Vine se adueña del territorio del Movistar y Vingegaard toma el mando

Iván Benito COLPISA

DEPORTES

Javier Lizón | EFE

Pablo Castrillo y Javi Romo caen con honor en la fuga de la etapa navarra, en la que Almeida ataca dos veces y el danés y Pidcock resisten

02 sep 2025 . Actualizado a las 19:53 h.

Hace ya tiempo que al Movistar se le resisten las victorias. Siempre está en la lucha, sobre todo en La Vuelta, donde la sequía dura cuatro años. El logo de la M apenas pudo verse en ese 2021 en el que se descubrió el alto del Gamoniteiru, conquistado por Miguel Ángel López. El último servicio de Superman. A los pocos días les dijo 'yo me quedo por aquí'. Ya no está, ni Valverde, y con Enric Mas y Nairo Quintana lesionados, Pablo Castrillo, vencedor de dos etapas el año pasado con el Kern Pharma, y Javi Romo se presentaban como sus mejores bazas para cumplir el objetivo.

Los dos se filtraron en la escapada buena, la que costó 100 kilómetros formar, a 50 kilómetros por hora, y provocaron la fuga de la fuga, como les instruye su director Chente García Acosta. Era la etapa de casa. Para Chente, y para el Movistar, de alma navarra y proyección internacional.

Pero les acompañaba un mal cliente, Jay Vine. Le atacaron a dúo. Primero Romo, que viene del triatlón y cada vez se defiende mejor cuesta arriba. Y luego Castrillo, acostumbrado a retorcerse sobre la bicicleta y avanzar. «Ha sido una subida con mucha fatiga», acierta a decir en meta entre jadeos. Tuvo varios metros de ventaja. Una docena de segundos. «Pensaba que podía mantener», se ilusionó el oscense.

Por detrás, Almeida atacaba. Podría necesitar de la ayuda de Vine. Pero Vingegaard y Pidcock resistían. Vía libre para el australiano, que soltó a Romo, capturó a Castrillo y le soltó. «Ha estado muy fuerte». Lamenta. Otra vez que al Movistar le toca entonar el pobre de mí. Junto al Cofidis, Intermarché y Arkea, son el único equipo del World Tour que no ha ganado en las grandes en lo que va de año. «Estamos a nada de que llegue. La actitud es muy buena», se anima Castrillo, uno de los involucrados en la caída que alcanzó a 30 ciclistas en el inicio de la etapa. «Limando como animales», explicó Raúl García Pierna, el más afectado. El que tuvo que abandonar.

El parque natural de Sendaviva alberga hasta 200 especies de animales distintas, aunque los ciclistas están cortados todos por el mismo patrón. Aunque tengan el maillot hecho jirones, son supervivientes. Allí se manifiesta Miguel Induráin, extraterrestre de carne y hueso, para anticipar lo que iba a ser el desenlace de la etapa. «Tenemos buenos corredores, pero nos faltan ganadores. Vamos a pasar años de transición», señala, antes de promocionar la etapa navarra, de las Las Bardenas Reales al Roncal y al Pirineo.

Del desierto a la montaña. La carrera saltó por los aires desde el banderazo de salida. Hubo un momento que el Visma, harto de perseguir, se volvió beligerante. Campenaerts con Vingegaard, al ataque con actitud de 'al que no quiere caldo, le dan dos tazas'. Al UAE le pilló por sorpresa. Unos por delante, buscando la fuga. Soler tuvo que hacer de apagafuegos. La fusión del cansancio. Ahí llegaron los ataques buenos. Una treintena de corredores cogieron ventaja: entre ellos, Castrillo, Romo y Aular (Movistar), Tejada, Masnada y Conci (Astana), Vine y Bjerg (UAE), Armirail y Staune Mittet (Decathlon), Kwiatkowski (Ineos) y Lecerf (Soudal), el mejor clasificado.

Se marcharon poco después del paso por Lumbier, donde un par de protestantes propalestinos saltaron a la carretera e hicieron actuar a las fuerzas del orden. Cansados y con falta de entendimiento, la escapada se redujo a Castrillo, Romo, Vine, Bernard, Ryan, Azparren, Balderston, Conci, Vermaerke y Segaert, también extriatleta, que cogió distancia antes de afrontar la subida a Belagua, constante al 8 % y revirada en el inicio y suave en los dos kilómetros finales.

El pelotón volvió a acelerar a pie de puerto, por colocación y porque el UAE también quería jugar la carta de Almeida. Ahí Ayuso demostró que al menos una parte de sus palabras en la salida eran ciertas. Se iba a esforzar por el luso. El alicantino aceleró el ritmo, dejó al grupo de los favoritos seleccionado y a apenas dos minutos de cabeza de carrera. Preparó el ataque de Almeida. El primero. Dejó atrás a Bernal, Gall, Ciccone y finalmente el líder Traeen, que se despide del rojo. Pero a su rueda seguía Vingegaard y Pidcock con buena cara, además de Jorgenson, Riccitello y los dos Red Bull-Bora.

El segundo ataque cortó a Hindley y Pellizzari. Pero el danés y el británico resistían con aparente facilidad. En la meta les esperaba Induráin, al que hasta llegar en Les Arcs tampoco se le vio sufrir. Aunque lo hiciera. Está mareado. Por haber subido en coche. Viste de líder a Vingegaard, encantado de la vida. «Lleva la paliza del Tour, igual la última semana se le hace larga», augura en los micrófonos de la Ser. Aunque para derrocarle, anima al UAE a decidirse. A setas o a rolex. «Unos del mismo equipo tiran delante para la etapa y luego para romper el líder... no entiendo mucho yo este ciclismo moderno».