María Jesús Hermida Ramos fue la propietaria de Picariños, la primera guardería privada abierta en Lalín
05 mar 2017 . Actualizado a las 05:00 h.Lo primero que hace María Jesús Hermida Ramos (Lalín) antes de hablarme de su guardería, la primera que hubo en la villa, es mostrarme fotografías de los que fueron sus alumnos. De todos ellos sabe sus nombres y, en muchos casos, el camino profesional que siguieron. «Es que fui una madre para muchos de ellos. Estaban casi más tiempo conmigo que en sus casas», apunta. Picariños Guardería Infantil así se llamaba ese primer jardín de infancia que abrió María Jesús en el año 1979 en la rúa Matemático Rodríguez, y que mantuvo operativo hasta agosto de 1997.
-¿Como maestra que es ya ejerciera antes de abrir la guardería?
-Si trabajé un par de cursos en el Colegio Santa Teresa y después al notar que había una demanda real de una guardería decidí abrirla.
-¿Demanda derivada del acceso de la mujer al trabajo?
-La apertura de la guardería coincidió con ese momento en que la mayoría de las mujeres comenzaban a trabajar en alguna de las importantes fábricas textiles que tuvimos aquí. Eran aquellos años 80 de explosión laboral en firmas como Toypes, Florentino o Montoto y muchas no tenían un sitio en el que dejar a sus hijos. Por un lado la demanda existente y por otro el hecho de que siempre me gustaron mucho los niños y la enseñanza fueron las dos combinaciones perfectas para abrir Picariños. Guardería que abrí por cierto en mi casa, en un local enorme que teníamos en la parte de atrás.
-¿Recuerda la llegada de los primeros niños?
-Claro. La más pequeña que tuvimos en la guardería la recibimos con solamente dos meses. Se llama María Alcobre Santos y estuvo con nosotros hasta que cumplió los seis en que se fue para el cole. Es de las que viene todavía a vernos!
-Entiendo que sus alumnos eran todos de Lalín y alrededores.
-Si. Eran los hijos de madres que trabajaban y de otras, las menos, más modernas que querían que sus hijos viniesen a la guardería. Recuerdo también que a algunas abuelas no les parecía tan bien que sus nietos estuviesen en un parvulario. No acababan de verlo!
-¿Cómo era el funcionamiento de su guardería?
-Abríamos a las ocho de la mañana y teníamos niños hasta las ocho de la tarde. Era una guardería muy familiar. Yo ejercía de madre de todos ellos desde que entraban hasta que salían. Les dispensaba el mismo trato que a mi hija que se crio también en la guardería. Tenía un año cuando abrimos las instalaciones. Podemos decir que era como un cole de aldea en el que se mezclaban y convivían niños de todas las edades. Los ponía para que cada uno se desarrollase según sus capacidades. En Picariños teníamos una enseñanza individualizada y de aquí todos salían leyendo y escribiendo. Cierto que no era fácil organizarse ya que cada alumno entraba en un horario diferente, pero siempre fui una persona inmensamente activa y con mucha energía por lo que todo funcionaba sobre ruedas. Tenía tiempo para enseñarles, para jugar con ellos y si tocaba rebozarse, también!
-¿Contaría con alguna ayuda para ocuparse de todos los alumnos?
-Mi madre Blanca siempre me estuvo ayudando. Era para todos los alumnos «la abuela» y además siempre conté con una chica para ayudar. Lo que pasa es que las que venían pensaban que en una guardería no se trabaja, y vaya si había que hacer! Eran doce horas de trabajo continuado con pocos minutos para el descanso y con los ojos siempre puestos en los niños. De hecho tantas horas y días sin apenas descanso fue lo que me llevó a cerrarla en agosto del 97.
«Ir al rincón era el castigo por morder o pellizcar pero peleas no teníamos»
Parte de las instalaciones de Picariños Guardería Infantil se mantienen intactas a pesar de los años transcurridos desde su cierre. Columpios, mesas, sillas y paredes llenas de dibujos dejan entrever un pasado lleno de niños, lecturas y juegos.
-Me daba pena tirar todo esto! Teníamos una zona de juego y otra de estudio en la que todos aprendían de todos.
-¿Castigaba?
-Había una disciplina y se castigaba con ir al rincón el atentar contra otro niño. Morder y pellizcar era lo más común pero no había peleas ni broncas; era lo normal entre niños en un espacio de convivencia y aprendizaje.
-¿Qué libros usaba?
-El Palau para aprender a leer: el mejor del mundo, y las pautas de Rubio además de las fichas propias que yo les hacía. Con eso era más que suficiente para aprender. Luego teníamos libros de cuentos, cintas de música, juegos...
-¿Cúantos alumnos tenía por curso?
-Entre 20 y 30 pero hubo cursos de tener matriculados a 38 niños. Eran muchos y tenía que dedicarles 12 horas diarias... Vivía solamente para la guardería y fui consciente de que tenía que aminorar la carga de trabajo. Trabajé tanto como cualquier otra maestra! Dejé el parvulario y puse una tienda a la que le dediqué también, por cierto, muchas horas y esfuerzo.
-¿Cúanto costaba?
-Cobraba 8.000 pesetas a los alumnos que venían todo el día y 4.000 a los demás. Eran muy pocos los que estaban a jornada completa.
-Y las madres...
-Muy confiadas. Sabían que cuidábamos a sus hijos como si fueran nuestros. Bastante tenían ellas con el trabajo y la casa como para preocuparse por ello.