José Manuel Soria, un tipo «difícil de tratar y soberbio»

f. fernández REDACCIÓN / LA VOZ

ECONOMÍA

Juan Carlos Hidalgo

El político canario no deja muchos amigos en el sector eléctrico, que lo recordará como el verdugo de las renovables

16 abr 2016 . Actualizado a las 08:40 h.

«¿Qué cómo pasará a la historia? Simplemente, no pasará a la historia». Quien así habla de la impronta que dejará José Manuel Soria (Las Palmas de Gran Canaria, 1958) en los anales del Ministerio de Industria evidentemente no lo quiere bien. El que así se expresa trabaja para uno de los sectores que fueron víctimas de las iras del político canario: el de las energías renovables. Porque si por algo será recordado Soria es por ser el verdugo de las tecnologías limpias, que atraviesan por un parón sin precedentes a consecuencia del fin de las primas públicas que durante una década premiaron la instalación de molinos de viento, placas solares...

Pero ni siquiera dentro de su partido es fácil encontrar voces que alaben su gestión, o al menos, su actitud. Fuentes próximas al PP reconocen que Soria fue valiente al afrontar el agujero eléctrico (30.000 millones de deuda acumulada) cuando cogió las riendas del Ministerio de Industria. Admiten que había que tomar medidas para que el sistema no quebrase, pero, añaden, se equivocó de método: no supo (o no quiso) dialogar para pactar las soluciones. «No era, digamos, muy receptivo, era un poco distante», opina un compañero.

Y así, a golpe de decretos, gestó una reforma energética que dejó malheridos a todos: empresas eléctricas (de renovables y de producción convencional) y consumidores. A las primeras, les aplicó sin piedad una tijera que recortó sus retribuciones en 2.700 millones y unos impuestos de nuevo cuño. Y a los segundos, los más débiles e indefensos de la cadena, los cargó con subidas en el recibo de la luz para recaudar 900 millones más en aras de taponar las heridas del sistema. Solo en el 2013, la factura encadenó cuatro incrementos y se encareció ese año un 4 %.

La escabechina dio sus frutos, es cierto, y el déficit de tarifa es historia, de momento, pero el precio a pagar ha sido alto.

Las empresas eléctricas han sabido salir airosas gracias, dicen, a sus negocios internacionales. Fuentes del sector admiten que la deuda eléctrica exigía «soluciones drásticas», pero quizá aguardaban que Soria los llamase a capítulo para pactar soluciones de consenso. En cambio, se toparon con un muro, con una ausencia total de sintonía por parte de una persona «difícil de tratar y soberbia». «Francamente, no creo que nadie lo eche de menos», aseguran fuentes del sector.

Algo bueno en su haber

Una de sus decisiones más polémicas, pero seguramente la más valiente y beneficiosa para el consumidor, la tomó en diciembre del 2013, cuando anuló las subastas que cada tres meses determinaban el precio de la energía del recibo eléctrico. Soria acusó a los agentes que intervenían en las pujas de manipular los resultados. Probablemente tenía razón, pero permitió ese sistema durante cinco años y él mismo reconoció que los consumidores habían pagado 1.160 millones de más. El entonces ministro de Industria decidió que lo más razonable sería aplicar el precio real de mercado al coste de la energía consumida en el recibo doméstico y desde hace dos años así es. ¿Es mejor? ¿Es peor? Es menos malo que el anterior mecanismo y lo más aproximado a la realidad posible. En la factura se abona lo que cuesta el kilovatio hora en el mercado diario en el que se compra y vende electricidad con un precio diferente cada hora. Lo malo del invento, que la tarifa varía en cada instante del día y, por tanto, resulta una locura intentar controlarla.

Soria dedicó su mandato a aplicar la tijera en todos los costes habidos y por haber. Y, aunque no se atrevió a liberalizar el sector -mantiene la tarifa regulada y el bono social que representa un 25 % de descuento en el recibo para familias numerosas, personas en paro y jubilados, entre otros colectivos- sí introdujo medidas encaminadas a acabar con las subvenciones a dedo. Así, incorporó la celebración de subastas competitivas para adjudicar incentivos a las energías renovables -se celebró una que acabó en fiasco- y a las industrias que prestan el servicio de interrumpibilidad. En este último caso, el resultado no es tan catastrófico, aunque grupos como Alcoa alertan de que los incentivos ya no garantizan la viabilidad de sus fábricas.

El marrón de los peajes

Su sucesor tendrá que resolver, para empezar, los abultados costes (peajes) que pesan como una losa en la factura (representan el 60 %) y que son los que de verdad la encarecen. Con ellos, los consumidores pagan todas las subvenciones que se otorgan a las empresas del sector eléctrico. También tendrá que afrontar el marrón del llamado impuesto al sol, que penaliza las instalaciones de autoconsumo.

El político, con un inquietante parecido a José María Aznar, llegó al Ministerio de Industria en el 2011 procedente de Canarias. Fue alcalde de Las Palmas entre 1995 y el 2003, presidente del cabildo insular hasta el 2007 y diputado en el Parlamento canario del 2003 al 2011.