La entidad inició ayer sus compras masivas de deuda en el mercado secundario
10 mar 2015 . Actualizado a las 05:00 h.Y llegó el día. Después de mucho esperar, el BCE apretó por fin ayer el botón de las compras masivas de deuda (el ya famoso quantitative easing o expansión cuantitativa en la siempre indescifrable jerga de los mercados), por las que Europa ha estado meses suspirando. Casi al mismo tiempo que las agencias Bloomberg y Reuters -dos auténticas biblias para los inversores- daban cuenta en sus pantallas de que la fiesta había comenzado, la autoridad monetaria lo confirmaba oficialmente a través de su cuenta de Twitter.
¿Qué es exactamente lo que hará el BCE?
Gastarse cada mes 60.000 millones de euros en comprar deuda. Y así hasta septiembre del año que viene. Como poco. Porque no parará hasta conseguir que la inflación, ahora en terreno negativo, se sitúe donde tiene que estar: cerca, pero por debajo del 2 %.
Y si en septiembre del 2016 no lo ha conseguido, seguirá tirando de chequera hasta lograrlo. Así que, en principio, se dejará 1,14 billones de euros en el empeño.
¿Qué tipo de deuda va a comprar?
Pública y privada. Pero, sobre todo, pública. Unos 45.000 millones al mes de la primera y otros 15.000 de la segunda. Se trata, fundamentalmente, de bonos emitidos por los Estados o por instituciones públicas de la eurozona como el Banco Europeo de Inversiones o el ICO español. Con un plazo de vencimiento de entre 2 y 30 años.
Y se hará con ellos en el mercado secundario, donde cambian de manos los títulos ya emitidos por los Estados. Eso sí, no va a comprar cualquier cosa. Hay límites. No muchos, pero los hay.
¿Adquirirá bonos griegos?
No. ¡Hasta ahí podíamos llegar!, que dirán en lo despachos de Berlín. Para empezar, la deuda griega no cuenta con las bendiciones de las agencias de calificación. No la consideran una inversión. Es más, la califican de bono basura. Y Draghi ya explicó que no se jugarán el dinero de los europeos especulando. Que solo comprarán activos con rating de inversión.
Para seguir, el BCE no podrá tener en sus manos más del 25 % de una emisión concreta ni más del 33 % de todos los bonos que haya emitido un Estado. Y, con Grecia, ya supera ese listón.
Pocos más remilgos ha puesto el italiano sobre la mesa. Porque, por comprar, comprará hasta bonos que ofrezcan una rentabilidad negativa. Esto es, que si los mantiene en cartera hasta su vencimiento, no solo no le rentarán nada, sino que, además, tendrá que pagarle al emisor un determinado tipo de interés. Y es que en Europa ya son varios los países a los que los inversores les pagan por prestarles dinero. Entre ellos, claro, Alemania. ¿Cómo es posible? Porque hay quien quiere que su dinero more en un búnker -los bonos alemanes lo son- y prefieren perder una pequeña parte de su capital, pero dormir a pierna suelta.
En cualquier caso, El BCE ha puesto un tope: no adquirirá nada por lo que tenga que pagar más de un 0,2 %, que es lo que le cobra a los bancos por dejar el dinero ocioso en su caja.
¿Compra el BCE directamente los títulos?
No. Lo hace a través de los bancos centrales de cada país. Aquí el encargado de instrumentar las compras es el Banco de España, quien además asume el 80 % de las pérdidas, en el caso de que las haya (por ejemplo, si el país suspende pagos o reestructura su deuda y acaba aplicando una quita).
¿Cuántos bonos españoles va a comprar?
Para repartir el pastel se va a tener en cuenta el peso que cada país tiene en el BCE. Y, claro, la porción más grande es para Alemania, que tiene un 25,6 % en el capital de la entidad que preside Draghi. A España le corresponde un 12,6 %. Traducido a dinero: más de 107.000 millones.
¿Qué persigue el BCE?
Encarrilar la recuperación de una bendita vez. ¿Cómo? Restando atractivo a la inversión en deuda pública. La incursión de la entidad con todo ese dinero en el mercado hará que los precios de los bonos bajen y sus rentabilidades (se mueven a la inversa), ya en muchos casos en mínimos, se desplomen. ¿Para qué? Para que los bancos -son quienes más deuda compran- destinen ese dinero a otros fines: a dar crédito con el que alimentar la economía. Al caer las rentabilidades, los Estados se financiarán más barato y podrán dedicar lo que ahorren a otros menesteres: invertir o bajar impuestos. Y, si hay más euros en el mercado, la cotización de la moneda única bajará aún más, abaratando las importaciones. Además, si el consumo aumento, subirá la inflación.