Duplantis vuelve a hacer historia al volar con su pértiga en el Estadio Olímpico de Tokio

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Issei Kato | REUTERS

El sueco bate de nuevo su propio récord mundial y establece la marca en 6,30 metros en salto de pértiga

16 sep 2025 . Actualizado a las 08:35 h.

Armand Duplantis volvió a volar con su pértiga en el Estadio Olímpico de Tokio para coronarse de nuevo, por tercera vez en su carrera, campeón del mundo, un logro que también llegó con un récord del mundo de 6,30 metros en su último intento.

Hace mucho tiempo que compite contra sí mismo y en cada prueba a la que va la única duda que reside en el espectador es saber con cuánto margen de diferencia ganará respecto a sus rivales y si habrá récord del mundo o no.

Su superioridad es tan apabullante que en la ronda de clasificación, quizá excesivamente larga al ser muchos los participantes, se le vio en varios momentos con la mirada ausente en un claro síntoma de aburrimiento.

Lo que le gusta a Duplantis son las finales y sentirse observado y eso es lo que ocurrió en Tokio, un estadio que conoce bien de 2021, cuando ganó la medalla de oro de los Juegos Olímpicos, aunque en ese momento la pandemia del covid-19 impidió que hubiera público en las gradas.

El prodigio sueco pudo redimirse en esta ocasión y, espoleado por los aficiones nipones, logró la victoria con una marca de 6,30 metros y sin encontrar oposición en sus rivales, resignados siempre a pelear por el segundo puesto.

El medallista de plata fue el griego Emmanouil Karalis con 6,00 metros y el bronce lo ganó el australiano Kurtis Marschall con 5,95. Con ambos celebró Duplantis la victoria de forma enloquecida, sonriendo por el estadio, envuelto en la bandera sueca y saltando sin parar celebrando la gesta.

Desde el 8 de febrero de 2020 en Torún (6,17 metros) hasta este 15 de septiembre, el sueco encadena catorce récords mundiales.

La felicitación más efusiva se la de llevó su pareja, Desire Inglander, con la que comparte su vida desde el verano de 2020 y a la que fue a buscar en la grada saltando la valla para darla un beso y abrazarla en el mismo sitio donde estaban sus padres, los culpables de la afición a la pértiga de su hijo.