Beqa Burjanadze, jugador de baloncesto: «Mi familia y yo nos sentimos muy coruñeses»

JOSEMA LOUREIRO A CORUÑA / LA VOZ

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ABRALDES

«Las niñas hablan con acento gallego y dicen que les gusta la lluvia», afirma

14 jul 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Hay personas que llegan a un lugar desconocido como extranjeros y, casi como por arte de magia, se nutren de la idiosincrasia de su destino. El caso de Beqa Burjanadze (Tiflis, 1994) y su relación de amor con A Coruña es un ejemplo perfecto de ello. Tras vivir una montaña rusa con el Leyma en las últimas dos campañas, ascenso y descenso incluidos, Beqa, con su futuro por decidir, se abre en canal sobre su carrera y su vida.

—El cariño por el baloncesto le va en la sangre, ya que es primo de Zaza Pachulia, dos veces campeón de la NBA. ¿Cómo fue empezar en el deporte con ese aliciente?

—Empecé a jugar al básquet gracias a él. Cuando yo cogí por primera vez el balón de baloncesto, él ya estaba en Turquía, a punto de dar el salto a la NBA. Mi madre me llevó junto al mismo entrenador que había formado a Zaza y a otros grandes jugadores georgianos. La verdad es que era muy malo y nunca había visto siquiera un partido, pero con el tiempo le cogí cariño. Y después de eso... Aquí estamos [se ríe].

—Con 16 años deja su país y recala en el Cajasol Sevilla. ¿Qué recuerdos guarda?

—Muy buenos recuerdos. Por un lado fue una decisión fácil, la escuela del Cajasol era de las top de Europa en ese momento. Aún así, lo cierto es que fue muy duro. Dejaba atrás, en Georgia, a mis amigos y a mi madre, ya que mi padre ya había fallecido. Lanzarme a una cultura nueva sin saber el idioma ni qué esperar me supuso mucha incertidumbre, pero mi amor al básquet pudo más.

—Con 20 años ya estaba jugando con la selección absoluta. ¿Cree que el baloncesto español le dio herramientas para ello?

—Sin duda. El baloncesto español me enseñó cosas que en Georgia no había aprendido. Allá, prácticamente todo estaba pensado con balón. De hecho, muchas veces yo jugaba de base incluso. Una vez llegué aquí, aprendí a jugar sin balón, a trabajar mejor en equipo, a mejorar mi selección de tiro... Siempre digo que soy una mezcla de los fundamentos que me dieron Georgia y España.

—Representa a su país desde la sub-16. ¿Qué siente cuando se viste la camiseta?

—Orgullo, mucho orgullo. Además, siento que no jugamos solo por el país, sino por nuestras familias, y hay muchas emociones en juego. Siempre me da pena recordar que he faltado en un par de torneos continentales por lesiones y demás, pero eso no se pelea con el orgullo que siempre siento al representar a mi país. Lo mejor es que me he formado a la vez con casi todos los de esta nueva generación dorada, así que nos entendemos bien. También tenemos a los dos jugadores de la NBA, Bitadze y Mamukelashvili.

—Ha pasado por mil vestuarios en su carrera. ¿Qué le han enseñado sus compañeros?

—En la pista, mucho. En lo personal, también. Me ha dado la oportunidad de compartir mucho con veteranos, entrenadores y demás compañeros con los que tienes valores para la vida en común. Cuando nacieron mis hijas, me cambió la mentalidad. Hablar con los compañeros que también lo son es precioso, una forma de crecimiento personal. Para mí, es un regalo del baloncesto.

—Para muchos, usted ya es un coruñés más. ¿Lo siente así?

—Sí, yo me siento coruñés también, pero también lo siente mi familia. De hecho, muchas veces me sorprendo a mí mismo hablando con acento de aquí. A las niñas también se les pega, e incluso alguna vez me han dicho que les gusta la lluvia y todo [se ríe]. En el barrio éramos felices, unos coruñeses más. Bajábamos a tomar el café y charlábamos con los vecinos. Fue bonito cuando nos despedimos antes de las vacaciones.

—En su regreso al Leyma, le tocó tener roles más secundarios, pero siempre lo asumió sin quejas. ¿De dónde nace ese compromiso para poner lo colectivo sobre lo personal?

—No voy a mentir, siempre quieres jugar 30 minutos y meter 20 puntos todos los partidos. Quien diga que no, miente. Pero lo que hay que poner sobre la mesa es lo que uno aporta. A lo largo de esta temporada ha habido partidos en los que he tenido cero puntos y me he ido jodido a casa, pero es lo que hay, toca seguir adelante y trabajar para mejorar. Ya en la recta final de la temporada estuve en una forma mucho mejor, pero al final volvemos a lo mismo. Siempre tuve claro lo que se necesitaba de mí. Si no metes, tienes que saber qué más ofrecer.

—Lleva su lema de vida en tinta sobre su pecho. ¿Qué significa para usted ese «strongs never quit [sic.]»?

—Es una frase que me impulsa en la vida, no solo en el deporte. Cuando me miro al espejo y lo leo, me da un plus de confianza. Me ayuda en los momentos malos. En Gran Canaria lo pasé muy mal, tenía depresión. No quería ni ver baloncesto, y eso que es algo que hago continuamente. Incluso me planteé la retirada con 26 años. Me venían pensamientos terribles. Por suerte, me di cuenta de que necesitaba un cambio. Con ese lema y gracias a mi familia, lo hice. Pude volver a sonreír dentro y fuera de la cancha.

En corto

Beqa, un tipo familiar y tranquilo, disfruta de compartir con su familia los días libres y recomienda su país natal como el destino perfecto para pasar unas vacaciones.

—¿Quién es su ídolo en el baloncesto?

—Por como jugaba, Charles Barkley. Por eso mismo y por su mentalidad, Kobe Bryant.

—Un compañero de equipo.

—He tenido muchos y muy buenos, pero me quedo con uno de los últimos: Álex Hernández.

—Un recuerdo de su carrera.

—El debut en la Liga Endesa. Tenía 16 años. Fue muy bonito y lo recuerdo con cariño, la verdad.

—¿Si no se hubiese dedicado al baloncesto, qué otro deporte podría haber practicado?

—Siento que sería un muy buen portero de fútbol. Cuando jugaba de pequeño nadie me metía gol [se ríe]. Si no, al tenis.

—Un lugar perfecto para irse de vacaciones.

Para mí, no hay duda: Georgia. Es un país en el que hay de todo.

—¿Qué tipo de música suele escuchar?

—Lo que más escucho es folk georgiano, pero depende de muchas cosas. Según el estado de ánimo que tenga; a veces escucho reggaetón, por ejemplo.

—¿Series o películas?

—Me gustan ambas, pero creo que soy más de series. Me gusta hacer maratón y acabármelas en un par de días.

—Recomiéndeme una.

—Uf... decir The Last Dance sería un cliché. Me quedo con Peaky Blinders.

—¿Un plan perfecto de día libre?

—Pasarlo con mi familia. Si hace buen tiempo, mucho mejor.