Rodrigo Germade, medalla de bronce en París: el inconformista que pensó en dejar el piragüismo para acabar escribiendo un palmarés excelso
DEPORTES
Infatigable timonel de la mayor obra de ingeniería del piragüismo español, versátil como nadie, el de Cangas es la base sobre la que se levanta el éxito del K4 español
08 ago 2024 . Actualizado a las 14:24 h.El Olimpo del piragüismo ha vuelto a abrir sus puertas de par en par para reconocer la excelencia de la mejor generación de kayakistas de la historia de España. El cangués Rodrigo Germade, el betanceiro Carlos Arévalo, el catalán Saúl Craviotto y el balear Marcus Cooper han sumado este jueves en los Juegos de París la medalla de bronce en la final del K4 500 a la plata que tres años antes habían firmado en Tokio.
«Ahora mismo no tengo ni plan A ni plan B». Arrancaba enero del 2017 y Rodrigo Germade (Cangas, 1990) todavía seguía digiriendo el mal trago de verse relegado al quinto puesto de la final del K4 1.000 en la Lagoa Rodrigo Freitas de Río de Janeiro el verano anterior. Aquel diploma olímpico que para el común de los mortales habría resultado un auténtico éxito, incluso el premio soñado a toda una carrera de sacrificios, seguía escociendo al morracense, que aún arrastraba el sabor agridulce de las expectativas no cumplidas. La tripulación del primer K4 español presente en 20 años en los Juegos manejaba la esperanza de una regata con viento en contra para asaltar un podio que veía difícil, pero no imposible. «Esperábamos hacerlo un poquito mejor», decía Germade mientras aguardaba la inminente decisión de la federación internacional de cambiar los 1.000 por los 500 metros como distancia olímpica de la piragua insignia en Tokio, abriéndose con ello todo un mar de incógnitas. El gallego estaba a punto de cruzar, sin saberlo, su particular cabo de Hornos, para enfilar la gloria de los grandes descubridores, una vez su familia y el entonces seleccionador español Luis Brasero le quitaron la idea de la retirada de la cabeza.
Tras haber sobrevivido al fracaso de la intentona de devolver al K4 hispano a los Juegos en la que se había logrado enrolar en el ciclo de Londres, y después del sobresaliente ensayo brasileño, Rodrigo convenció al Miguel García, el técnico encargado de diseñar la a la postre mayor obra de ingeniería del piragüismo español, de que no se equivocaría confiando en él. Relevados sus compañeros del 1.000, el tudense Óscar Carrera, Íñigo Peña y el hoy presidente de la Real Federación Española de Piragüismo, Javier Hernanz, el de Cangas hizo lo que tenía que hacer para estar a la altura de la tripulación galáctica reunida por Miguel García con vistas a Tokio 2020, con Saúl Craviotto, Cristian Toro y Marcus Cooper recién bañados en oro en Río, el catalán, con su cuarta chapa olímpica: Germade se hizo indispensable.
«La forma como acelera el cuatro del barco, cómo suelta el agua sin estropear los ángulos, es algo extremadamente complicado, y Rodri lo hace a la perfección. Todos empujan y lanzan el barco, pero Rodri da ese punto, no corta el deslizamiento de la embarcación, sino que suelta el agua de forma que el K4 se desliza», contaba su entrenador tras la plata olímpica de Tokio. «El de cuatro es un puesto muy delicado, y para ser muy bueno se necesita a alguien con experiencia y un profundo conocimiento de la forma de palear», añadía Miguel García: «Rodri hace el trabajo de cuatro a la perfección. Y lo hace así gracias a que ha pasado por todos los puestos posibles en diferentes K4 durante años —en Río había paleado de dos, justo detrás de Hernanz, el marca—».
Ni la presencia en el equipo nacional de Carlos Garrote, sustituto temporal de Craviotto, formando parte en el 2017 de la plata mundial con la que el nuevo K4 500 abría a aldabonazos el ciclo de Tokio y ponía fin a 42 años de sequía, desde la época de Ramos Misioné. Ni la arrolladora emergencia en el verano del 2019 de Carlos Arévalo, copartícipe de la plata Mundial que abrió las puertas de París en ausencia de Toro y dominador absoluto después en el selectivo de cierre del equipo que concurriría a la gran cita nipona. El asiento olímpico de Rodrigo Germade no estaba en discusión —Toro y Garrote fueron quienes tuvieron que ver los Juegos por televisión—. Su «versatilidad para adaptarse física y mentalmente a cualquier compañero, distancia y barco» —Marcus Cooper dixit— se había incrustado en el K4 español como una parte esencial de su estructura.
Su límite, la perfección
«Me gusta intentar algo hasta que me sale bien; soy obsesivo», confesó en una ocasión el gallego. «A onde vai, el ten que gañar», desveló hace tiempo su madre, a la que en su día le había tocado resignarse a un niño que no paraba en casa, con el ansia de probar cualquier deporte que se le ponía por delante para descubrir qué quería ser de mayor. Por eso no es de extrañar que Rodrigo Germade siga siendo el gran e infatigable timonel del K4 500. Sin más límite que la inalcanzable perfección, inconformista redomado, arrancó el nuevo ciclo olímpico doblando su apuesta. Su reto: «Dos medallas en París, pero con los pies en el suelo», declaraba el pasado enero. Siempre, con la prioridad del K4 y la humildad de quien ha recibido una buena cantidad de bofetadas deportivas. Sin ir más lejos, el séptimo puesto en el Mundial clasificatorio del año pasado, donde defendían el título conquistado en Halifax la temporada anterior.
«Hemos tenido que superar muchas adversidades, y eso le da más valor al éxito», comentaba Germade al final del 2021. «Sabemos que valemos más que el séptimo puesto. Hasta pudo venirnos bien, para que esta temporada estemos todavía con más ganas», apuntaba a principios de este 2024. Y ahí está su bronce. Quizá, y aquí queda a criterio de cada quien, con la ayuda del amuleto protector que su suegra le regaló a Rodrigo para el Mundial del 2019, y que desde entonces ha llevado a cada cita deportiva importante.
Pero al inconformista Germade no le basta todavía con lo que acaba de conseguir. Este viernes, con su padre viéndolo en casa junto a su abuela de 102 años, aspira a consumar el doblete olímpico con una medalla en el K2 500. Sería la guinda a un nuevo ciclo que le ha deparado menos espacio libre en su vitrina de trofeos y la alegría de su segunda niña.