La demanda de plazas de tren desborda la oferta en Galicia, pero Renfe se pone de perfil: no habrá más
GALICIA
Los viajeros denuncian el colapso y los retrasos del servicio en media distancia: «Que vengan y le expliquen a mi hija y a mis sobrinas que no llego ni un solo día a recogerlas a inglés por los retrasos»
19 oct 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Hay una protesta de un usuario que, aun siendo breve, sintetiza el malestar de los miles de gallegos que se desplazan cada mañana en tren para ir a trabajar o estudiar: «Cada día es peor que el anterior». Retrasos, averías, web y aplicación colapsadas, frecuencias en media distancia que se agotan con facilidad. Renfe no se plantea aumentar la oferta en Galicia ante una demanda desbordada. Y encima de todo ello retumba irónicas las palabras del ministro de Transportes, Óscar Puente: «El tren vive su mejor momento». Así está el transporte ferroviario:
¿Desde cuándo hay problemas con las plazas de tren en Galicia?
«A partir da gratuidade», zanja Juan Francisco Sánchez Losada, coordinador de CGT Ferroviario en Galicia. Apenas un año después de que el Gobierno decidiese bonificar la totalidad del precio de los trayectos, en verano del 2022, el número de usuarios se duplicó. Y continúa en ascenso: durante el 2023 viajaron 7 millones de clientes. Sin embargo, Renfe nunca incrementó su oferta, que en estos momentos supera las 100.000 plazas semanales.
Las frecuencias son, de hecho, inferiores a la que había antes de la pandemia. Según las plataformas de usuarios, todavía quedan por recuperarse tres semanales desde Vigo, otras tres desde Pontevedra y dos desde Ourense.
Otro agravante tras el final del verano, durante el que se reduce el número de plazas, es la desaparición de servicios de doble composición, es decir, con dos trenes unidos. Muchos de ellos clave, como el que partía a las 9.00 de A Coruña a Vigo con ocho vagones; ahora lo hace con solo cuatro. Son frecuencias en las que lo habitual es encontrarse con billetes agotados. Y hay más factores a tener en cuenta, como el déficit de trabajadores.
¿De quién es responsabilidad esta carencia de plazas?
En gran medida, de Renfe. El número de frecuencias está determinado por el material ferroviario disponible. En estos momentos, la totalidad de ese material en Galicia está siendo utilizado. «Hai avarías producidas porque os trens non pasan polas bases de mantemento que tiñan antes», expone Sánchez Losada. Este sindicalista sugiere que una forma de mitigar esa carencia es autorizar a recurrentes el uso de trenes de larga distancia, opción descartada por Renfe al entender que es difícil darle encaje administrativo.
Una alternativa sería adquirir nuevas unidades. La propia compañía realiza las compras a través de contratos que adjudica a fabricantes de material rodante, como Alstom, CAF o Talgo. Y aquí está otro de los responsables: el Ministerio de Transportes. Juega un papel importante en estas decisiones, ya que autoriza grandes adquisiciones y puede influir en las decisiones de compra. Otra cosa es el atasco en las propias fábricas.
¿Es posible ir de Santiago a Vigo en noviembre o diciembre?
Ni entre estas dos ciudades ni en ninguna otra, al menos por ahora. Desde hace unas semanas, Renfe solo facilita la venta de billetes o la formalización de abonos a poco más de un mes de plazo. Así, este jueves se habilitó la taquilla hasta el 5 diciembre. Y esto desencadena un efecto bola de nieve que lleva a los usuarios a reservar con antelación sus viajes para evitar quedarse sin ellos, saturando aún más una oferta de plazas que se ha probado insuficiente.
¿Qué piden los usuarios?
«Se tiene que restituir la oferta prepandemia, cumplir con los mínimos de horarios de interés general y mejorar el servicio», reclama Iria Méndez, de la Plataforma de Usuarios de Media Distancia. También exigen un aumento de las frecuencias y de plazas, así como una mayor planificación que permita informar a los viajeros con tiempo sobre el estado de los trenes y sus horarios. Entre los viajeros del eje atlántico se coincide en que la media distancia en Galicia debería considerarse como un servicio de Cercanías. A fin de cuentas, es la segunda más utilizada del Estado.
¿Qué dice el Gobierno? ¿Seguirá la gratuidad?
El debate en el Ministerio se centra en las fórmulas para mejorar el servicio y en cómo enfocar los nuevos abonos a partir de enero, ya que la intención es que dejen de ser gratuitos. «La foto final no variará tanto», respondió el ministro sobre la modalidad que se implantará para recurrentes. La idea es que existan descuentos para estos usuarios frecuentes, personas en situación de vulnerabilidad y jóvenes. «La apuesta económica que se debe volcar sobre el transporte público debe centrarse, exclusivamente, en la calidad, en el aumento de la oferta y las frecuencias», reflexionó Puente. Todo dependerá de que haya o no Presupuestos.
En el Congreso, donde Puente fue reprobado esta semana por su «incapacidad para solventar el caos ferroviario», diputados de la coalición del Gobierno advierten que en Madrid los problemas en la red ferroviaria gallega pasan casi desapercibidos una vez se completó la alta velocidad a Galicia: «Durante años se puso el foco solo en la llegada del AVE».
¿Y la Xunta?
Consultada ayer, la Consellería de Presidencia (con competencias en movilidad) avanza que solicitará una reunión con Óscar Puente para abordar los problemas en la red de media distancia y en el AVE. «Non se recuperaron a día de hoxe as frecuencias que había antes do covid e eliminouse a dobre composición nos trens», advierte el conselleiro Diego Calvo, quien recientemente requirió por carta al ministro que se mantenga la gratuidad de los abonos.
«¿Cómo algo que nos cambió tanto la vida se puede fastidiar así?»
El vagón tres del tren que arranca a las 15.33 horas de Pontevedra con destino al norte gallego huele a judías con chorizo. A carne asada. O a pimientos. Desprende esa fragancia a una hora en el el estómago pide papas porque hay una joven que come entre dos vagones, en una especie de tablero junto a la ventanilla que asemeja la barra de un bar. Son solo unos táperes, pero son un símbolo; una muestra de que el tren, antes casi anecdótico para miles de gallegos, con los abonos gratuitos se convirtió en una alternativa real para poder vivir en A Coruña y trabajar en Vigo, por poner un ejemplo. Todo el mundo reconoce ese cambio positivo.Pero nadie está contento. Ese paso del amor al odio con el tren lo resume Manuel, que viaja también en el de las 15.33: «¿Cómo algo que nos cambió tanto la vida se puede fastidiar así? Es para matarlos», señala.
Manuel, que es funcionario, llevaba doce años yendo y viniendo a diario en coche a trabajar desde Santiago a Pontevedra. Nunca había pensado coger el tren porque las tarifas le parecían elevadas. Con los abonos gratuitos cambió al ferrocarril. Dice que ganó en tranquilidad, en tiempo y salud. «Todo era bueno», señala. Y habla en pasado porque ya no se lo parece tanto. Primero tuvo un encontronazo con la falta de plazas. Le resultaba tan difícil coger asiento en alguna de las frecuencias más demandadas que cambió el horario laboral para garantizarse un tren menos concurrido. Ahora está enfadado con la falta de planificación: «Es increíble que no puedas sacar los billetes con más antelación. Yo preferiría pagar un poco y que el servicio funcionase bien», indica.
Manuel coincide en ese punto con Nieves. Ella viaja a diario entre Vigo y Pontevedra. Este jueves tardó cinco horas en poder formalizar uno de sus billetes. Eso le parece una anécdota, porque sabe que fue un día de locos porque todo el mundo intentaba sacar plaza a la vez. Lo que la tiene amargada son los retrasos. Su tren de vuelta, que debería llegar a Pontevedra a las 17.31 horas, siempre arrastra como mínimo diez minutos de demora. Y de ahí al norte, aunque ella vaya hacia el sur. Tiene el correo colapsado de mensajes de Renfe pidiéndole disculpas. No le sirven ya esas excusas: «Que vengan y le expliquen a mi hija y a mis sobrinas que no llego ni un solo día a recogerlas a inglés por los retrasos», espeta, dejando claro que el tren gallego, en vez de una colmena con paz, es un avispero cabreado.