
Festejó Noia y lloró Burela. La jornada final lanzó al Noia Portus Apostoli a por su cuarta temporada consecutiva en la Primera División de fútbol sala, con un brillante empate en el feudo del Inter, y condenó a un club mariñano en situación de emergencia tras la ruina de su histórico patrocinador Pescados Rubén. Pendiente de conseguir fondos para acabar el curso y convencida de la viabilidad futura si se aplican medidas de ahorro, una nueva directiva está llamada a tomar el mando este miércoles.
Comenzará otro ciclo, quizás menos glamuroso, en una pequeña villa costera que durante tres décadas ha transmitido de generación en generación una pasión que llevó a su equipo desde los maratones al profesionalismo y una estructura con más de 200 futbolistas. El Cefire, que alcanzó la élite en 1999 y se instaló luego en Viveiro, fue el germen de la hasta ahora única entidad con representación masculina y femenina en las máximas categorías del fútbol sala español.
Si algún día esto se acaba, la historia no debe olvidar que este CD Burela FS fue ejemplo de integración e igualdad. Que siete años después de la firma de un convenio colectivo que garantizó el sueldo mínimo y blindó los derechos de sus jugadoras, aun compite contra una mayoría de rivales en condiciones de amateurismo. Que su camiseta naranja la han vestido cuatro balones de oro. Y que hasta Ronaldinho Gaúcho la blandió orgulloso. Que en el Vista Alegre se han educado y forjado deportistas decisivos en los mejores campeonatos e incluso para la selección española. Que su grada ha rugido para desafiar a los más grandes, y para impulsar a sus equipos a ascensos y grandes títulos. Que todo esto pertenece a quienes lucharon por ello, a los que recorrieron mil kilómetros para llorar un descenso en Cartagena y a quienes también lo sufrieron desde la distancia.