La fatalidad se ceba con Carolina García y Sara Ouzande, imagen de una jornada de finales B y frustración para el piragüismo gallego en París

Pablo Penedo Vázquez
Pablo Penedo REDACCIÓN / LA VOZ

DEPORTES

MAXIM SHIPENKOV | EFE

La gallega y la asturiana se fueron al agua a escasos metros de atravesar la meta. Carlos Arévalo y Rodrigo Germade ganaron la regata de consolación del K2 500, con el balear Cooper y el madrileño Del Río rozando medalla. Pablo Crespo finalizó duodécimo en el C1 1.000 en su debut olímpico

09 ago 2024 . Actualizado a las 15:03 h.

La alegría del jueves, con los bronces de Rodrigo Germade y Carlos Arévalo (K4 500) y del madrileño forjado en Pontevedra Diego Domínguez (C2 500), se pintó de gris oscuro este viernes entre el equipo nacional español de piragüismo esprint y, en especial, de su amplia participación gallega. Una segunda y penúltima jornada de reparto de medallas saldada con la primera de las dos opciones de podio de Antía Jácome, la que compartía con María Corbera en el C2 500, convertida en diploma olímpico con un sexto puesto, con tres barcos en las finales B; y con una imagen de esas que quedan para el cajón de la tristeza en el baúl de los recuerdos. La de la pontevedresa Carolina García y la asturiana con licencia gallega Sara Ouzande yéndose al agua a apenas diez metros de la meta de la final de consolación del K2 500. 

Llorando. Así volvieron a tierra Carolina y Sara. Llorando de rabia y tristeza por la injusta manera de acabar la que, para ambas, ha sido su primera participación en unos Juegos Olímpicos, saldada con un sobresaliente diploma tras su sexto puesto en la final del K4 500 del día anterior. Gallega y asturiana, que habían quedado tres años atrás a tan solo 1,37 segundos de clasificarse para la gran cita de Tokio en el K2 500, habían rozado con la punta de su piragua el pase a la gran final, reservada a las cuatro mejores de cada una de las dos semifinales matutinas.

Las españolas fueron las únicas en optar por salir al agua en la regata de clasificación sin el cubrebañeras, consiguiendo, por la calle uno, un plus de velocidad gracias al empuje del viento y su efecto bolsa en la embarcación en una pista, la de Vaires-sur-Marne, que ha venido costando más de un disgusto desde el martes por su fuerte oleaje y sus rachas de viento, dejando incluso fuera de finales a medallistas internacionales.

Con este punto de partida, la estrategia de García y Ouzande fue la de hacer una salida muy fuerte, confiando en que la inercia conseguida con ambas apuestas las llevase a buen puerto. Todo apuntaba a que así podría ser a mitad de regata. En el 250, avanzaban segundas en 47,80, prácticamente a la par de las a la postre campeonas olímpicas, las neozelandesas Lisa Carrington y Alicia Hoskin, primeras en 47,44, y las alemanas Paszek y Hake, pegadas en 47,91. Pero la lucha final acabó mal para las hispanas, superadas prácticamente sobre la misma línea de meta por cinco embarcaciones. Las neozelandesas ganaron en 1.38,52, seguidas de las germanas, en 1.38,84, las holandesas Konijn y Vorsselman, en 1.39,49, y las húngaras Pupp y Fojt, en 1.39,89. García y Ouzande entraron 34 centésimas de segundo más tarde que las magiares, las últimas en superar el corte, en 1.40,23, y por detrás también de las suecas Stensils y Wikberg.

Dos horas después tocaba acabar su debut olímpico de la mejor manera en la final B. Carolina y Sara lo dieron todo. Su apuesta volvió a ser la misma: arrancar como torbellinos confiando en que la inercia de su salida y la reserva de gasolina en los últimos metros bastase para acabar arriba, quién sabe si entre los diez mejores K2 500 del planeta. Pero a falta de unos diez o quince metros para la llegada, en plena lucha por concluir en el podio de consolación, Ouzande, en la parte trasera del kayak, se desequilibró, mandando a Carolina y a ella al agua, por lo que no pudieron terminar, ni figurar siquiera como octavas de la final B. De las cuatro embarcaciones que habían clasificado en su semifinal, la de Nueva Zelanda ganó el título olímpico, y la de Alemania y la de Hungría se colgaron sendos el bronce, al calcar su tiempo en la foto finish de meta.

Semifinal de la muerte para Arévalo y Germade con desenlace fatal 

En el K2 500 masculino, Carlos Arévalo y Rodrigo Germade partían con la ambición de completar su participación en los Juegos de París con dos medallas, tras su bronce el viernes en la despiadada final del K4 500. La competición los situó en una semifinal infernal, con cinco barcos candidatos al podio teniendo que pegarse antes por cuatro plazas para la regata por el oro olímpico; incluido el kayak de sus compañeros de equipo nacional el balear Marcus Cooper y el madrileño Adrián del Río.

Arévalo y Germade firmaron un gran primer tramo de carrera, con una salida explosiva y segundos al paso del 250, en 41,67, solo superados por los australianos Westhuyzen y Green, que acabarían llevándose el triunfo en 1.26,85. Justo por detrás en meta, Del Río y Cooper, remontando desde el quinto puesto en el ecuador de la semifinal para acabar en 1.27,24. Los portugueses Ribeiro y Baptista fueron terceros en 1.27,64 y los alemanes Rendschmidt y Liebscher-Lucz, oro el día anterior en el K4 500, cuartos en 1.27,67, apartando a Arévalo y Germade por 82 centésimas de segundo (1.28,49).

El betanceiro y el cangués se despidieron de París ganando con autoridad la final B, en 1.30,08, por delante de los canadienses Poulin y McTavish. Sus compañeros Cooper y Del Río rozaron el bronce, cuartos en 1.27,38, a tan solo 11 centésimas de segundo de los australianos Westhuyzen y Green (1.27,29). El oro olímpico fue para los germanos Jacob Schopf y Max Lemke (1.26,87), que por delante de los húngaros Nadas y Totka (1.27,15), son bicampeones en París, tras formar parte en la víspera del pánzer teutón ganador de la final del K4 500.

El otro gallego en acción este viernes, el pontevedrés Pablo Crespo, apuró su primera experiencia en unos Juegos. Último de su semifinal, acabó cuarto en la regata de consolación y, con ello, duodécimo del C1 1.000, con título para el campeón del mundo, el checo Martin Fuksa, que relegó al defensor del título, el brasileño Isaquias Queiroz, a la plata. El moldavo Serghei Tarnovschi completó el podio de una regata que cerró el legendario Sebastian Brendel.