Tarjetas «black»: ¿Secreto a voces o «vendetta» de ministro?

ECONOMÍA

Hay quien piensa que este asunto tiene mucho que ver con una vendetta de Luis de Guindos hacia el ministro de Hacienda...

13 oct 2014 . Actualizado a las 08:22 h.

Correo electrónico de Enrique de la Torre, secretario general saliente de Caja Madrid, a su sustituto, Jesús Rodrigo, con copia al presidente de entonces, Miguel Blesa: «Los miembros de la comisión de control tienen cada uno una tarjeta Visa de gastos de representación black a efectos fiscales».

A partir de ahí fue tirar de la manta y destapar uno de los mayores escándalos financieros de la historia de España. No por su importe (poco más de 15 millones de euros, calderilla en comparación con los 22.500 millones que se inyectaron en el SIP de Caja Madrid) sino por la sinvergüencería de las 83 personas que se gastaron a espuertas ese dinero negro en bares, restaurantes de lujo, viajes, salones de peluquería, grandes hoteles, mientras daban lecciones de moralidad y exigían contención salarial y sacrificios a todo su alrededor.

¿Quién tiró de la manta? Decían las crónicas de entonces -de manera eufemística, se supone-, que el actual presidente de Bankia, José Ignacio Goirigolzarri, había aceptado la dimisión del director financiero y de riesgos, Ildefonso Sánchez Barcoj, y del de auditoría interna, Miguel Ángel Soria. En su sustitución llegaron Juan Carlos Estepa, al que Goirigolzarri conocía de su etapa en el BBVA; e Iñaki Azaola, un histórico del Banco Guipuzcoano, del que salió cuando se fusionó con el Sabadell. Y con ellos llegó el destape porque fue precisamente un miembro del equipo de Azaola el que se decantó del email. Dicen en la entidad que Goirigolzarri al conocer la noticia se sorprendió, llevó el asunto al comité de dirección y la determinación fue clara: elaborar un informe, que se alzaría al FROB, y de ahí a los tribunales.

Goirigolzarri le avanzó al ministro Luis de Guindos lo que estaba ocurriendo. El expediente, aseguran, ya estaba bastante avanzado, «y el ministro dejó hacer». El jefe de personal fue el encargado de decirle a Rodrigo Rato y a los exdirectivos Fernández Norniella, Ildefonso Fernández Barcoj y Matias Amat que devolviesen el dinero de Bankia. Reintegraron en total 200.000 euros. Lo hicieron cinco o seis días después de la comunicación. No entregaron ni un euro más ni un euro menos de lo exigido, y eso que también habían disfrutado de las tarjetas B de Caja Madrid, donde había nacido esta práctica del dinero de plástico opaco, del que Rato, según los últimos informes, siguió beneficiándose después de irse de Bankia. «No, no hubo presiones, ni de dentro ni de fuera de la entidad» para no destapar el agujero, insisten hoy en Bankia. Cuesta creerlo. En este monumental escándalo estaba lo más granado del politiquerío madrileño: los amigos de los amigos, los compañeros de partido, del sindicato, de las organizaciones empresariales; incluso estaba Rafael Spottorno ex jefe de la Casa Real con Juan Carlos I y asesor de Felipe VI. Como también cuesta creer que los políticos que habían estado durante todos esos años en el poder no supieran nada de nada de este negro entramado. ¿Que no sabía nada José María Aznar, siendo Blesa uno de sus mejores amigos y Rato uno de sus colegas de profesión? ¿Que no sabía nada Esperanza Aguirre de las tarjetas black cuando ella había sentado en el consejo de la entidad a más de un compañero? ¿Que no sabía nada el Banco de España que gobernaba entonces Fernández Ordóñez, un hombre del PSOE, y que fue capaz de desmantelar el sector de cajas de ahorros de toda España por el «problema» de Bankia? ¿Que no lo sabía la ministra socialista Elena Salgado, experta en utilizar las puertas rotatorias que llevan desde la poltrona del consejo de ministros a la poltrona del consejo de una multinacional? La pregunta, en realidad, tendría que ser otra: ¿Quién no sabía lo de las tarjetas opacas?

Hay quien piensa que este asunto tiene mucho que ver con una vendetta de Luis de Guindos hacia el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, a quien le quiso echar en cara que su ministerio no se enteró de nada en diez años. Alegan que un fraude de 15 milloncejos entre el 2003 y el 2012 es poco fraude para detectar, pero lo cierto que 15 millones de euros son algo así como 2.500 millones de pesetas. ¡Toda una fortuna para pasar tan desapercibida!

Esta semana mantuvieron una breve reunión el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijoo, y el máximo ejecutivo de Bankia, José Ignacio Goirigolzarri. Fue corta, hablaron de la coyuntura económica y poco más. Ni una palabra, aseguran, de las tarjetas black. Quedaron para hablar más despacio, en otro momento.