Ganar, ganar y ganar. Aitana Bonmatí no conoce otro verbo. Suma, y ya van tres Balones de Oro. Consecutivos. Para igualar y sentarse en la mesa de leyendas como Messi y Platini. Los únicos en ganar tres galardones como este sucesivos. Hasta ahora. Volvió a quedar demostrado que Aitana no tiene rival. Por muchos méritos que las demás jugadoras hagan, el enorme talento de la catalana no es comprable. Con nada, ni con nadie. Campeona de Liga, de Copa y de la Supercopa. Se quedó a un paso de conquistar la Champions y unos penaltis le arrebataron la Eurocopa. No ganó ninguno de ellos, pero fue nombrada la mejor jugadora de ambos.
El Balón de Oro se lo entregó uno de sus ídolos, Andrés Iniesta. Ella creció con la inexistencia del fútbol femenino. «Mi fútbol a día de hoy es gracias a ellos, por todo lo que me enseñaron», dijo en referencia a Iniesta y Xavi. Quería parecerse a ellos. Pero ahora es ella quien se ha convertido en un talento generacional. Aitana culmina un lustro prodigioso del fútbol español —y no digo fútbol femenino—. Lo hace como auténtica GOAT. Reivindicando la igualdad. Suena reiterativo. Escucharlo, leerlo y escribirlo. Pero vivirlo... Esa es otra historia. Aquí una que lucha a diario es Aitana. Con y sin balón. Hoy su nombre se escribe en dorado. Por todo.