La imagen de Oscar Piastri, líder del campeonato de pilotos, mirando por una pantalla cómo su equipo celebraba el título de constructores es todo un síntoma del profundo problema que tienen los de Woking cada vez que se ven en posiciones ganadoras
07 oct 2025 . Actualizado a las 10:24 h.McLaren está viviendo un momento dulce en lo deportivo. Por primera vez desde el ciclo glorioso de Prost y Senna, los de Woking han sumado dos campeonatos del mundo de constructores consecutivos. La labor de recuperación de los técnicos desde principios del 2024, cuando eran el último equipo —o penúltimo en el mejor de los casos— es digna de elogio, dado que la recuperación les ha colocado en lo más alto. Solo un animal competitivo como pocos ha existido en la historia, Max Verstappen, es capaz de debatirles el dominio carrera tras carrera. Si la grandeza de un éxito se mide por los enemigos a batir, queda fuera de toda duda que lo que ha hecho McLaren es uno de los grandes hitos de la historia de la Fórmula 1.
Por eso, ver las sonrisas forzadas en el paddock de Singapur sorprende a los que menos conozcan la historia de la escudería que fundó hace más de medio siglo Bruce McLaren. Lando Norris y Oscar Piastri dejaron en las calles de Marina Bay una demostración más de que no tienen una relación cordial como hubieran querido. Todos los fines de semana de un tiempo a esta parte hay algún roce, toque, declaración más alta que otra o una mirada porfiada. Lo de este domingo tras la carrera es todo un ejemplo.
Mientras George Russell celebraba su segunda victoria de la temporada, incontestable, junto a Max Verstappen, a Lando Norris le costaba sonreír. Bien puede ser por el cansancio que acumulaba de la carrera, ya que en Singapur se sufre más que en otros circuitos, bien porque sabía que no había actuado bien. La joya de McLaren no está siendo el líder que todos esperaban, ni el heredero del cada vez más crepuscular Lewis Hamilton en los corazones muy británicos y mucho británicos de la no menos británica Fórmula 1.
Y su desesperación se nota en cada fin de semana en el que Oscar Piastri le clava un puñal en forma de posición ganada en la clasificación o en la carrera. Este mismo domingo, Norris estuvo muy cerca de provocar un doble abandono en el equipo McLaren cuando se tocó con su compañero en la primera curva del circuito. La moneda salió de cara, porque el golpe que le dio Norris a Piastri bien hubiera acabado con el segundo en el muro y el primero con la suspensión rota en 9 de cada 10 ensayos. Desde esa primera vuelta, a Piastri se le torció el gesto y el enfado fue tal que pidió incluso a sus ingenieros que no le molestasen.
Pero si ese roce no es más que un incidente de la carrera y entra dentro de las costuras de la libertad de los pilotos para pelear entre sí —algo que suele salir bastante mal, y más en McLaren—, lo visto después de la carrera deja bien claro que el ambiente en Woking es de todo menos cómodo. Las redes se han encargado de hacer viral el detalle: mientras Carlos Sainz habla ante los medios, por detrás aparece un Oscar Piastri con su habitual rostro inexpresivo propio de un Playmobil mirando la pantalla que está detrás. La escena en esa televisión era la de su propio equipo con botellas de champán en mano subidos al podio celebrando el título de constructores. Él, líder del campeonato de pilotos y responsable de haber aportado más de la mitad de los 650 puntos con los que McLaren ha confirmado el trofeo —336 puntos, un 51,46% exactamente—, vio por una televisión cómo el resto del equipo festejaba. Es, a todas vistas, una imagen anormal cuando menos.
Esta situación ya la han vivido en McLaren varias veces. La relación entre sus dos pilotos, máxime cuando son potenciales ganadores, se acaba enturbiando por ser incapaces de elegir entre uno y otro. La irresponsabilidad y cobardía endémica de McLaren como equipo ha dejado históricas rivalidades que han dado alas a sus rivales, véase el caso de los años 80 con Lauda y Rosberg y luego Lauda y Prost, el propio Prost con Senna, años después con Alonso y Hamilton y ahora esto. Sin estar Piastri o Norris a la altura de ninguno de los citados, las circunstancias les han colocado a las puertas del Olimpo. Pero tienen a un Max Verstappen que, de momento, en las últimas tres carreras les ha recortado tiempo. McLaren tiene que empezar a elegir ya quién es su caballo ganador, porque los dos no lo van a ser.
La diferencia entre Piastri —un piloto que dejó tirado a Alpine para irse a McLaren, con denuncias judiciales cruzadas incluidas— y Norris —un piloto que se ha ganado en el mundo castellanohablante el apodo de Blando por su incapacidad para presentar batalla física en la pista— es de 22 puntos, con seis carreras por delante. Por detrás, a 41 puntos, está Verstappen. El neerlandés lo tiene difícil, pero ni mucho menos imposible. Una vez ganado ya el título de constructores, McLaren debería dejar atrás la ecuanimidad y apostar por uno de sus pilotos. o el monstruo que viene por detrás puede cazarles.