Roberto Ruiz Scholtes: «Hay tantos miedos en la economía global que no influye si en España hay Gobierno o no»

Gabriel Lemos REDACCIÓN / LA VOZ

ECONOMÍA

MARCOS MÍGUEZ

Dice que los mercados solo miran a China y el precio del crudo, que prevé que vuelva a subir a partir del verano

24 ene 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Frente a los apocalípticos que ven en la caída libre del petróleo y los vaivenes bursátiles que esta provoca señales de una gran crisis en ciernes, el director de estrategia de UBS en España argumenta que se trata solo de un bache que, salvo sorpresa, no hará descarrilar la recuperación económica.

-Andan las bolsas muy revueltas, ¿es una turbulencia pasajera o será un mal año en los parqués?

-No estamos cayendo en recesión ni hay un deterioro significativo de la economía mundial, lo que estamos viviendo es básicamente una crisis del petróleo a la inversa. El desplome del precio del crudo está siendo tan intenso, genera tal estrés financiero sobre los productores, que se está contagiando al resto del mercado crediticio y empieza a exceder los efectos positivos que tiene la caída para los consumidores. Lo vemos hora a hora en los mercados, el movimiento del precio del petróleo es el que determina dónde acaban las cotizaciones. Pero los principales indicadores económicos siguen siendo sólidos. Para nosotros la clave está en qué va a hacer el precio del petróleo. A corto plazo es imposible determinar dónde va a tocar suelo, porque hay exceso de oferta.

-Pero a medio plazo son más optimistas: en su último informe prevén que el barril esté sobre los 60 dólares en un año.

-Hemos corregido un poco, hasta los 55 dólares. Pero prevemos una reducción de la producción mundial, principalmente de Estados Unidos y otros países de fuera de la OPEP, que a partir del verano sea capaz de restablecer el equilibrio entre oferta y demanda. La producción en Estados Unidos ya ha caído en medio millón de barriles al día respecto al pico de marzo del año pasado, y creemos que caerá otro tanto de aquí al verano. Y eso, unido a un pequeño incremento de la demanda, hará que el mercado vuelva a estar equilibrado y el precio del crudo recupere mucho.

-También hay dudas sobre la salud de la economía china...

-Nuestras previsiones sobre China son las mismas que hace un año o dos. Las estadísticas ratifican que hay una desaceleración inexorable, estructural, pero que es gradual y ordenada, no es una implosión derivada de una burbuja inmobiliaria y crediticia. Prevemos que crezca un 6,2 % este año, lo que genera ese shock es la menor demanda de materias primas ligadas a la construcción.

-¿No creen entonces que estemos asistiendo a la génesis de otra gran recesión global?

-No, porque no vamos a ver una guerra de divisas global ni la implosión de China, y la dinámica económica en Estados Unidos y Europa sigue siendo positiva: creación de empleo, aumento de la renta disponible, políticas monetarias muy expansivas, materias primas baratas y salarios contenidos... Es una receta muy potente para que las economías sigan acelerando de forma gradual.

-La Reserva Federal ya ha empezado a subir los tipos, ¿seguirán al alza este año?

-La Fed ha demostrado sensibilidad a las condiciones financieras, y lo que está pasando en el mercado tiene el efecto equivalente a una subida de tipos. Así que si persiste esta volatilidad es posible que en marzo opten por no subirlos, pero si nos atenemos a los fundamentales, la previsión es que sigan creciendo, un cuartillo (25 puntos básicos) por trimestre, con lo cual se situarían por encima del 1 % a final de año.

-En Europa no estamos en esas...

-No. Hemos visto cómo Draghi ha vuelto a sacar el capote para manejar expectativas y ha dejado la puerta abierta a posibles decisiones en marzo. Pero el problema que vemos aquí es que, con nuestra expectativa de que el precio del crudo recupere en los últimos meses del año, las tasas de inflación van a pegar un buen salto y se situarán por encima del 1 % en la zona euro. Por eso creemos que no son necesarias medidas adicionales, porque la política es ya suficientemente expansiva.

-Advierten del daño que puede producir la inestabilidad política en España en la economía, ¿pueden despertar los mercados pese a la anestesia del BCE?

-Lo importante es que ahí fuera hay muchas dudas sobre la economía global, miedos tan intensos que el hecho de que en España haya o no Gobierno no influye. Las fuerzas del petróleo o China son mucho más potentes y de momento nos ignoran. El problema es que, si en algún momento de los próximos meses el precio del petróleo recupera y China transmite confianza, el mercado puede entrar en detalle y darse cuenta de que tenemos un problema claro de gobernabilidad. Y eso puede hacer que metan presión. Pero en un mercado intervenido, anestesiado, como el de la deuda, las subidas de la prima de riesgo serían moderadas, cuesta ver que se pueda ir más allá de 150 puntos incluso repitiendo elecciones. Es en la bolsa donde la reacción de los inversores puede ser más intensa.

-¿Cuáles son los riesgos?

-Tenemos un equilibrio parlamentario que hace probable que no se puedan revertir las reformas de los últimos años, incluso hay riesgo de una parálisis legislativa. Y la necesidad de ajuste presupuestario es tan intensa, hablamos de 7.300 millones de euros este año, o de unos 11.000 el que viene si no se hace nada, que va a hacer tremendamente complicado aprobar los Presupuestos para el 2017. El riesgo no lo vemos tanto en términos de ingobernabilidad o de reversión de reformas estructurales, sino en que no haya capacidad para reconducir la situación fiscal a una senda sostenible y que la presión de la Comisión Europea y de los mercados vaya creciendo.

-¿Cuál es la reforma más urgente en España?

-Hay una que quedó a medio camino, la de las Administraciones. El Gobierno habló de ahorros potenciales de seis mil millones de euros que no se han conseguido y que liberarían recursos para gasto social o para reducir el déficit. Ese es el elemento coyuntural clave pero, con carácter estructural, tenemos una Seguridad Social desequilibrada si se quiere mantener en la próxima década, cuando la dinámica demográfica será más acuciante.