Paradojas de la (mal planificada) reestructuración financiera: el hijo se come al padre. Hace apenas un año, NCG era el máximo accionista del Banco Etcheverría. Por menos de 30 millones de euros, vendió su participación a un señor desconocido entonces: Juan Carlos Escotet. Doce meses después, la jugada es inversa: el Etcheverría (o Banesco, que tanto da) es el que compra a su antiguo dueño, pagando 1.003 millones de euros. Digno de una buena película de Berlanga: Betanzos, donde se fundó el banco más antiguo de España, se come al gigante de A Coruña y Vigo.
El vaso medio lleno o medio vacío. En los últimos cinco años, por ninguno de los bancos que subastó el FROB se logró ingresar más de 1 euro. Un éxito (nótese la ironía). Banesco paga por NCG 1.003 millones de euros. Sin muletas ni ayudas extra, salvo las contingencias de Aviva, las preferentes y las cláusulas suelo, que no está nada mal. Esos 1.003 millones son el vaso lleno. Se puede ver de otra manera: el Estado palma en la operación casi 8.000 millones de euros, tras inyectar 9.000, en tres tandas, en la fusión de las cajas gallegas. El FROB preveía ingresar 1.500 millones. Pero ya saben ustedes cómo hace las cuentas el fondo estatal bancario.
El ruido y la sorpresa. En Madrid y Barcelona (y en algunos despachos de Galicia) la operación se ve con sorpresa. Incluso con recelo. Un ¡venezolano! comprando un banco español. El discurso llevaba semanas asentado en algunos foros. Lo propagaban los mismos que, se entiende, aplaudirían a rabiar si Novagalicia hubiera acabado en manos de otro banco español, con cientos de despidos, y la comunidad borrada del mapa bancario.