mejores generaciones del fútbol británico. Históricamente los Three Lions solo han ganado un Mundial. En 1966. Desde entonces, nada. Decepción tras decepción. Como en Wembley en la pasada Eurocopa. ¿Salvados de momento? Sí. ¿Agotado el ciclo de Southgate? También.