
El español, implacable con su saque, logró la victoria en cuatro sets por 6-2, 3-6, 6-1 y 6-4 y recupera el número uno del mundo
08 sep 2025 . Actualizado a las 18:58 h.Saltaba Spike Lee, celebraba Stephen Curry, se asombraba Bruce Springsteen, se animaba Pep Guardiola. Carlos Alcaraz, sirviendo una fría venganza, hacía disfrutar a toda la Arthur Ashe, a más de 23.000 personas, mientras derrotaba a Jannik Sinner (6-2, 2-6, 6-1 y 6-4) para reconquistar el US Open tres años después y levantar su sexto grand slam.
El murciano, coronado ya como el mejor tenista del mundo al convertirse en número uno del mundo, vengó la final perdida en Wimbledon y doblegó al italiano en su mejor superficie, en el cemento de Nueva York, donde contó con la ventaja de jugar bajo techo. Ni esa alegría inicial que se llevó, mientras llovía sobre Flushing Meadows e intentaba espantar la incertidumbre sobre el estado de su abdominal, sirvió para imponerse a un Alcaraz encendido en este US Open. Solo un set perdido en dos semanas, un nivel espectacular, un tenis hecho para conquistar estos grandes escenarios.
Desde el inicio de partido estaba claro que el nivel de concentración del español estaba destinado para acabar levantando la copa plateada en la Arthur Ashe. No tardó ni dos juegos en demostrarle a Sinner que esto no iba a ser una repetición de lo vivido en Londres hace dos meses, que esta vez iba a elevar su raqueta a una altura inalcanzable. Si Sinner quería jugar al 90 %, Alcaraz estaría al 95 %. La lección estaba aprendida.
El primer set fue impecable. Solo cometió dos errores no forzados, clavó once golpes ganadores y apenas perdió tres puntos con el servicio. Ese 6-2 fue una forma de marcar territorio, de decirle al italiano que, pese a su registro perfecto en esta superficie, hoy necesitaría un extra más. Un impulso que llegó en el segundo parcial, cuando Sinner empujó los errores de Alcaraz, que alcanzó los dobles dígitos y cerró la sangría de winners. No se pudo divertir el español, que solo consiguió cinco ganadores y generó un punto de break.
Sinner había conseguido plantar batalla, pero como en tantas otras veces, el encuentro estaba en las manos de Alcaraz. Si el murciano quería, no habría partido. Incluso el artesano que tenía que esculpir el nombre del campeón empezaba a ensayar el nombre de Carlos Alcaraz. Porque vio la tercera manga, cuando Alcaraz desenredó el juego de Sinner.
El de San Cándido, lejos de desconectarse, estuvo correcto. Un golpe ganador y cinco errores no forzados. Un registro que con cualquier otro tenista significaría una victoria segura. Con Alcaraz es otra historia. El murciano golpeaba smashes desde el fondo de la pista, decoraba la red con golpes definitivos, adornaba la pista con dejadas y pintaba líneas de lado a lado. El cúmulo de estrellas en la grada solo podía sonreír ante la exhibición de Alcaraz. No había tristeza por la falta de competitividad y de una final extrema como la de Roland Garros, había solo reconocimiento ante la capacidad de Alcaraz de superarse. En Wimbledon claudicó, dos meses después, destrozó a Sinner.
La paliza la confirmó en cuatro sets. No consiguió ser el primer tenista en la historia en ganar el US Open sin perder un solo set, pero no le importaba. El objetivo era alzarse con la copa plateada, como hace tres años, cuando asombró al mundo con 19 años convirtiéndose en el número uno más joven de la historia al derrotar a Casper Ruud.
Guion diferente
Esta vez el guion era diferente. La víctima era el mejor tenista en cemento, el número uno, el némesis de Alcaraz. Sí, Sinner tenía un 2-6 en pista dura en contra frente a Alcaraz, pero visto su nivel estas dos semanas era justo pensar que era el favorito. El chico de El Palmar demostró lo contrario.
Con dos horas y 39 minutos en el marcador, Alcaraz se encaminó a sacar para sellar el partido. Dio unos saltitos y tuvo que parar ante los aplausos y los vítores del público. Sinner erró la primera pelota, Alcaraz se giró a su gente y les dijo «Vamos». El primer paso a la gloria. Le siguió una derecha ganadora, un punto de Sinner y una dejada a la que no llegó en condiciones el italiano. El público estalló. Dos puntos de partido. En ese escenario, Roger Federer, ídolo de Alcaraz, perdió dos semifinales. Al español se le escapó el primero, también el segundo con un resto ganador de Sinner.
Comenzaron los nervios, el recuerdo de lo ocurrido en París hace tres meses cuando fue el español el que recuperó tres puntos de partido en contra. Pero se desembarazó de la presión con un remate y un saque directo, como en la final del 2022. Lo celebró con un swing, dedicándoselo a Sergio García, de nuevo presente en la grada, y se encaramó a su banquillo para fundirse en un abrazo con su gente. Campeón, sexto grand slam y número uno del mundo. Carlos Alcaraz lo ha vuelto a hacer.