Este vigués empezó a interesarse por los negocios digitales cuando solo tenía 14 años. Hoy tiene 17 y ya es CEO de dos empresas de comercio electrónico
02 feb 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Año 2024, primero de bachillerato en una clase de un instituto de secundaria de Vigo. Un adolescente de 16 años atiende «serio y apático» desde la última fila, en palabras de su profesora de Filosofía. Ella se siente frustrada ante la pasividad de un joven estudiante al que no sabe cómo estimular, del que sabe poco y en el que, aunque cumple con los objetivos mínimos y va aprobando el curso, no ve ninguna motivación. Pero nada más lejos de la realidad. Ese joven se llama Mario Rodríguez Mallo y tiene una pasión clara, el comercio electrónico; y no solo eso, lleva más de dos años aprendiéndolo de manera autodidacta desde su casa y se puede decir que desde los 16 años ya se dedica a ello, pues sus empresas están facturando a día de hoy entre setenta y ochenta mil euros mensuales.
Todo comenzó en la cuarentena, durante la pandemia del covid. Mario tenía entonces 14 años y, «fruto del aburrimiento», este joven vigués que estudia en el IES de Beade empezó a aficionarse a ver vídeos sobre emprendimiento, trading —término que hace referencia a la compraventa de instrumentos financieros— y comercio electrónico. «Comencé como mero entretenimiento, pero luego fue a más y me di cuenta de que me gustaba mucho este nicho», recuerda tres años después al teléfono, con una naturalidad más propia de un empresario con más décadas de experiencia. Aún no tenía los 15 años, pero empezó a consumir cursos gratuitos que descubría en internet o vídeos en redes sociales, y se atrevió a montar su primera tienda virtual, un portal de venta de juguetes infantiles y puzles. Tenía un proveedor que le daba costes muy bajos, pero aquella primera experiencia no fue bien y perdió el dinero invertido, los ahorros que tenía como el niño de 14 años que era. «Me gustaba lo que estaba haciendo y no me importó perderlo, al fin y al cabo, un niño como yo no necesita dinero a los 14 años», reflexiona de nuevo este adolescente con las ideas claras.
«El más pequeño»
Así que decidió seguir por el mismo camino, aprendiendo de los errores y escuchando los consejos de sus padres, abrió su segunda tienda virtual, en esta ocasión de camisetas. Este segundo negocio fue mejor y logró sacarle algo más de rendimiento, aunque decidió invertir el dinero en más formación especializada. «Me apunté a una academia y era el más pequeño de la clase, pero los profesores vieron potencial en mí y me ofrecieron asociarme a ellos». Lo hizo y fue el origen de EcommBoost, un holding empresarial desde donde hoy gestionan una decena de tiendas online que facturan en total entre setenta y ochenta mil euros al mes. «Ahí empecé a ver resultados reales, tenía 16 años y estaba ganando más que mis padres», recuerda. Y destaca que desde casa le ayudaron a perseguir este sueño, pero manteniendo los pies en la tierra: «Vieron que me interesaba y me ayudaron, pero siempre han estado pendientes de lo que hacía», explica.
Con las empresas a pleno rendimiento, Mario y sus socios decidieron seguir adelante con la academia online, una división que a él le resulta especialmente importante porque quiere «inspirar a otros jóvenes a emprender, quiero mostrar que es posible alcanzar el éxito profesional desde una edad temprana».
En la academia cuentan con dos servicios: un curso grabado, al que se puede acceder mediante un único pago de 50 euros; y una mentoría más individualizada en el que llevan un seguimiento personalizado de los estudiantes, desde que comienzan hasta que consiguen abrir una tienda online, pasando por todas las fases del proceso, como la búsqueda de nicho, la investigación del mercado, la contabilidad o incluso el contacto con los proveedores, el márketing o logística; todo aquello que él fue buscando de manera autodidacta con solo 14 años.
«Con mi experiencia quiero fomentar el emprendimiento juvenil, para jóvenes que no sepan tomar las riendas de su futuro profesional»
La academia, activa desde hace un año, tiene un centenar de alumnos, entre los que se encuentran diferentes perfiles, como gente que quiere lanzar sus empresas a internet, profesionales que quieren cambiar de sector o gente joven que, inspirada por su trayectoria, quiere conocen esta forma de inversión. «Con mi experiencia quiero fomentar el emprendimiento juvenil, creo que puede ser muy inspirador para los jóvenes que no sepan cómo tomar las riendas de su futuro profesional», explica.
Actitud pasiva en clase
Mario compatibilizaba las clases del instituto con una formación online en comercio electrónico tres días a la semana. Sus profesores desconocían lo que hacía en su tiempo libre ese chico que ocupaba la última fila en clase sin mucho interés por lo que se podía aprender. «Era un estudiante que no se dejaba conocer, tenía una postura defensiva y, aunque aprobaba, siempre lo hacía por lo mínimo», recuerda María Rocío Sío, que el pasado curso le daba la asignatura de Filosofía. Esta docente, que además es psicóloga, reconoce que, a pesar de su actitud pasiva, siempre vio que Mario era un estudiante con mucha capacidad: «No nos llevábamos mal, pero tampoco bien; y cuando unos compañeros me contaron su faceta emprendedora me acerqué a él con la idea de que me lo contara él mismo».
Y entonces todo cambió: aquel chico introvertido y apático resultó ser una persona apasionada por algo a lo que quería dedicar su vida y con ganas de contarlo. «Me quedé muy sorprendida», reconoce Sío que, aunque este curso tiene su plaza en otro centro educativo, sigue en contacto con él y está al tanto de su trayectoria. «Terminó el curso con dignidad y nos hicimos amigos sin serlo», cuenta la profesora. Reconoce que en el sistema educativo actual «no hay espacio para estas individualidades» y está convencida de que en las aulas de cada instituto «se pierden o se frustran muchos talentos que no llegan a brillar porque el sistema no se lo permite». Pero, al mismo tiempo, es consciente de que no se puede vivir al margen del sistema y de que este cierra puertas a personas que no tienen un itinerario educativo convencional.
Seguir estudiando
Por esta razón, convenció a Mario para que no dejara el instituto: «Le dije que no podía remar contra el sistema y le expliqué las oportunidades laborales que se le cerrarían si no terminaba el bachillerato». Así que este curso, al igual que la mayoría de jóvenes de su edad, Mario Rodríguez Mallo cursa segundo de bachillerato y se prepara para hacer la selectividad. «Mi plan es acabar el curso y aprobar la PAU», dice convencido. Ya ha decidido que quiere ir a la universidad y va a estudiar un grado en Liderazgo, Emprendimiento e Innovación, una carrera de cuatro años que imparte en Madrid la Universidad de Mondragón. «Ya hice la entrevista, tengo plaza y lo único que necesito es aprobar la selectividad», explica. Ha elegido esta formación en esta universidad privada por su metodología de estudio, «que es muy práctica, no tienes profesores sino mentores, y está muy enfocada a personas con iniciativas empresariales ya en marcha». Conocida por las siglas LEINN, esta formación superior está basada en una metodología nacida en Finlandia hace más de 25 años. A lo largo de los cuatro cursos, los estudiantes desarrollan proyectos reales con impacto positivo en la sociedad, gestionan clientes y facturan dinero real: «De hecho, el requisito para pasar de curso no es que apruebes los exámenes, sino que tu empresa llegue a un margen de facturación anual», añade Mario.
Esta forma de aprender le atrae mucho más que la que recibe cada día en el instituto de su barrio, «a mí personalmente no me gusta porque el contenido que se nos da es el mismo a lo largo de los años, no se actualiza, y creo que gran parte del temario no es útil para la vida real»; aunque reconoce que hay profesiones «como la de médicos o ingenieros que sí necesitan pasar por este proceso». Por el contrario, echa en falta más asignaturas relacionadas con temas relacionados con la economía doméstica y la fiscalidad: «Deberían enseñar en los institutos cómo pedir un préstamo o cómo hacer la declaración de la renta», reflexiona. En cualquier caso, él ya se ha convencido de cuál es el paso que debe seguir para lograr su siguiente objetivo, mientras sigue haciendo crecer sus empresas.