La argelina comenzó su carrera en el fútbol, pero desistió porque sus compañeros la humillaban con frecuencia. Un entrenador la convenció para probar en el boxeo con la oposición de su padre que creía que no era un deporte para mujeres
04 ago 2024 . Actualizado a las 17:04 h.Imane Khelif quería estar donde está ahora, pero no así. Sabe que tiene ya una medalla olímpica entre las manos, pero en sus lágrimas no hay alegría, ni siquiera alivio. Quizá rabia, desesperación o humillación. Acaba de ganar el combate de cuartos contra la húngara Anna Luca Humari. Aquí no ha habido golpes fulminantes, como los que forzaron la retirada de su anterior rival, la italiana Angela Carini, pero sí una superioridad evidente, reconocida por todos los jueces. La Federación Húngara de Boxeo había solicitado su retirada de la competición y su contrincante había deslizado, retadora: «Si ella o él es un hombre, será una victoria más grande para mí».
Imane Khelif es una mujer. Nació en 1999 en Sougueur (Argelia), en una zona conservadora del país y en el seno de una familia humilde. Siempre le gustaron los deportes y comenzó por practicar fútbol, pero los chavales la humillaban con frecuencia, la amenazaban e incluso la golpeaban. Creían que una chica no debía andar pegándole patadas a un balón. Un entrenador la convenció para que probara en el boxeo. Con la oposición de su padre, que entendía que aquel no era deporte para mujeres, se apuntó al gimnasio. No podía pedir dinero en casa para el autobús, así que cada día tenía que caminar diez kilómetros para entrenarse. Vendía pan y recogía chatarra por las calles para sacarse algún dinero. «He tenido que superar muchos obstáculos en mi vida», reconocía en la página web de la Unicef, organismo del que es embajadora para Argelia.
La púgil argelina lleva muchos años boxeando. Participó en los Juegos Olímpicos de Tokio, fue campeona africana en 2022 y medalla de oro en los Juegos Mediterráneos ese mismo año. La vida se le torció en marzo de 2023, cuando la Asociación Internacional de Boxeo (IBA) resolvió que ni ella ni la taiwanesa Lin habían pasado los test bioquímicos y que, por lo tanto, no cumplían los requisitos para participar en competiciones femeninas. A Imane la excluyeron cuando ya se había clasificado para la final del Mundial de Nueva Delhi y a Lin le quitaron la medalla de bronce. Khelif entró en cólera y su país también. Acusaron a la IBA de haber montado un complot en su contra. Para el Comité Olímpico Internacional, aquel no fue un proceso justo ni garantista. Considera el COI que las dos atletas, Khelif y la taiwanesa Lin, fueron víctimas de una decisión «arbitraria y repentina».
Imane Khelif está en los Juegos porque logró su clasificación en el preolímpico de Doha. La IBA, que no organiza el torneo de París, sigue manifestando que ninguna de ellas debería competir contra mujeres porque hay en su sangre un número excesivo de hormonas sexuales masculinas. Se trataría, por lo tanto, de un caso de intersexualidad o de hiperandrogenia. El presidente del COI, Thomas Bach, replicó este sábado con severidad: «Son mujeres. Han sido criadas como mujeres. Su pasaporte dice que son mujeres. No hay ninguna duda de que son mujeres». El debate podría ser profundo, pero la inquina que se profesan ambas organizaciones, las frecuentes acusaciones de corrupción contra la IBA y unos toques de nacionalismo excitado convierten esta polémica en una hoguera ardiente de declaraciones e insultos.
La púgil argelina combatió este sábado con el calor de su público. Hubo banderas magrebíes al viento, ovaciones, aplausos. Su nombre, «I-ma-ne, I-ma-ne», tronó en el París Nord Arena. Incluso su rival, la húngara Humari, rebajó su tono inicial y se mostró comprensiva y conciliadora tras la derrota: «No tengo una mala opinión de ella; están siendo unos días difíciles para todos». Khelif está acostumbrada a los días difíciles.