El fútbol es terreno abonado para los tribuneros, los que se hacen oír por su habilidad para lanzar los mensajes que quieren escuchar sus aficionados sin necesidad de pararse a pensar si son más o menos razonables. Siempre es más fácil prometer expectativas altas, cuestionar una decisión arbitral o decir que el rival se ve más favorecido que optar por un discurso de apoyo incondicional al entrenador después de doce jornadas sin ganar. Eso es lo que hizo en su día Braulio Vázquez, director deportivo del Osasuna, con el entonces técnico del equipo navarro, Jagoba Arrasate. Y acertó plenamente.
Cuando Braulio llegó al Tajonar, una de sus primeras decisiones fue llevarse como secretario técnico a José Antonio Prieto, Cata, con el que había coincidido tres lustros antes en el fútbol de Preferente, en el área de Ferrol, y más recientemente en el Valladolid. Corría el año 2017 y el equipo estaba en Segunda División. Logró el ascenso, se consolidó en Primera y el pasado curso llegó a la final de la Copa del Rey. Siempre aplicando el sentido común, asumiendo que difícilmente se puede retener a los jugadores que se revalorizan, prestando mucha atención a la cantera, cuidando al máximo todos los detalles antes de optar por un fichaje. Aun así, nadie puede garantizar los resultados deportivos, pero haciendo las cosas bien el porcentaje de éxito crece. Y la estabilidad lo agradece.
Ese sentido común parece sello de la casa. En los años noventa, cuando la deuda devoraba a casi todos los clubes y el Gobierno optó por marcar un punto de inflexión y obligó por ley a que se convirtiesen en sociedades anónimas, para que los dirigentes fuesen responsables de los números rojos, solo cuatro entidades pudieron esquivar aquel tránsito por no haber tenido pérdidas económicas los cinco cursos anteriores. Gracias a eso el Osasuna sigue siendo de sus socios.