La temporada del Baxi Ferrol queda ya para la historia, más allá de que el equipo todavía pueda conquistar el título de la Eurocup. Esa travesía continental, en la que ha ido sumando seguidores a la causa y recuperando el mejor de los ambientes en A Malata, tiene mucho de romanticismo y, con toda seguridad, muchas pequeñas historias detrás. Entre ellas, la de Blanca Millán, que recoge el fruto de la perseverancia.
La compostelana siempre quiso ser jugadora profesional de baloncesto. Todo se lo ha ido ganando a pulso, sorteando dificultades sin apartarse de su camino. De niña brilló en las categorías inferiores del Peleteiro y lo llevó hasta la fase final del campeonato de España. Después escogió Maine entre varias propuestas porque era la que mejor combinaba la vertiente académica y la deportiva.
Nunca perdió de vista los estudios, que se le dieron tan bien como el baloncesto. Dejó huella en la universidad americana, que con ella en sus filas volvió a clasificarse para el March Madness. Y su hoja de servicios la sitúa como una de las mejores de la historia del equipo, las Black Bears. Blanca Millán es de las que ve las oportunidades por delante de las decepciones.
Conquistó el bronce europeo con la selección española sub-16. Pero se fue cayendo de las siguientes convocatorias. Y cuando la llamaron para una concentración que ya estaba en marcha, como a quien reclaman para una sustitución a sabiendas de que probablemente no va a pasar el corte, dijo sí inmediatamente. Después de Maine vivió en primera persona el día a día de la WNBA con un contrato con las Washington Mystics en pretemporada.
No se dejó cegar por el lujo. Firmó por el Spar Gran Canaria, después por el Ensino y ahora está en Ferrol. Por el camino superó dos lesiones de rodilla de larga duración, siempre mirando adelante. Y de cara a la vuelta de la Eurocup ya avisó: «Estamos vivas».