El sueño social de Annie y Alonso

Rocío García Martínez
rocío garcía A ESTRADA / LA VOZ

A ESTRADA

miguel souto

Ella fue a un colegio de monjas y él fue alumno hippy, actor de telenovela y compañero de reparto de Ricky Martin; juntos revolucionan A Estrada empoderando a la juventud

28 abr 2021 . Actualizado a las 12:57 h.

La vida de Annie y Alonso es casi de película. Con muchas aventuras, algún capítulo dramático y una gran historia de amor. Muchos estradenses les conocen como principales impulsores del movimiento asociativo juvenil de A Estrada, pero pocos saben cómo han llegado a este rincón del planeta y por qué han decidido dedicar su vida a los jóvenes.

Y no es fácil de resumir. Comenzamos por Annie. Ana Beatriz Sánchez Méndez, de 37 años, una joven de pelo rosa y fuerte compromiso social. Su madre era originaria de Guimarei y su padre de A Coruña, pero ambos emigraron a Venezuela y se conocieron allá. Annie -como la han rebautizado los jóvenes estradenses- vivió en Caracas hasta los 19 años. De familia acomodada, estudió en un colegio de monjas. Cuando llegó la hora de ir a la Universidad, le salió la vena rebelde. No quiso ir a la privada, así que se matriculó en Sociología en una escuela pública. La inseguridad del país le pasó factura. Solo por su aspecto físico -tez blanca y ojos azules- estuvo desde el principio en el punto de mira. Llegó a tener que ir a un curso de autodefensa y a llevar en el bolso un espray de pimienta. Aquello la animó a buscar otra vida en la tierra de sus abuelos.

No quería que mi vida fuese ir del trabajo a casa siempre con miedo

«No quería que mi vida fuese ir del trabajo a casa siempre con miedo. Por mis primos de aquí, veía que otra vida era posible. Tenía esa opción, porque siempre tuve la nacionalidad española, y decidí aprovecharla», explica.

Se fue a Madrid con su novio y se acercó a Galicia cuando enfermó su abuela. Se casó y se divorció. Él se volvió a Venezuela y ella se quedó en Galicia.

Y ahora Alonso Antonio de la Cantera Álvarez. «Un nombre casi de telenovela», bromea. Y en algún momento le fue al pelo, porque de pequeño Alonso llegó a tener papel en alguna. Su madre, Idanis Álvarez, era actriz de televisión y directora de teatro. La infancia de Alonso -hoy tiene 43 años- fue casi lo opuesto a la de Annie. Estudió en un colegio hippy en un pueblo próximo a Caracas. «Las aulas eran cabañitas. Era un concepto diferente de educación», explica.

Hermano de Tom Sawyer

«Crecí subido a un árbol y descalzo. Mi madre dice que era el gemelo de Tom Sawyer», confiesa. Sus padres lo animaron a experimentar y él siempre fue una persona activa. «Di alguna actividad y seguro que la he hecho», reta. Es posible. Según explica, le pega a la música, al skate, el surf, la escalada, el buceo, el grafiti, el teatro, el cine... «Mi padre tenía una pared entera llena de medallas mías», dice sin presumir. «No soy experto en nada, pero he hecho de casi todo», explica. En su catálogo de anécdotas figura haber sido compañero de reparto de Ricky Martin en una teleserie o haber recogido un premio en nombre de Manu Chao cuando trabajaba en una productora.

Huida de Venezuela

Como Annie, también escapó de Venezuela por la inseguridad. «Mi hermano fue asesinado por un policía», cuenta. Alonso se instaló en Mallorca como técnico de sonido y trabajó allá hasta que su madre ejerció de Celestina. Annie y Alonso no se conocían, pero sus madres eran amigas en Venezuela. Estando Annie en Galicia y Alonso en Mallorca, la madre de él vino a visitarla a ella. Le dijo que él era muy tímido y no tenía amigos en España y le pidió que lo llamase para animarlo. A él le dijo lo mismo de ella. Llamada a llamada, prendió la llama. Ella lo dejó todo y se plantó en Mallorca. «Soy muy pasional», reconoce. Él, al oír hablar de A Estrada, vio la oportunidad de regresar al verde de su infancia. Y aquí llevan 14 años.

En busca de la Casa da Xuventude

En A Estrada, Alonso y Annie impulsaron la obra de teatro «Rock'n micro», su primer contacto con la juventud. Abrieron un cibercafé e hicieron de él, más que un negocio, una iniciativa social. Daban bonos de juego por aprobados escolares. «Allí vimos que los jóvenes necesitaban alternativas de ocio, pero allí solo podíamos darles videojuegos y consejos. A partir de ahí surgió el centro juvenil La Estación y Ocionautas», explican. Empujada por Alonso, Annie vio cumplido su sueño de desarrollar un proyecto social que ahora tiene ramificaciones en toda Galicia. El objetivo: empoderar a los jóvenes y ofrecerles un millón de alternativas a los malos vicios. Ella es buena en la planificación. Él, en el cuerpo a cuerpo con los jóvenes. Sus mil vidas le dan para empatizar con cualquiera. Solo falta un detalle para redondear la utopía: conseguir la Casa da Xuventude que la juventud local pide a gritos. Eso y, tal vez, un par de hijos.