Lalín es el ancla de estos dos técnicos extranjeros que llegaron por casualidad al corazón de Galicia para entrenar al Coreti
26 sep 2023 . Actualizado a las 11:17 h.El rugbi es un deporte especial. El hecho de ponerse a bregar contra semejantes moles y la tranquilidad con la que presumen de sus heridas de guerra ya hace una idea del carácter de estos individuos. Están hechos de otra pasta y sus vidas suelen ser un reflejo de ello. Las historias de Jorge Luis Antonini (Concordia, Argentina, 1976) y Sergio Diogo Lopes (Coímbra, 1995) son ejemplos de cómo el rugbi ha modelado sus vidas. Ambos aterrizaron en Lalín por azares del destino y su pasión por el ovalado es tal que decidieron establecerse en Galicia y formar parte de una familia que los acogió con los brazos abiertos, siendo designados este verano como entrenadores de los sénior masculino y femenino del Coreti y en el caso de Antonini alternando el cargo como jugador.
Fíjense qué de caprichoso es el destino que Jorge acabó en la capital dezana por un afortunado autostop. El viajaba con su pareja en autocaravana, que en realidad es un bus —luego llegaremos a eso—, y mientras recorrían Argentina de punta a punta se toparon con una pareja de gallegos que también emprendían una aventura por el país en bicicleta. En un inicio era acercarlos unos kilómetros, pero al final pasaron juntos 21 días. «El novio de uno de ellos es de Lalín y conocía a Juan Viana —miembro del Coreti—», explica Antonini. «Hace 4 meses vinimos a visitarlos y la idea era estar una semana. Fui un día a entrenar y a verlos jugar y terminé siendo entrenador y jugador», confiesa.
Su compromiso y la gran amistad con la gente del club hizo que desechara ofertas de Ourense y Valencia, quedándose en Lalín para entrenar al club y viviendo en A Touza, una aldea cerca de Maside. «Lo que tiene el rugbi es que adonde llegas te reciben bien. Hasta los 14 años jugué al fútbol y descubrí que había mala competencia para robarte el puesto, en el rugbi es una rivalidad sana, tu compañero te alienta para que seas mejor», explica.
Esa camaradería y compañerismo son su gasolina. Practica este deporte ininterrumpidamente desde los 14 años hasta los 42, probando la modalidad seven en la última etapa. Su carrera se desarrolló principalmente en Argentina, jugando primero en el Escabiar de Paso de los Libres. «Ahí nos dedicábamos más a tomar que a jugar, pero fue donde me enamoré del rugbi», comenta entre risas. Luego jugó en el equipo de su Concordia natal y finalmente pasó 21 años defendiendo la elástica del Liceo Naval de Buenos Aires, «el equipo más grande en el que estuve», apostilla. Cuenta que cuando llegó había 92 aspirantes a su misma posición.
En la capital argentina trabajó de profesor de Educación Física en Nordelta y después actuó como coordinador deportivo y general. Lejos de conformarse con esa vida, Jorge se separó y tras conocer a su actual pareja se lanzó a la aventura. «Los dos teníamos los mismos objetivos y al terminar de construir una casa compramos un autobús que convertimos en autocaravana», explica. En ella estuvieron de viaje dos años por la geografía argentina, pero no fue la única «escapada». «Los dos tenemos raíces italianas y gallegas, por eso decidimos ir a Italia y allí nos quedamos durante seis meses. Vendimos el bus, lo material no encaja conmigo», añade divertido. Después dieron otro salto hasta Galicia. Una estancia que se ha alargado más de lo previsto gracias al rugbi.
«Nos sentimos muy a gusto con estos amigos y decidimos quedarnos una temporada acá por el rugbi, fue el ancla. Los consulte con mi pareja y apostamos por quedarnos», asegura Jorge, que compagina su labor como entrenador-jugador con trabajos de desbroce y corta de leña.
Una amistad hasta el banquillo
Aunque menos rocambolesca, la historia de Sergio también tiene miga. Natural de Coímbra, allí conoció hace unos años a Marta Varela, ex entrenadora hasta esta temporada de las abellonas, la cual por aquel entonces estudiaba en la ciudad lusa. Desde los 14 años es un apasionado del rugbi y como estaba sin trabajo decidió hacer las maletas para ir a ganarse la vida a Galicia. Fue a Lalín a jugar al rugbi con los abellóns y a echar una mano a Marta siendo su segundo en el banquillo. La sintonía fue evidente, ya que ambos conquistaron el año pasado el título de campeonas de Galicia. Ahora Marta da un paso a un lado para que sea él quien lleve las riendas del equipo.
Mientras estuvo por Lalín trabajó en una firma de jardinería, pero este año encontró empleo como ingeniero en A Coruña, donde reside. Pese a la distancia no se lo pensó dos veces. «Desde el inicio la gente me ha atendido muy bien y siempre estuve a gusto con ellos, a pesar de vivir en Coruña decidí ir a Lalín a entrenar», explica.
Charlando con Sergio uno entiende que es un apasionado del rugbi. Lo lleva dentro y como algo mucho más fuerte que un deporte. «De pequeño jugué al fútbol un par de años pero no tiene nada que ver. Tienes que ser jugador de rugbi dentro y fuera del campo, es muy distinto a cualquier deporte», asegura. «Yo no lo practicaba y un compañero me animó a ir. Cuando lo probé por primera vez me encantó, pero no solo por el deporte en sí, tiene algo más», añade.