El BCE encara su primera bajada de tipos en la recta final para controlar la inflación
ECONOMÍA
El alivio para las familias endeudadas será mínimo ante la dificultad para acometer nuevos recortes inmediatos
02 jun 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Jueves 21 de julio de 2022. El Banco Central Europeo (BCE) acometía la primera subida de los tipos de interés en once años desbordado por una inflación a la que muchos consideran que llegó demasiado tarde. La institución presidida por Christine Lagarde inició entonces un trepidante ritmo de subidas que llevó las tasas de referencia del 0% al 4,5% en apenas un año. ¿Las consecuencias directas para los consumidores? Un euríbor disparado y, por tanto, hipotecas y préstamos más caros, con requisitos extremadamente estrictos para acceder a ellos. «Los costes financieros de empresas y hogares en España -lo que se paga de más por intereses- subieron un 85% en un año», recuerdan desde Funcas. En números redondos, esto se traduce en 29.600 millones de euros más, hasta un total de 64.400 millones, según sus estimaciones. Tras este período negro para los hogares endeudados, y si ningún shock externo lo impide, el BCE iniciará en su reunión del 6 de junio una nueva era con el primer recorte de tipos en ocho años. El mercado descuenta que la bajada será de 25 puntos básicos, hasta el 4,25%. Y hasta ahí la generosidad del organismo. «Esperamos pocos cambios en el mensaje en torno a la dependencia de los datos y la necesidad de proceder con cautela; es probable que las pequeñas revisiones al alza de la inflación a corto plazo también alimenten esa cautela», explica Rubén Segura-Cayuela, economista jefe de Bank of America para Europa.
La institución monetaria parece tener claro que este inicio del ciclo bajista no podrá ser, ni mucho menos, ni tan rápido ni tan potente como el de las subidas, ante una inflación que en mayo volvió a repuntar en la zona euro hasta el 2,6%. Es cierto que se trata de una subida puntual y que el IPC está ya muy lejos de los máximos del 10,6% alcanzados en octubre del 2022. Pero también evidencia el duro trabajo que queda por delante para atacar esta última milla hasta alcanzar el objetivo del 2%. «Lo más duro viene ahora, porque la inflación se ve sobre todo en el sector servicios, que es donde se requiere más tiempo para bajar», explica Josep Lladós, profesor de Estudios de Economía y Empresa de la Universidad Oberta de Catalunya (UOC). Precisamente, en mayo volvieron a ser los precios de los servicios los que más subieron. «Tras el 3,7% de abril, avanzaron al 4,1%, lo que también elevó la tasa subyacente al 2,9% (en abril 2,7%)», recuerda Ulrike Kastens, economista para Europa de DWS. Todo apunta así a que Lagarde evitará comprometerse el próximo jueves con otro recorte de los tipos en julio. De hecho, las expectativas en el número de rebajas se han reducido de forma notable y el consenso espera ahora tres bajadas. Pero no de aquí a final de año, sino hasta marzo o incluso mediados del 2025.
¿Cuándo llegará al bolsillo?
La gran pregunta ahora es: ¿Cuándo empezarán a notar los bolsillos el nuevo ciclo que, aunque lentamente, están a punto de iniciar los bancos centrales? La respuesta es simple: tarde. «Las bajadas tardan más en trasladarse a la economía real que las subidas», explica Lladós. «El mercado del crédito podría mejorar algo, pero la demanda ha estado retraída durante mucho tiempo, más en familias que en empresas», añade Francisco Rodríguez, investigador de Funcas. Los expertos recuerdan, no obstante, que el primer impacto ya se está dejando notar en índices adelantados como el euríbor. El indicador cerró mayo en el 3,68%, tres décimas menos que en abril, abaratando ya las cuotas variables que se revisan de forma anual. Desde la Asociación Usuarios Financieros (Asufin) consideran que el euríbor bajará hasta el 3% a final de año, una visión algo más optimista que el 3,25% que esperan los analistas de Bankinter que, ya para el 2025, sitúan el indicador en el 2,75%. Todo dependerá de los próximos pasos del BCE. El organismo se guiará, a su vez, por factores como el repunte en los salarios negociados en la zona euro, que se ha convertido en una de sus grandes preocupaciones ante un primer trimestre que pilló por sorpresa al mercado con un alza del 4,69%, muy por encima de lo esperado. «Es probable que el culpable sea el rebote del crecimiento salarial negociado en Alemania en marzo, a raíz de un acuerdo con el sector público», matiza Segura-Cayuela.
Trabajo en equipo
Las cifras evidencian que el equipo de Christine Lagarde no puede recorrer solo esta recta final para el control de la inflación. Sobre todo tras las lecciones aprendidas en los últimos tiempos. Lladós recuerda que el BCE «sí ha tenido éxito a la hora de recuperar la credibilidad del mercado y rebajar las expectativas de inflación». Pero su política restrictiva «ha influido solo en parte» en la moderación de los máximos del IPC que llegaron por factores de oferta ante los que el organismo poco podía hacer. Entre ellos, los cuellos de botella en el comercio global o la subida de los precios de la energía por la guerra. «La política monetaria es fundamental pero, de un tiempo a esta parte, los banqueros centrales admiten dos cuestiones: que sus efectos tardan en producirse, a veces más allá de un año, y que no pueden hacer esta tarea solos», coincide Rodríguez desde Funcas. En este sentido, insiste en que en la reducción de la inflación y el anclaje de expectativas en el sector privado ha tenido mucho que ver «la retirada de algunos estímulos fiscales y la propia complejidad del entorno geopolítico». Así que el BCE también dependerá de esos factores para actuar desde verano. Esta vez contará con el favor de unas economías que, salvo alguna excepción, han demostrado ser bastante resilientes a las tensiones externas.
El riesgo de ampliar la brecha con la Reserva Federal en EE UU
Además de las tensiones geopolíticas y el alza de los salarios, el BCE tendrá que tener en cuenta otro factor clave a la hora de decidir su política monetaria de aquí a final de año: el frenazo que han sufrido las expectativas de rebajas de los tipos de interés al otro lado del Atlántico, donde la inflación americana se mantiene en el 3,4%, lejos del objetivo del 2% de la Reserva Federal (Fed). En las actas de la última reunión del organismo presidido por Jerome Powell -que decidió mantener la tasa de referencia entre el 5,25% y el 5,5%-, algunos miembros se mostraron a favor no solo de no bajarlos, sino incluso de acometer alguna subida a lo largo del ejercicio ante la fortaleza que se observa en la economía y el mercado laboral.
La reacción del mercado no se ha hecho esperar y, si a finales del 2023 se anticipaban hasta siete recortes, los inversores apenas descuentan ahora una o dos bajadas para este año.
Divergencia
Este insólito escenario en el que la política monetaria europea tomará la delantera por primera vez frente a EE. UU., reactiva el riesgo de una repentina debilidad del euro frente al dólar, favorecido por unos tipos de interés más altos. Y, por lo general, ese escenario suele ser sinónimo de inflación importada para el Viejo Continente, ante el encarecimiento de las compras de materias primas como el petróleo o el gas, que se comercializan en dólares en el mercado internacional. «Nuestras conversaciones con inversores sugieren que a la mayoría les resulta difícil prever tres recortes del BCE este año sin que la Fed señale un primero a finales del ejercicio», indica Rubén Segura-Cayuela, economista de Bank of America. Sin embargo, considera que este discurso puede cambiar según evolucione el tipo de cambio que, a su juicio, tendría que moverse por debajo de 1,02 o 1,03 dólares para que la senda del BCE estuviera en peligro. «Es poco probable que esto ocurra, incluso con una Fed en espera», añade.
El panorama podría, no obstante, complicarse con las elecciones de EE UU en el horizonte. La presión que llega desde dos frentes: por un lado, el Partido Demócrata, que lleva tiempo instando a la rebaja de tipos para estimular la economía. Por otro, el Republicano, con Donald Trump recrudeciendo las críticas hacia Powell -cuyo mandato expira en el 2026-, acusándole incluso de usar la política monetaria para «ayudar» a Joe Biden a mantenerse al frente de la la Casa Blanca.