Bruselas revisará al alza la previsión de IPC y a la baja la del crecimiento
11 jul 2022 . Actualizado a las 20:36 h.Cierto que la inflación golpea, y duro, en los bolsillos de los europeos. Pero eso de que las ayudas para combatir su impacto sean universales —esto es, iguales para todo el mundo— no es lo más adecuado. Y no lo es porque dispara el gasto de los Estados. Y por mucha crisis que haya, y por mucho que las reglas fiscales —esas que obligan a mantener el déficit embridado por debajo del 3 % del PIB y la deuda en el 60 %— en la Unión Europea vayan a seguir en suspenso también en el 2023, no significa que haya manga ancha para que se dispare el gasto público. A diferencia del 2020, cuando las economías europeas se enfrentaban a la lucha contra la pandemia, esta vez no debe haber barra libre.
La flexibilidad que ofrece la llamada cláusula general de escape debe emplearse con prudencia. Es hora de ir cerrando la manguera de ayudas para empezar a limitar el gasto porque la situación de la economía no hace otra cosa que deteriorarse..
Es un mensaje este que lleva semanas saliendo de los despachos de Bruselas y que ayer repitió el Ejecutivo comunitario por boca de su comisario de Economía, Paolo Gentiloni. «No podemos afrontar la crisis energética con más medidas universales y permanentes», dijo en declaraciones a la prensa antes del inicio de la reunión del Eurogrupo (ministros de Economía y Finanzas de los países que comparten el euro).
Una reunión en la que los participantes abogaron por promover inversiones a medio plazo en energías renovables y en eficiencia energética en lugar de aplicar alivios fiscales para hacer frente al alza de los precios de la energía. Y en la que reconocieron que el problema no puede abordarse a largo plazo a través de «medidas fiscales compensatorias». Muy al contrario, estas deben ser temporales y «ajustadas a los más vulnerables».
Así, de cara a la preparación de los presupuestos nacionales para el 2023, el Eurogrupo apuesta por mantener los incentivos a la transición energética justa y por poner en marcha medidas fiscales centradas en los ingresos en lugar de en los precios. Además, los Diecinueve han incidido en que las políticas fiscales tienen que ser «ágiles» y «flexibles» para ajustarse rápidamente a las circunstancias cambiantes.
Empeoran las previsiones
Por otra parte, la Comisión Europea recortará sus estimaciones de crecimiento para la eurozona y la Unión Europea este año y, sobre todo, el siguiente, al tiempo que incrementará sus proyecciones de inflación en las previsiones macroeconómicas que publicará pasado mañana. Así lo anticiparon a su llegada al Eurogrupo tanto el vicepresidente económico del Ejecutivo comunitario, Valdis Dombrovskis, como Gentiloni.
La caída del euro, cada día más cerca de la paridad con el dólar, eleva las tensiones inflacionistas
Cada día que pasa está más cerca, y prácticamente nadie duda ya de que euro y dólar valdrán lo mismo más pronto —puede ser cuestión de días— que tarde. A la divisa única ya solo la separan unas décimas del billete verde. El Banco Central Europeo (BCE) fijó ayer el cambio oficial en 1,0098 dólares, pero en el mercado de divisas llegó a retroceder hasta los 1,0053.
Con el miedo en el cuerpo por un posible cierre del grifo del gas ruso, y la recesión que ello acarrearía en el club de la moneda única, y la vista puesta en el dato de inflación estadounidense que verá esta semana la luz y que podría llevar a la Reserva Federal estadounidense a incrementar otros tres cuartos de punto los tipos para poner freno a la escalada de precios, el euro ha comenzado la semana con evidentes síntomas de debilidad.
Una caída esta que le ha llevado a perder ya casi un 13 % de su valor frente al dólar desde que comenzó la invasión rusa de Ucrania a finales de febrero, y que amenaza con añadir otra vuelta de tuerca más a las tensiones inflacionistas.
Cara y cruz
Y es que si bien es cierto que un dólar más débil abarata las exportaciones desde la eurozona —el grupo de países de la divisa única— al resto del mundo y las hace más competitivas, no lo es menos que encarece la factura que pagamos por las importaciones de la mayoría de las materias primas, que cotizan en dólares y que hay que pagar en esa moneda. Entre ellas, las energéticas, en el centro de la espiral inflacionista que mantiene contra las cuerdas a las economías del euro.