La prueba, que arranca hoy, mantiene su dureza, no tendrá etapas fuera de territorio galo y concluirá en la capital tras el paréntesis olímpico
05 jul 2025 . Actualizado a las 15:58 h.En el sentido opuesto a las agujas del reloj, recuperando París tras el paréntesis olímpico como escenario de la llegada, aunque haciendo concesiones al recorrido de los Juegos, el Tour comienza hoy en Lille, frontera con Bélgica, con un recorrido exclusivamente nacional (Teledeporte, 13.00). Todo se disputa en el hexágono francés, más allá de que la repercusión sea mundial. La ronda se perfila como un nuevo pulso entre los titanes Tadej Pogacar y Jonas Vingegaard.
Si no fuera porque las etapas son mucho más cortas que las de antaño, se podría hablar de un trazado clásico, con una contrarreloj el quinto día en Caen y el resto de jornadas, hasta la décima, ya en el Macizo Central, de las de siesta en el sofá. Planas algunas, accidentadas otras, que tal vez puedan propiciar emboscadas, poco probables por el control férreo al que suelen someter los equipos principales al pelotón.
Será un lunes, día tradicional de descanso que esta vez se traslada al martes, cuando los ciclistas empezarán a probar la dureza de los puertos de montaña, ocho en el recorrido que parte de Ennezat y que termina en Puy de Sancy, la primera llegada en alto de la carrera.
Dos días más tarde, concluido el reposo en Toulouse, la prueba se adentrará en los Pirineos y llegará a la cima de Hautacam (13,5 kilómetros al 7,8% de media), en una etapa de 180 kilómetros, después de subir también el Soulor y Borderes. Empezará entonces a separarse el grano de la paja, y más al día siguiente con una cronoescalada de 10,9 kilómetros entre Loudenville y Peyragudes, a 1.580 metros de altitud.
Subida al Tourmalet
Acto seguido, la carrera adquirirá tonos épicos. Siempre lo hace cuando el Tourmalet aparece en el libro de ruta. Será el primer puerto de categoría especial. Según Henri Desgrange, Dios lo puso allí para mayor gloria del Tour, a 2.115 metros de altitud y 19 kilómetros de ascensión. Se convertirá, probablemente, en la jornada más dura de las tres semanas, con 180 kilómetros y la posterior ascensión al Aspin, el Peyresourde y, finalmente, ya en el Alto Garona, la estación de esquí de Luchon-Superbagnères, 12,4 kilómetros finales al 7,4% de pendiente media.
Con un final en Carcasona por medio y el vecino Montpellier como cuartel general en la segunda jornada de reposo, la última semana comenzará fuerte. Con un final de etapa en la cima del Mont Ventoux, si el mistral que azota sus laderas lo permite. Será un recorrido llano hasta llegar a Bedoin, donde, de golpe, comienza la ascensión clásica, la más dura al gigante de la Provenza, 15,7 kilómetros con una pendiente media del 8,8% y las laderas descarnadas desde el Chalet Reynard.
Completada esa transición a orillas del Ródano y el paso por Valence, el Tour entrará en su fase decisiva, si no está decidido ya, con las jornadas alpinas, la primera de ellas entre Vif y el col de la Loze, con el Glandon y la Madeleine, dos puertos fuera de categoría, antes de la subida final a Courchevel, souvenir Henri Desgrange, a 2.304 metros de altitud, donde cada bocanada de aire quema los pulmones y falta el oxígeno. 26,4 kilómetros de pendientes tendidas, que tendrán continuación el último viernes de la ronda gala, en una jornada con 4.500 metros de desnivel positivo concentrado en 127 kilómetros, salida en la ciudad olímpica de Albertville y llegada en la cumbre de La Plagne, de categoría especial, después de subir también un puerto de la misma categoría (el col du Pre), otro de primera, Saisies, y otros dos de segunda.
Quedarán dos días más de Tour, con las llegadas a Pontarlier y París, pero el colofón no se producirá con el tradicional paseo por los Campos Elíseos, sino que a la meta de la más emblemática avenida parisina se llegará tras tres ascensiones consecutivas a la colina de la Butte, en Montmartre, delante del Sacre Coeur, que en los Juegos coronó a Remco Evenepoel.