La de Iberia no es la única operación protagonizada por una aerolínea española. Sin ir más lejos, la semana pasada la Generalitat, el Ayuntamiento de Barcelona, instituciones semipúblicas y un grupo de empresarios privados cerraron la compra del 80% del capital de Spanair a la escandinava SAS. Un acuerdo que supone una amenaza para el papel de la futura Vueling -en proceso de fusión con Clickair, filial a su vez de Iberia- como compañía de referencia del aeropuerto de la capital catalana.
Fuera de las fronteras españolas, la operación más reciente es la compra del 25% de Alitalia por Air France-KLM. Una transacción a la que se ha llegado después de sortear numerosos obstáculos: desde el concurso público iniciado por el Gobierno de Romano Prodi, pasando por el primer intento fallido de la franco-holandesa por hacerse con la italiana, la quiebra de esta última y la rocambolesca creación del consorcio empresarial italiano CAI, que, con el apoyo de Berlusconi, ha hecho posible la resurrección de Alitalia.