
La sobrina de Tino Grandío, Marta Callejas, guarda con cariño dibujos de su tío en sus cuadernos escolares
29 dic 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Guarda con cariño Marta Callejas Grandío sus cuadernos de dibujo de niña. A sus creaciones infantiles muchas láminas contraponen los trazos de uno de los genios del arte gallego del siglo XX. Hablamos de Manuel Constantino Ramón Grandío (Lousada-Guntín, 1924-1977). Ese pintor universal al que conocemos como Tino Grandío y que merece un reconocimiento mayor por las instituciones. Por ahora el centenario de su nacimiento que se cumple el día 31 de diciembre apenas ha suscitado iniciativas en su memoria. Con su sobrina, afincada hace décadas entre Silleda y Merza, conversamos sobre la figura de un genio de los grises que «pintaba con brumas», que siempre tuvo a Galicia en la retina. De él atesora múltiples recuerdos y anécdotas, entre las que no faltan con artistas dezanos como Laxeiro o Lamazares.
Marta revive por ejemplo un encuentro entre Tino y Laxeiro, que podía llevarle unos quince años. «Coincidí con Laxeiro y Paco Lareo en un balneario, el primero ya bastante mayor, y al saber que era su sobrina, pues le conocía del Café Gijón en Madrid, se reía al contar que un día discutía con él para decidir quién pintaba mejor y mi tío, que parecer ser que ese momento tenía al lado un marco sin tela, le aseguró que le iba a demostrar que era él y se lo puso sobre la cara para demostrarle lo realista que era», cuenta entre risas. Respecto a Antón Lamazares, que también le conoció en Madrid, cuando él era muy joven y «mi tío ya estaba reconocido de alguna forma», en un encuentro de ella con el pintor lalinense «me decía que él mismo no entendía cómo un pintor tan reconocido por sus compañeros del arte lo tenían tan abandonado en Galicia».
Una estrecha relación
Hasta sus 17 años, momento en el que fallecía Tino Grandío, Marta mantuvo con él una relación muy estrecha, intercambiándose visitas mutuas en sus domicilios en Madrid o acudiendo ella a su estudio. Máxime cuando todo el resto de la familia residía en tierras gallegas. «Era una persona llena de sorpresas, que podía ser muy niño muy niño cuando se ponía a tu altura, muy cariñoso, pero luego para determinados temas era una persona muy seria y educada», remarca su sobrina, que también pone el acento en su pasión por los animales.
Su famosa perra Leira
«Una de las perras más famosas que tuvo, que se llamaba Leira, de la que pintó varios cuadros, la recuerdo yo cuando era muy pequeña y me subía a caballo de ella, era muy pacífica», rememora Marta. Un ejemplar que recogió en una sociedad protectora de animales, con una historia repleta de emoción detrás. El dueño de Leira había fallecido y la perra «estaba en el cementerio y no había forma de que se fuese de allí». Al final lo consiguió y la adoptó Tino Grandío, quien quiso ayudar a sus gestores donándoles una obra para obtener fondos. «Era una persona muy altruista», comenta su sobrina.
Entre esos recuerdos más vívidos para Marta están las horas transcurridas en el estudio del pintor. «Hubo dos fases por así decirlo; su estudio eran las buhardillas de un edificio de la calle Barbieri en Madrid y cuando lo alquiló antes de acometer él varias obras era una cosa terrible, terrible, pero después lo adaptó a sus necesidades e incluso tenía sauna, pero durante varios años estuvo manga por hombro», resalta. «Me encantaba ir —explica Marta— porque veía los cuadros, el material y luego siempre tenía animales, con los últimos un San Bernardo de nombre Adán Loto, una pinscher que se llamaba Mona Lisa, o un gato siamés, Picasso».
En este repaso sentimental más que artístico sobre Tino Grandío, Marta apunta que «dicen que no tiene una obra muy extensa, pero dibujos puede haber todos los del mundo, porque cuando venía a mi casa era muy habitual que cogiera los cuadernos míos del colegio y le daba lo mismo que fueran para presentar en clase después o no, se ponía a dibujar en ellos», comenta. Tampoco resultaba extraño compartir mesa y mantel con él, convirtiendo alguna que otra servilleta en una obra de arte.
De ese pasado común destaca Marta que desde muy joven ya se notó su inclinación por la pintura, conservándose en la casa de sus abuelos en Lousada, en el trastero, toda una pared que está llena de murales creados por Tino Grandío. «Se ve como una playa donde no faltan desnudos de mujeres y se mantiene perfectamente», recalca, rememorando que llegó a acudir a la Academia de Bellas Artes pero la dejó porque no cumplía sus expectativas personales.
«Vivía en Madrid pero siempre ejerció de gallego»
Marta recuerda los últimos años compartidos con su tío, una vez que sabe que su enfermedad aceleraba su reloj vital. «Era casi compulsivo, muchos de sus cuadros están firmados a partir de 1974, se dedicaba a pintar y dibujar intensamente», incide para subrayar que siempre tuvo a Galicia en su mente, sus obras reflejan su tierra, su origen. «Vivía en Madrid pero siempre ejerció de gallego el cien por cien de su tiempo», sentencia.
Si buceamos un poco en su corta pero intensa trayectoria artística, como complemento a esos retazos de vida compartidos por su sobrina, lo primero a destacar sin duda es su singularidad. Ya desde sus inicios en Lugo y después en la capital española, donde recaló pensionado por la Diputación lucense, donde se integra en la conocida como Escuela de Madrid, que fomenta las tertulias en el Café Gijón donde conoció a Laxeiro, pero se integró en el grupo compuesto por Díaz Caneja, Cristino Mallo o Francisco Arias, entre otros.
Con tan solo veinte años consigue su primer premio, en este caso con una escultura, una faceta creativa que cultivó de forma muy esporádica. Después llegarían varios de la Dirección General de Bellas Artes o la beca March, así como el gran premio y medalla de oro de la primera bienal gallega, o el Repesa en 1968, entonces el mejor dotado a nivel económico en España. Sus obras viajaron por todo el mundo con exposiciones en París o Nueva York, en Suiza o Alemania, por citar solo algunos ejemplos. En numerosos museos tanto nacionales como extranjeros se cuenta con creaciones salidas del pincel y la mano de Tino Grandío.
Como apuntaba la directora del Museo Provincial de Lugo, Aurelia Balseiro, hace unos días con motivo de la jornada del Consello da Cultura Galega dedicada a él, «sus obras siempre estuvieron inspiradas en Galicia... se refleja en los motivos, en los temas y en los colores usados». «Fue el pintor de los grises, de las nieblas etéreas, de las texturas atmosféricas, con una paleta sobria pero llena de variaciones y tonalidades», reflejaba sobre su obra. Una figura fundamental del arte gallego, que aún no es profeta en su tierra querida.
Una efemérides que apenas recaló el interés de las instituciones, con olvido de la Xunta
En el seno de la familia se siente cierta pesadumbre porque el centenario del nacimiento del pintor está pasando desapercibido. A principios de año la sede de Afundación en Santiago acogía la muestra Tino Grandío. Correspondencias, donde artistas contemporáneos entre los que estaba el lalinense Álvaro Negro reinterpretaban obras del lucense. Ahora algunas de sus creaciones forman parte de la colectiva de Abanca en las siete ciudades gallegas y el pasado 12 de diciembre el Consello da Cultura Galega organizó una jornada en Lugo en torno a él. Pero se echa en falta que la Xunta ponga en valor a un referente imprescindible del arte gallego, multipremiado aunque de difícil encaje la historiografía gallega y sin colectivo propio, quizás por residir en Madrid, pero que fue siempre por delante, un vanguardista con un estilo personal que sirvió de referente a creadores contemporáneos.
Marta Callejas agradecía en nombre de la familia de Tino el interés mostrado por Lucila Yáñez, del Consello da Cultura Galega, por promover esa jornada de debate y análisis, además de «elaborar un vídeo maravilloso de toda la trayectoria de mi tío y pretende repetir ese acto en otros puntos de Galicia». «Del resto de instituciones no hubo nada y creo que como patrimonio de todos deberían tener un poco más de interés, tanto por él como por otros artistas que están olvidados», sentencia, sin entender las causas: «No se puede excluir a una persona de preservar y divulgar su obra por el hecho de no pertenecer a determinado movimiento».
Tino Grandío, su obra, sigue casi cinco décadas después de su muerte resultando plenamente contemporánea, inspiradora en las nuevas generaciones.