Cristina Moya es «albañila» desde hace 20 años: «Al principio cuando llegaba a una obra creían que era la limpiadora»

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Disfruta haciendo revestimientos en cocinas y baños y es una gran alicatadora. «Siempre me gustó la obra. Yo quería aprender a construir algo, lo mío es de vocación», dice

13 oct 2025 . Actualizado a las 09:30 h.

Cristina Moya puede decir que es una mujer a la que no le han regalado nunca nada. Ni falta que le hace, porque con sus manos y su tesón ha logrado hacerse un hueco en el sector de la construcción, donde hasta hace bien poco prácticamente no había mujeres que se dedicaran a ello. Pero eso a Kiki, como la conoce todo el mundo, nunca le ha importado. Ella vio la oportunidad de hacer lo que le gustaba y no la desaprovechó. De eso hace ya 20 años y nunca se ha quejado del oficio que eligió, más bien todo lo contrario. Orgullosa que está de ello.

«Era muy jovencita. Tenía 22 o 23 años, pero ya era madre y me surgió la oportunidad de poder estar dos años en una escuela taller, que se llamaban entonces, y que ahora es como la formación profesional. Estuve dos años aprendiendo el oficio. Porque yo antes trabajaba de monitora infantil en una guardería. Y cuando me salió la oportunidad, me dije: ‘‘Ahora o nunca’’. Porque al ser madre y tener mi trabajo, pensaba que ya no iba a poder conseguirlo. Pero sí, lo dejé todo y me metí a hacer ese curso de dos años», relata esta mujer, que se ha hecho un hueco en el sector y cuenta con el respeto de todos sus compañeros.

«Me apliqué, salí como oficial de segunda de albañilería. Pero es verdad que al principio me costó mucho que me dieran la oportunidad de trabajar. Y lo que hacía eran trabajos para mi familia, que si el cuarto de baño para mi prima, algo para mi abuela, también para mi hermano... Y cuando fui cogiendo más experiencia, después de pasarme años haciendo obrillas, pues ya me dieron la oportunidad de trabajar en obras más grandes, de viviendas de pisos y cosas así», aclara, mientras reconoce que hace un tiempo que ya trabaja por su cuenta, de manera autónoma.

«Siempre me gustó la obra. Yo quería aprender algo para construir. Y me dediqué a los alicatados, los revestimientos, las terminaciones, que para mí es lo más bonito que tiene la obra. Aunque conozco todos los oficios de principio a fin, porque ya llevo muchos años en esto. Y he pasado por muchos de ellos. Me encanta este trabajo. Lo mío es de vocación», dice. Pero no todo ha sido color de rosa para Cristina. Ella tuvo que demostrar su valía, sobre todo cuando quiso hacerse un hueco: «Cuando era más joven y me presentaba a una obra, no me querían dar trabajo. Me decían que si me daban trabajo, el resto de mis compañeros ya no iban a trabajar. Yo siempre les respondía que yo no venía a estar de cachondeo. Me encontraba con que no me daban la oportunidad. Pero una vez que me veían trabajar, ya empezaban a tratarme como una más en la obra». Porque cuando Cristina se mete en faena, no hay distracciones que valgan: «Tú estás a lo tuyo, en tu sitio, y tratando de sacar el trabajo adelante».

En estos veinte años de oficio, Kiki ha vivido también la crisis del ladrillo de hace unos años. Todavía la tiene muy presente: «No tenía nada que ver con lo que hay ahora. Era mucho más complicado encontrar trabajo. Y lo poco que había era malo y mal pagado. Porque claro, al haber poco, abusaban más de la cuenta. Igual pasó también en la pandemia, que los precios estaban reventados. En algunas partes de España se cobraba lo mismo que hace veinte años. Ahora, está cambiando la cosa un poco. Porque cada vez somos menos los que trabajamos en la construcción. No hay gente y los precios suben un poco».

Pero, a pesar de las oscilaciones que ha vivido el sector en estas dos décadas, Cristina reconoce que jamás se ha arrepentido de la decisión que tomó en su día. «Separada y con dos hijos, gracias a este trabajo yo he podido sacar a mi familia adelante. Tienes la garantía de que si haces una obra, te puedes sacar un dinero». Ahora ella ya trabaja por su cuenta como autónoma, pero explica que cuando dejó de trabajar para empresas, el sueldo medio de un alicatador estaba en unos 1.700 euros netos. «Ahora, en mi caso ya es distinto, porque, aunque gano más, pues tengo más gastos y hay que atender a muchas más cosas», indica. Y cuenta cómo es su día a día: «Si estás en un bloque de pisos, llegas a las ocho de la mañana, te metes en tu trabajo y empiezas a alicatar hasta las seis de la tarde. Paras para comer, pero ya no te vas de la obra, comes allí. Y a las seis de la tarde o a las siete, te vas a tu casa, pero has hecho ya un baño o una cocina, depende de lo que te haya dado de sí el día».

Mil anécdotas

Veinte años dan para mucho y más si eres de las que va abriendo camino. «Tengo mil anécdotas. De llegar a trabajar a la obra y que no me dejaran entrar porque pensaban que era la limpiadora. Me decían que todavía no podía entrar porque estaban en plena obra. Y, claro, les tenía que responder que yo no iba a limpiar, sino a trabajar igual que ellos, que era alicatadora», relata. «O también se pensaban que era de riesgos laborales y que me presentaba allí a ver si tenían todo en orden. Porque normalmente las mujeres que entraban en una obra o eran de riesgos laborales o arquitectas. Yo, en todos estos años, mujeres a pie de calle, que trabajen como uno más dentro de la obra, me habré encontrado a dos en 21 años. Una en el sector de impermeabilización y otra que trabajaba con su marido, que era autónomo, y ella estaba empezando como albañila, levantando tabiques y cosas así», aclara.

Pero a pesar de todas estas anécdotas, Cristina siente que se ha ganado el respeto de sus compañeros: «Con los años, sí. Además, el hecho de que me estés haciendo una entrevista, para mí ya es un reconocimiento. Pero también hace unos días he estado en la entrega de premios del sector y cuentan conmigo para algunas ferias relacionadas con la construcción. Con lo cual, para mí es un todo un orgullo y me siento reconocida».

Luego está también su faceta en las redes sociales, porque siempre saca un hueco para mostrar su trabajo, y además, intentar sacarle una sonrisa a la gente. «Las redes ayudan a que se reconozca también mi trabajo. En TikTok tengo ya más 11.000 seguidores. Así que estoy muy contenta. Me gusta hacer vídeos de cachondeo, otros trabajando más en serio. Hago un poco de todo», indica. Porque si hay algo que tiene claro es que además de trabajar, también hay que disfrutar de la vida: «Que los días que estemos aquí, si podemos dejar algo para los demás..., que sea algo que le guste a la gente, que se acuerden de ti y que se rían».

Otro de los proyectos en los que está participando este año es en dar charlas en los colegios: «Es un proyecto muy bonito. De lo que se trata es de que los niños vean que hay también mujeres trabajando en el mundo de la construcción y que sirvan de inspiración. Vamos cuatro mujeres, una del sector de la fontanería, otra de pintura, yo de alicatados y creo que alguien más. Es para que la juventud y las chicas vean que se pueda llegar a trabajar en esto». «Vamos, que si quieres, puedes. Y si esto es lo que te gusta, que luches por hacerlo. Porque a mí me costó años conseguirlo, pero a día de hoy estoy superagradecida y muy contenta», explica.

Además de sus dos hijos, Cristina también tiene otra hija, «todavía pequeñita». «Uno de ellos, el mayor, que tiene ahora 21 años, ha estado trabajando conmigo. Pero ha cambiado de rama, se ha metido en trabajos verticales, que también es otro oficio bonito, de revestimiento de edificios y cosas de esas. Estoy muy orgullosa porque haya seguido mis pasos, aunque sea en otra rama. Y a la chiquitilla le gusta también ayudarme», cuenta.

Eso sí, trabajar 20 años en la construcción también pasa factura. «Tengo las rodillas, los codos, las muñecas... me cruje todo el cuerpo. Porque se trabaja con herramientas muy pesadas. Pero también es verdad que me ayuda a estar activa y en mejor forma física que si no me hubiera dedicado a esta profesión. Solo con el ejercicio diario que hago cogiendo sacos y moviendo azulejos con los tamaños que hay últimamente..., pues te mantienes fuerte. La verdad es que para mí ha sido beneficioso dedicarme a esto». Claro que sí.