La demencial borrachera del golfista Tyrrell Hatton con Jon Rahm tras clasificarse para la Ryder Cup

LA VOZ REDACCIÓN

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Tyrrell Hatton, a la izquierda, y Jon Rahm celebran el triunfo en las finales del campeonato de equipos de golf en Michigan
Tyrrell Hatton, a la izquierda, y Jon Rahm celebran el triunfo en las finales del campeonato de equipos de golf en Michigan Aaron Doster | REUTERS

El lugarteniente de Rahm narró ante unos sorprendidos periodistas su noche de fiesta que acabó con una nota de disculpa al hotel donde se hospedaba: «Acabé llamando a mi mujer, porque realmente no sabía qué hacer»

10 sep 2025 . Actualizado a las 20:35 h.

El golfista Tyrrel Hatton, lugarteniente de Jon Rahm en la Legión XIII, no tiene filtros. Ni para su sinceridad ni, por lo que ha contado con pelos y señales, para sus celebraciones. El británico ya se había confesado en alguna ocasión sobre sus excesos con el alcohol, pero posiblemente ninguna de sus fiestas hayan llegado a los extremos de su borrachera al saber que se había clasificado para el equipo europeo de la Ryder Cup. El propio profesional del golf ha contado su peripecia, no apta para estómagos sensibles, en un impagable discurso de unos 4 minutos.

Hatton venía de unos días complicados. Tras varios traspiés, daba por hecho que era imposible lograr su lugar en el equipo europeo, pero el mal desempeño de otros aspirantes lo hicieron entrar automáticamente en el último minuto. Coincidió que justo ese día, su compañero John Rham ganó el LIV, así que, con la adrenalina por las nubes, no había otra opción que celebrarlo por todo lo alto.

Estaban en Roma, eligieron un tugurio cualquiera y, como no podía ser de otro modo, se dejaron llevar un poco por la noche de juerga. «Era uno de esos momentos en los que sentías que todo el trabajo duro había valido la pena», se intenta justificar. 

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Tyrrell Hatton and Jon Rahm had an incredible night celebrating their Ryder Cup call… The next morning? Not so much. 😂 Hatton explains. (worth 4 minutes)

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Empezaron con la cena. Seis copas de vino. Luego, lo coronaron con un gin tonic doble. «Me lo tomé con calma», especifica, como si eso fuera a minimizar lo que vendría a continuación. Él se recuerda a sí mismo como el comedido, el que preguntó a Jon Rahm si quería algo más, a lo que este contestó con una petición expresa. Mencionó un amaretto: «Disaronno Sours». Y Hatton accedió. Parecía una buena opción. «Se bebe muy rápido», pensó. Y tanto. «Empecé entonces a corear para que se lo bebieran, y cada cóctel que pedíamos a partir de ahí se bebía de un trago», confesó.

Ahí llegó la espiral de la que ya no podría salir, y que tendría consecuencias. En el bar se acabaron todas las botellas del Disaronno Sour y pasaron a un combinado de avellana. «No estaba muy buena», dijo. Así que probaron otras opciones, por eso de que les quedara mejor sabor de boca: Un margarita, un vodka con fresa —«que estaba horrible», cuenta—, y de ahí a una laguna monumental.

«Me quedé dormido en la mesa, me despertaron y cuando abrí los ojos se habían ido prácticamente todos», rememora sobre el momento antes de marcharse al hotel, que fue donde realmente acabó liando una buena. 

Al llegar se cayó de la cama boca abajo, y poco después se despertó, esta vez boca arriba, vomitando. «Me volví a dormir y, al despertar, vomité por todos los brazos, por la camisa». Se puso en pie, se fue al baño y miró su rostro en el espejo. Cuando regresó a cama, volvieron las náuseas. Y, de algún modo, recordó poner un despertador para no perder el vuelo, que salía en apenas unas horas.

Su despertar fue, por supuesto, terrible. No solo por el dolor de cabeza atroz que sentía, sino por el estado nauseabundo —en el más literal de los sentidos— en el que se encontraba el cuarto y su ropa. «Acabé llamando a mi mujer, porque realmente no sabía qué hacer». Siguiendo sus indicaciones, intentó dejar la habitación del hotel lo más decentemente que fuera posible, y se quitó toda la ropa y la dejó allí.

«Dejé bastante dinero y una nota: "Lo siento mucho, estuve toda la noche enfermo en la cama. Tira la ropa a la basura"». Y se fue, nada orgulloso por lo que había hecho. «Creo que al final hice lo correcto, pero obviamente me sentí muy mal», zanjó.