
En una final muy igualada, tanto que se decidió en la tanda de penaltis, cada equipo se aplicó a fondo para tratar de exprimir sus mejores cualidades. Y Portugal fue mejor sin balón. Supo desactivar a Lamine Yamal, inusualmente desconectado del juego, y a Nico Williams, sobre todo en la segunda parte. No dejó que España se sintiese cómoda, le supo cerrar muy bien los espacios.
Aun así, el colectivo de De la Fuente fue capaz de armar dos transiciones muy afiladas en las que desordenó al conjunto luso. Ahí se mezclaron la velocidad de pensamiento y la de ejecución para avanzar con rapidez y llegar con gente al área. Pero, salvo en esas dos acciones, le costó mucho pisar el área.
A España le faltó algo de contundencia en la contención, sobre todo en los dos tantos encajados. En el primero dejó demasiado tiempo y espacio en las inmediaciones del área. En el segundo, algo mordido, quizás Unai Simón debió salir. Y a Cristiano Ronaldo le sobró veteranía para desequilibrar a Cucurella con un empujoncito.
A diferencia de la Eurocopa, a la selección le faltó ser algo más proactiva. No robó tantos balones en campo rival, tuvo que masticar más el juego y, con los extremos bien anulados, no fue capaz de controlar y mandar. En todo caso, tuvo la virtud de no desesperarse.