El primer Mundial de Fernando Alonso: 20 años de un hito histórico que enamoró a todo un país
DEPORTES
Este jueves se cumplirán dos decenios de uno de los mayores éxitos del deporte español
24 sep 2025 . Actualizado a las 14:01 h.Si cinco años antes alguien hubiese afirmado que un español iba a ganar una carrera en la categoría reina, seguramente lo hubiesen mirado de forma extraña. Y, si en ese momento, a alguien se le hubiera ocurrido afirmar que España iba a festejar a un campeón del mundo de Fórmula Uno, le hubiesen remitido a un buen psiquiatra. Sin embargo, el asturiano Fernando Alonso hizo saltar la banca. Destronó al alemán Michael Schumacher, el piloto invencible de aquella época; y tocó el cielo con un título del que este jueves se cumplen exactamente 20 años.
Fue en Sao Paulo (Brasil). Concretamente en el circuito de Interlagos, idéntico escenario en el que al año siguiente revalidaría título, asimismo con Renault. En la antepenúltima de las 19 carreras programadas la temporada posterior al séptimo título del Kaiser —el quinto seguido con Ferrari—. Y dos antes de que debutase en F1 el otro séptuple campeón del mundo: el inglés Lewis Hamilton, aún en activo.
Alonso, que aún brilla a los 44, batiendo numerosos récords en la división de honor del automovilismo; ya había mejorado numerosas plusmarcas de precocidad antes de convertirse en el Autódromo Jose Carlos Pace de Sao Paulo en el más joven campeón mundial —y en el único español— de la historia de la F1. Con 24 años y 58 días. Mejorando, en su casa, al paulista Emerson Fittipaldi, que en 1972 había capturado, a los 25, la primera de sus dos coronas para Brasil.
Fernando había debutado en la élite del automovilismo con 19, en 2001 y a bordo de un Minardi; el peor coche de la parrilla. Con el que logró acabar décimo, en Hockenheim, el día que cumplió 20, el Gran Premio de Alemania: un puesto con el que hoy en día hubiese puntuado -de aquella solo lo hacían los primeros seis-.
Tras resignarse a pasar un año como probador, ya en Renault, en cuanto el italiano Flavio Briatore lo subió a un monoplaza competitivo, solo tardó dos carreras para convertirse en el más joven en firmar la pole y en subir a un podio (en el Gran Premio de Malasia de 2003).
También se había convertido en el piloto de menos edad en firmar una vuelta rápida, en Canadá, hasta que, asimismo en 2003, en agosto, hizo vibrar a todo el país al convertirse en el primer español y entonces el más joven de todos los tiempos (con 22 años y 26 días) en ganar una carrera: el Gran Premio de Hungría, en el Hungaroring, el circuito de las afueras de la imperial Budapest. Al que, desde el centro de la capital húngara, se llega no sin antes bordear la Plaza de los Héroes.
En 2004 no pudo lograr otro triunfo, pero mejoró notablemente su clasificación en la general, al pasar del sexto al cuarto puesto final en un Mundial que se cerraba precisamente en el circuito de Interlagos. En el que Briatore ya advertía, en una entrevista con la Agencia Efe, de que no dudaba que su pupilo iba «a ser campeón del mundo».
El glamuroso jefe de equipo de Renault —junto al padre del astro incipiente— José Luis, posiblemente la figura más importante en el camino de Alonso hacia la cima, no se equivocaba. Y en menos de un año su pronóstico se hizo cierto.
Fernando, que ya había desatado en España el fenómeno conocido como la Alonsomanía —el público comenzaba a abarrotar el circuito de Montmeló (Barcelona), en su gran premio; y en su Asturias natal se habilitaban cines, palacios de congresos y polideportivos para proyectar sus carreras en pantallas gigantes— comenzó ganando cuatro de las primeras siete carreras del año. En las que había subido seis veces al podio, con un cuarto como peor resultado.
El sueño tomaba visos de convertirse en realidad. Y, tras ganar los Grandes Premios de Malasia, Bahréin, San Marino (en Imola, Italia) y Europa (en el Nürburgring alemán), el genio astur añadió victorias en Francia y en Alemania para llegar a Interlagos con doce podios, incluido el segundo puesto logrado ante su afición; liderando con 111 puntos, Exactamente 25 más que su principal rival por el título, el finlandés Kimi Raikkonen (McLaren). Apenas un par de semanas después de que se le concediese el Premio Príncipe de Asturias de los Deportes; que recogería un mes más tarde en el Teatro Campoamor.
Para proclamarse matemáticamente campeón en Brasil, a falta de dos carreras para el cierre, al mejor deportista de la historia de Oviedo no le hacía falta ganar. Si vencía Raikkonen, le valía con ser cuarto; y si el finés acababa segundo —como finalmente sucedió— le bastaba con acabar en el top 5.
Antes de consumar una de las más grandes gestas de toda la historia del deporte español, Alonso concedía en Sao Paulo una entrevista exclusiva a la Agencia EFE en la que señalaba que «un título con Schumacher en pista» tenía «más valor;, en referencia al que en esos momentos era, según él mismo reconocía, «el mejor de la historia».
También explicaba que afrontaba el Día D con total tranquilidad.
«No estoy nervioso. Tampoco me tomo esta carrera como la última. Sé que faltan tres. Si hago tres séptimos, lo gano igual. Por tanto, me lo tomó así. Aunque en el ambiente parece como si esta fuese la última carrera; que tengo que hacer podio por narices», afirmaba Alonso horas antes de acabar la carrera donde a él le valía: en el tercer peldaño del cajón.
Su tercer puesto, en una carrera que ganó el colombiano Juan Pablo Montoya, entonces compañero de Raikkonen, supuso un título que desató el éxtasis. Fernando explotó, inmortalizando su grito de «Toma, toma y toma» en el podio de Interlagos. En el que emuló el tradicional escanciado de la sidra vertiendo el contenido su botella de champán en el trofeo recién capturado.
Junto a Briatore y a José Luis Alonso, ese día también le brillaron los ojos a Luis García Abad, el hombre que durante casi dos decenios fue su sombra dentro y fuera de los circuitos. En el box de Renault sonaba Fernando, uno de los primeros éxitos muy exitoso grupo sueco Abba; en honor al flamante campeón. España vibraba con su nuevo ídolo —por la diferencia horaria la carrera se televisó en prime time—. Y el mundo se asombraba con la gesta del guaje rebelde que acababa de alcanzar la gloria.
En toda Asturias, y más aún en Oviedo, la sidra fluyó a raudales. Y en el Centro Asturiano de Sao Paulo, uno de los mayores del mundo, dieron cuenta de no pocas caipiriñas para celebrar el superlativo éxito del paisanín que tan orgullosos los hizo, a tanta distancia de su añorada tierra.
«El título se lo dedicaré a mi familia y a mis amigos», había manifestado en la citada exclusiva con Efe el genial piloto asturiano. Consciente de que «muchos» estaban a punto de ir a sacarse la foto con él; y que, de esos, todos lo habían ignorado en sus inicios. En aquellos años difíciles, en los que José Luis educaba a un hijo al tiempo que forjaba un campeón; al que trasladaba, en innumerables desplazamientos por carretera, a las pruebas de karting que se disputaban en Italia.
«Los tres años he corrido solo, con mis cosas, con mi familia y con mi sacrificio. Y si gano el título, se lo dedicaré a mi familia y a mis amigos. Y absolutamente a nadie más», comentaba Alonso horas antes de anotarse un Mundial al que aún le pondría la guinda ganando la última carrera, en China; después de finalizar tercero en Japón.
Dedicado a familiares y allegados, ese primer título lo celebraron, sin embargo, no pocas personas, incluido un muy reducido grupo de periodistas deportivos españoles desplazados a Brasil que se unió a la fiesta del crack del Principado; que tuvo lugar en un local paulista cuyo nombre coincide, para más señas, con una conocida marca de coches que también lo fue de una histórica escudería.
En el ámbito internacional ya habían sido pioneros, entre otros, Paco y Blanca Fernández Ochoa, Federico Martínez Bahamontes, Ángel Nieto, Arantxa Sánchez Vicario, Miguel Induráin o Carlos Sainz, padre del único otro español, de idéntico nombre, que ha ganado carreras de F1 (cuatro). Y más tarde explotarían Rafa Nadal, Pau Gasol, Carolina Marín, Marc Márquez o María Pérez. Pero en ese momento, con otra gesta que trascendía lo deportivo, Alonso -con 32 victorias y 106 podios en la categoría reina- se inscribía, para siempre y con letras de oro, en la historia de España.
Un hito social
La consecución de los dos títulos mundiales por parte de Fernando Alonso podría decirse que no es lo más grande que ha logrado el piloto asturiano. Es el culpable de que todo un país comenzase a seguir un deporte que, hasta entonces, era prácticamente inexistente en España. Durante sus años de Renault se pudieron ver estadios de fútbol que durante el transcurso de sus partidos vibraban con las gestas del ovetense.
El paso de los años no permitió a los españoles gozar de más títulos de fórmula 1 por parte de Alonso, pero si ser participes de uno de los mayores ejercicios de resiliencia que se recuerdan en cualquier disciplina deportiva. En el 2007 McLaren no permitió verle brillar, 2008 y 2009 fueron años para el olvido en su vuelta a Renault, y en su periplo de cuatro años en Ferrari 2010 y 2012 siempre serán recordados por luchar hasta la última carrera por el título con un coche que no era el mejor.
Volvió a McLaren entre el 2015 y 2018, y la baja fiabilidad y velocidad de un motor Honda que se las prometía brillantes hicieron que su llama en la máxima categoría se fuera apagando hasta decir adiós. Ganó en otras categorías como el WEC, donde conquisto el título y las 24 horas de Le Mans y una vez más regresó a la fórmula 1, de la mano de Alpine.
Su vuelta fue una explosión entre sus fans, los que le vieron brillar en el 2005 y 2006, y los que solo pudieron acompañarle en sus derrotas. En el 2023 abandonó el equipo francés y firmó por Aston Martin, regalándole a los españoles un año mágico en el que pudieron volver a verle luchar por podios y casi por victorias. Ahora, durante una temporada complicada, la gente sigue soñando con la 33 —el asturiano lleva anclado en las 32 victorias desde el 2013— y la llegada al equipo de Adrian Newey, uno de los mejores ingenieros de la historia, sumado al cambio de reglamento para el 2026, hace que España vuelva a estar expectante de lo que «Magic» Alonso pueda hacer con sus manos en la que puede ser su despedida definitiva del mundial.
Marc Márquez, otro joven español que decidió hacer historia
Mientras Fernando Alonso hacia soñar a todo un país conquistando sus dos títulos mundiales de formula 1, un joven de Cervera comenzaba a asustar brillando en las categorías inferiores de las dos ruedas. En el año 2010 conseguía hacerse con su primer mundial, en la extinta categoría de 125cc —equivalente hoy en día a moto 3— y dos años después se haría con su segundo en moto 2. 2013 sería el debut de Marc Márquez en moto GP, y su llegada pondría patas arriba el panorama. Llegó y en su primer año ya consiguió salir campeón luchando contra leyendas del motociclismo como Valentino Rossi, Jorge Lorenzo o Dani Pedrosa, y así lo haría hasta cinco veces más, en el 2014, 2016, 2017, 2018 y 2019.
Este fin de semana Márquez tendrá en Japón la oportunidad de conquistar su noveno título mundial, tan solo necesita sumar tres puntos más que Álex Márquez, su hermano y único perseguidor en la clasificación. A pesar de todo, este podría no ser el noveno si no el séptimo, ya que Liberty Media, nuevos dueños de moto GP, plantean eliminar de los palmarés los títulos conseguidos en las categorías inferiores a la reina, lo que supondría que algunas leyendas como Ángel Nieto, con sus 12+1 mundiales, pase a no tener ninguno.