«Nunca había cogido una radial o una máquina de soldar, pero me gusta»

f. fernández FERROL / LA VOZ

ECONOMÍA

JOSE PARDO

Cinco mujeres se forman en soldadura de arco sumergido con Windar

15 dic 2024 . Actualizado a las 13:09 h.

«Como soy menudita, mi padre al principio era un poco escéptico,eu non te vexo aí', me decía, pero ahora le mando fotos de lo que hago y alucina», cuenta Rebeca Fernández Castro, que, a sus 34 años, ha decidido hacerse soldadora. Pero no una soldadora cualquiera, sino especialista en arco sumergido, un tipo muy específico para unir piezas de eólica marina. Rebeca es una de las cinco mujeres que están aprendiendo ese oficio en un curso organizado por Windar, socia de Navantia en el negocio de las cimentaciones para parques eólicos marinos, que fabrican en el astillero de Fene. Bruno Corcoba, responsable de la compañía asturiana en la factoría de la ría de Ferrol, explica que, de los cinco cursos que han realizado, este es el que cuenta con más mujeres como alumnas. Son cinco en un grupo de doce aprendices. «Parece que las chicas se están animando, ahora tenemos muy poquitas mujeres, una docena en el taller, pero queremos tener más porque son muy buenas trabajadoras», subraya Corcoba.

Windar, como otras compañías de la comarca, apuesta por formar a su propio personal para completar su plantilla. De los 450 operarios que tiene en nómina en el astillero, setenta son soldadores de arco sumergido, «el perfil más demandado para nuestra fábrica de monopilotes». En la actualidad, todos esos puestos están cubiertos, con personal propio y también de subcontratas, «pero la idea es formar personal propio y tener más soldadores locales», explica el responsable.

Windar organiza al año entre dos y tres cursos, de tres meses de duración, y «en torno al 80% de los alumnos se quedan y entran en plantilla en la fábrica».

Hiperespecializados

Ser soldador de arco sumergido es un oficio hiperespecializado en el que se trabaja con máquinas enormes en el suelo «y en otras, a doce metros de altura o más porque los tubos miden eso», aclara Corcoba.

Las cinco alumnas que están aprendiendo a soldar piezas eólicas, en realidad, ya no son chicas, ya son mujeres hechas y derechas. La más joven es Rebeca. Esta ferrolana de 34 años trabajó toda su vida como dependienta y últimamente entró como operaria en una fábrica de alimentación. «La ETT me ofreció esta oportunidad y me pareció algo nuevo, estable, con futuro, y pensé ‘por qué no', aunque nunca pensé en ser soldadora de torres eólicas, pero muy bien», valora.

Iria Ferreiro también es de Ferrol y tiene 41 años, veinte de ellos como trabajadora de artes gráficas. Ahora, «me veo trabajando en las torres», admite, al tiempo que confiesa estar «supercontenta, supermotivada, me está gustando mucho». En su casa la empujaron a hacerse soldadora: «Soy bastante manitas, me encanta hacer de todo y me animaron desde el minuto uno».

Cecilia Canosa Piñeiro también tiene 41 años. Tras media vida trabajando en la hostelería, «tenía muchas ganas de salir de ella, estaba un poco quemada por los horarios, cuando la gente libra tú tienes que ir a trabajar, y esto me pareció muy interesante, con mucho futuro y estabilidad», destaca.

Cecilia aclara que aprender soldadura de arco sumergido «no es tan difícil como pensaba al principio, hay que ponerle muchas ganas y nosotras las tenemos y los profesores tienen muchísima paciencia». Eso sí, «es algo muy nuevo, yo nunca en la vida había cogido una radial ni una máquina de soldar, pero me parece súper interesante y me gusta».

Buena parte de la familia de Cecilia trabaja en el sector naval. Es la única de las cinco con antecedentes.

Evelyn Candel Torres, de 35 años, ejerció como camarera, estuvo en una fábrica y en una gasolinera. «Unos amigos me hablaron de este curso y me animé, las mujeres también tenemos la oportunidad de meternos en el mundo del naval, valemos tanto como los hombres», proclama, aunque reconoce que «me asustaba que no nos aceptasen en un mundo tan masculino, pero creo que sí, me gustaría quedarme en Windar». Evelyn concluye que «una vez que te pones lo haces, si tienes ganas y ánimo, lo puede hacer cualquier mujer perfectamente».

La quinta futura soldadora es Jennifer Prieto Silva, de 37 años y de Ferrol. «Trabajaba en una fábrica de pescado en Bergondo, pero una amiga que estuvo en el anterior curso nos animó, ahora está contentísima trabajando en el astillero».