Mario Cabanas, exjugador de la Liga Endesa: «No ha sido solo baloncesto, fue muy intenso»

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Rayó a gran altura en la ACB, priorizó su salud mental y ahora entrena a la base

23 jun 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Uno se adentra en Mario Cabanas Fidalgo (A Coruña, 1985) por medio de las palabras, que son el espejo del alma. Fue uno de los más destacados jugadores gallegos en la ACB, supo disfrutar su carrera, y también priorizar su salud mental cuando el momento lo requirió. Con el Cajasol sevillano disputó una Copa del Rey, la final de la Eurocup y el play off por el título de la ACB, categoría en la que también vistió la camiseta del Obradoiro.

—¿Cómo se encuentra?

—De subidón [en el momento de la entrevista, acababa de ganar la Copa Colegial mini con el Compañía de María al Maristas, 36-35]. Cuando ganas... todo es muy intenso. Pero en un momento vital muy bueno. Un poco metido en esto de entrenar equipos de base, por medio de mi amigo Gonzalo, para matar el gusanillo de seguir en esto. Dirijo a un mini, un infantil y a los baby de Compañía. El año pasado estuve en Jesuitinas, cuando entró mi hijo en el cole, y es donde estudié, pero los horarios...

—¿Para matar el gusanillo no le dio por equipos de adultos?

—A día de hoy, me cuesta verme en equipos adultos. Esa vida ya la hice. Tengo un hijo de 4 años y otro de 2. Sería irme yo solo y eso me cuesta mucho. Es muy complicado, sería entrar en la rueda y no sé si estoy preparado mentalmente para eso. Esto me gusta, me mata el gusanillo, pero es más juego. Quizás subir un peldaño más en edad: cadete, júnior...

—¿Es una tarea agradecida?

—Mucho. Y los niños flipan un poco conmigo. Me preguntan dónde jugué, les digo: «Búscalo en Internet». Y vienen al día siguiente comentándolo. Intento hacerlo serio, pero que aprendan con ejercicios divertidos. También yo pasé por eso, y sé lo que impacta y lo que aburre.

—El deporte profesional es algo absolutamente distinto.

—Sobre todo en el aspecto mental. Mi última temporada en LEB, mi cabeza me pedía parar. Te sientes... saturado no es la palabra, pero harto de la dinámica de cada verano de tener que hacer maleta, poner energía para empezar un proyecto nuevo... sin obviar que es lo que nos gusta. Tengo amigos que ven el deporte como aficionados y critican ciertos lances, y les discuto porque les digo que no ven lo que hay detrás, lo complicado que es gestionar eso. A mí, de estar más alejado de casa que en casa durante años, llegó un momento en que mi cabeza me pedía parar. Encima, mi último año en LEB en Marín no salió muy bien, me fui en diciembre, lo entendieron, estuve un mes en Burgos cubriendo una baja y luego acabé la temporada en el Breo, el equipo que yo veía de pequeño. Quería vestir esa camiseta. Quizás no fue como hubiese deseado, sin tanto protagonismo, pero fue un buen colofón. Luego le dije a mi agente que quería esperar y salió Culleredo en EBA, hice la pretemporada. «Si te sientes con fuerzas otra vez...», me dijo. Me costó ese año, pero mi mujer regresó de trabajar en el extranjero. Todo eran indicios para parar.

—¿Cómo sigue la historia?

—Hice un máster en dirección deportiva y gestión deportiva, y el título de entrenador medio. La duda es el superior, si lo quito por si acaso. Pero no sé si quiero. Además, cuido más yo a los peques, porque mi mujer echa más horas en el trabajo. No lo sé... A veces digo que sí y otras que no. Tengo que tener la cabeza preparada. Lo otro aún me pesa. Me lo volveré a pesar de aquí a septiembre.

—¿Y los eventos deportivos?

—Un amigo de Canarias tenía una empresa también con sede en Asturias y quería ampliar a Galicia. Pero cayó la pandemia, estuvimos doce meses y al final, nada.

—Los amigos. ¿Es lo que le dejó el baloncesto profesional?

—Y recuerdos. Hay sitios en los que conectas mejor con el entrenador, por lo que sea, y va genial. Y otros cuesta mucho más. Con el paso del tiempo aprendes que las frustraciones no te ayudan en el día a día. Lo que más echo de menos es la adrenalina de los partidos, no tanto estar a las nueve de la mañana con las pesas. Pero ganar, perder, las concentraciones...

—¿Cómo fue el regreso?

—No hay otro trabajo que te aporte esa intensidad. Después, poner los pies en el suelo, esa experiencia y la recompensa... hay que gestionarlo. A veces, haces cosas en el día a día que están bien, pero no te sientes realizado porque no están delante seis mil personas. Con el paso del tiempo, te acostumbras a salir de lo otro.

—¿Sigue el básquet profesional?

—Veo partidos por la tele, y fui a alguno del Leyma... y pensaba: «Yo estaba ahí. Vaya pasada»

—¿Continúa con contacto personal con excompañeros?

—De hecho, la mayoría de mis amigos son de fuera. Por ejemplo, Joan Sastre, que vino a jugar contra el Leyma. Quedamos y fue como si no hubiesen pasado los años. Vivimos una vida muy intensa. De cada equipo, tengo uno o dos con los que quedar me llena de energía, y me da pena tenerlos lejos, porque compartiría momentos familiares con ellos, pero bueno... intentaremos mantener el contacto, porque no ha sido solo baloncesto, fue muy intenso.

EN CORTO

La sensación que transmite Mario Cabanas con su cálido tono de voz es de confianza. Tanta, que se genera una cierta curiosidad por conocer en qué gasta su tiempo libre.

—Si se me estropea la lavadora, ¿le llamo a usted?

—Sí, soy un poco ñapas. Eso sí, si veo que no controlo, no me voy a aventurar y llamaré al técnico.

—¿Cocina?

—Casi me encargo yo de eso al 80 %. Y más con los niños. Viví mucho fuera. Me salen bien las carnes y los arroces. Lo que menos, el pescado. Y ahora tengo Thermomix.

—¿Le quedaron ganas de viajar?

—Muchas. Cuando los niños crezcan retomaremos lo que podamos. Tenemos ganas de coger el coche o el avión e irnos donde sea. A Madrid, por ejemplo, a ver a la familia y movernos por allí. Empezar con los niños a ir a Londres... somos más de eso que de pulsera y piscina de hotel. Además, son niños activos y hay que mallarlos, je, je...

—¿Qué ocio consume?

—El cine siempre me gustó mucho. Me daba igual ir yo solo, iba a menudo. Lo he dejado aparcado en los últimos años y quiero volver otra vez a las salas a ver películas. Salir de cena y de fiesta no lo echo tanto de menos, aunque de vez en cuando viene bien en pareja sin los niños, para tomar un poco de aire.

—¿Y música?

—Siempre también. En el coche o donde fuese. Ahora me da por bailar con los niños y escucho un poco de todo. Su música, pero también intento a ir a revivals de pop como Mecano, o sigo a Juan Luis Guerra... un poco de todo.