«Hay más conciencia de aprovechar la ropa, arreglarla o transformarla»

Rocío Perez Ramos
RocÍo RAmos LALÍN / LA VOZ

LALÍN

Rocío Ramos

Con el cambio de temporada aumenta el trabajo de las costureras y modistas

22 oct 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Con el cambio del armario, en este caso de verano a invierno, aumenta el trabajo de las tiendas como la de Máis que arranxos, a cuyo frente está en Lalín, Nidia Rodríguez Romero. Como su nombre indica, el establecimiento está especializado en realizar cualquier tipo de arreglos en prendas de confección. Por el local, apunta, «pasa todo tipo de gente y todo tipo de ropa». Cree que la moda de la segunda mano que empezó hace unos años está contribuyendo a crear conciencia y que la gente cada vez dé más valor a lo usado y recicle.

Lo que más se demanda son «subirle los bajos a una prenda y los cambios de cremallera». «Zurcidos también hacemos muchos», añade, algunos prácticamente invisibles, una habilidad que, como muchas otras cosas, se está perdiendo. En estos tiempos en los que la mayoría de las generaciones no saben ni poner un botón, locales como estos se vuelven imprescindibles ante cualquier emergencia de vestuario.

Al establecimiento, en la avenida Luis González Taboada, le llegan peticiones de todo tipo desde quién va para transformar una prenda a quien quiere adaptar a su figura un vestido recién comprado. Nidia explica que «la ropa la hacen para gente más alta y la mayoría somos más bajitas, así que llegan para adaptar el largo; señoras que vienen para hacer un poco más ajustadas las mangas porque ahora son muy flojas; quitar o poner unas mangas, cambiar alguna cosa, poner un forro nuevo a una chaqueta que por fuera aún está bien o poner cremalleras a sudaderas que no las tenían o a top deportivos muy ajustados ». El abanico de opciones es interminable. Nidia Rodríguez defiende el valor de la ropa vintage. Del pasado, bien procedentes de una tienda de segunda mano o de un armario donde llevaba décadas guardadas, le llegan prendas «con telas espectaculares y acabados mucho mejores que los que se ven ahora».

Los tejidos duraban lo que no duran hoy y muchos continúan intactos después de muchos años. Hay jóvenes que «llegan con alguna prenda de la abuelita o vestidos de segunda mano que les quedan muy anchos y hay que ajustar».

En la actualidad, muchas de las prendas tienen menos calidad y los tejidos no duran. Pone el ejemplo de algunos vaqueros «que los venden desgastados después de someterlos a un proceso con piedra, a veces se pasan, supongo, y llegan con a tela que se acaba rasgando en algunos sitios en poco tiempo».

También le llegan muchas prendas compradas por Internet en las que las clientas se encontraron con que el tamaño de la talla no fue el esperado.

Rodríguez Romero abrió su establecimiento con una socia en el 2017 «y en el 2019 ya me quedé sola». Cuenta que «ya de niña cosía, siempre me gustó. Después hice un curso de confección estudiando el Bachillerato. Luego estaba estudiando, mi padre enfermó y me puse a buscar trabajo». A los 19 años entró en una fábrica de confección en su país natal, Venezuela, «donde también se hacía ropa a medida».

En el 2008 llegó con su familia a Lalín y en el 2016, tras quedarse sin trabajo, se fue a Madrid donde estaba su hija. Consiguió empleo en una tienda de arreglos de ropa y esa labor, dice, le dio la confianza para intentar abrir un negocio.

De momento no le falta trabajo y explica que «todo lo que está confeccionado se puede arreglar». Todo se puede cambiar. En muchos casos sus clientas acuden para ver qué idea le da y qué se puede hacer para transformar una prenda o hacer frente a algún desperfecto. Hay muchas señoras y jóvenes que acuden pero también hombres «que traen su ropa, o la de sus esposas o sus hijas».

Hay quien incluso le lleva algún zapato «zapatitos de nena para ponerle algún lacito, algún broche o algún zapato de malla para hacerle un zurcido a mano». «La moda es cíclica, las cosas cada vez cuestan más y lo que se llevó ayer se vuelve a llevar mañana», señala.

«Un zapato bo de pel sempre merece a pena levalo ao zapateiro»

Si cada vez se intenta alargar la vida de la ropa, lo mismo pasa con los zapatos. Alfonso Sucasas, al frente de la tienda de reparación de calzado O afiador, en las galerías Pelayo de Lalín, explica que «este ano é un dos que máis traballo estou tendo» El local lleva 14 años abierto y «nos derradeiros cinco anos ou así, os materiais mudaron moitísimo». La labor de los antiguos zapateros no tiene nada que ver con la de ahora. Si antes lo que más se hacía era poner tapas, ahora se cambia el suelo entero de la zapatilla deportiva que casi es el tipo que más abunda y que vienen pegadas y no cosidas. Los tacones de aguja «que se traían un montón xa hai moitísimos menos», añade. Se continúan tiñendo zapatos, la mayoría de mujer pero también de hombre; de marrón y negro, sobre todo, de azul marino, de rojo o blanco. Como anécdota dice que le trajeron unas sandalias con un gran agujero en el medio y le pidieron «que lle botara unha capa de serrín e unha pel enriba».

Subida de materiales

En el calzado infantil la labor que prima es la colocación de punteras de piel en las deportivas. Señala que «un zapato bo de pel sempre merece a pena levalo a arranxar» pero llegan cada vez más, mucho material sintéticos y plástico y algunos que «costa máis o arranxo que o zapato». Se queja de que los materiales usados en su oficio «son cada vez máis caros, sube todo cada pouco». A los zapatos de todo tipo que pasan por el local para arreglar, ensanchar, estirar o reformar, se suman también infinidad de bolsos de todo tipo, algunos cinturones y «moitas maletas para cambiarlle as rodas». Eso sin contar el goteo diario de realización de llaves y mandos.