La maestra y el coronel

Jose Antonio Chain Perez CORONEL DEL EJÉRCITO

EDUCACIÓN

10 sep 2025 . Actualizado a las 11:36 h.

«Cumplir el sagrado deber que Dios y la Patria me imparten» fueron las palabras que mi abuela, Amparo Beleda (A Coruña, 16 de agosto de 1899), con escasos veinte años, escribió en su diario profesional el 17 de septiembre de 1923 al llegar a la escuela de A Laxe armada de cuadernos, libros, ideas, una vocación casi sacerdotal y una fe inquebrantable en el conocimiento como motor de progreso. No era militar, por supuesto; era maestra. Pero esa declaración refleja la forma en que entendía su vocación: con disciplina, honor y un profundo sentido del deber; se sentía obligada porque concebía la enseñanza como una responsabilidad seria, estructurada y trascendente, y se impuso la misión de elevar, guiar, exigir. Ser maestra rural era mucho más que enseñar a leer. Hoy, como coronel del Ejército, guardo ese texto junto a mi bastón de mando. No por nostalgia, sino por respeto y por herencia.

Para ella, la cultura era un bien sagrado. Llevaba periódicos al aula, hablaba de historia, de actualidad, de urbanidad. Veía en cada alumno una posibilidad de redención social a través del conocimiento. Mi abuela llegó a la aldea con una convicción firme: que la educación podía transformar realidades. En su concepción del mundo, la ignorancia era una forma de esclavitud, y la escuela, el primer escalón hacia la libertad.

Su ideología no encaja en moldes simplistas. Fue republicana, sí, pero también profundamente conservadora. Creía en la legalidad de la República como marco institucional, en el poder del Estado como garante de la educación pública y, al mismo tiempo, en los valores tradicionales como el esfuerzo. Nunca militó, pero enseñó con coherencia, con rigor y con la firme voluntad de formar ciudadanos libres, cultos y responsables.

En 1936 fue depurada. No por alzarse en armas, ni por adoctrinar, sino por pensar con libertad, por enseñar, por ser maestra. Dudaron de su ideología, pero no de su carácter. Siguió enseñando hasta su jubilación en Teixeiro, con la misma determinación con la que abrió aquel diario.

Soy coronel del Ejército. He hecho carrera bajo la bandera del deber, la lealtad y el compromiso con España. Pero nunca he olvidado que esas ideas —para mí— comenzaron en los cuadernos de mi abuela. Por eso, en mi despacho, sus palabras están junto a mi bastón de mando, porque su vocación también fue una forma de servicio. Y porque su legado no pertenece al pasado, sino a una línea de continuidad que sigo intentando honrar.