Debutar como director en un colegio rural: «Hay cursos en los que tenemos ocho alumnos por clase. Es un lujo»

EDUCACIÓN

Iker Sánchez, de 31 años, empieza este curso al frente del CPI Virxe de Cela, en Monfero, un concello que no llega a los 2.000 habitantes
28 sep 2025 . Actualizado a las 08:21 h.Esta no ha sido una vuelta al cole más para Iker Sánchez (Betanzos, 1994). No tiene pruebas pero tampoco dudas de que esta vez él tenía más nervios que muchos de los alumnos. Recién cumplidos los 31 años, este profesor se estrena como director del CPI Virxe de Cela, en Monfero, donde lleva ya cuatro cursos como docente. Ser la cabeza de este centro educativo, situado en un entorno rural, es un reto que Iker afronta con nervios, emoción y ganas a partes iguales.
Monfero no llega a los 2.000 habitantes y eso se traduce en las aulas. Se nota en el día a día del centro: «La colaboración con las familias es mucho más cercana y la comunicación, más fluida», cuenta el nuevo director. «Nos conocemos todos —continúa—, es como una gran familia y hay un gran sentimiento de comunidad». Por eso, Iker ha llegado para quedarse: «Estoy muy contento y no me planteo marcharme de aquí», deja claro.
Pero, sobre todo, el entorno en el que se encuentra el centro se nota en las cifras, con 187 alumnos en total, una clase por curso y ratios muy poco habituales: «En la mayoría de las clases hay entre 15 y 20 alumnos», explica Iker. «En cuarto de la ESO tenemos diez estudiantes y en primero de la ESO, trece. La clase más pequeña es tercero de la ESO, con ocho alumnos», añade. Iker define esta situación como «un lujo». «Nos permite dar una enseñanza mucho más individualizada y dedicarnos a cada estudiante», alega. La atención individualizada es su máxima: «Tienes que tener en cuenta las necesidades y características de cada alumno y eso requiere tiempo, más allá de nuestro horario», argumenta Iker.
«Tenemos una clase por curso y en la mayoría hay entre 15 y 20 alumnos»
Siempre tuvo claro que quería ser maestro de primaria y, con 23 años, Iker aprobaba la oposición y se convertía en funcionario. Después de pasar por varios centros de la provincia de A Coruña, Monfero llegó como destino definitivo cuando tenía 28 años. Fue profesor del CPI Virxe de Cela primero, jefe de estudios después y, ahora, compagina su puesto de director con su labor como tutor de sexto de primaria.
Llegó al cargo a través de lo que se conoce como un «nombramiento accidental», al marcharse del puesto la profesora que lo ejercía hasta este curso, aunque Iker no esconde que la labor siempre le llamó la atención: «Creo que, cuando estamos en un claustro, criticamos muchas veces las medidas o las decisiones que se toman en el equipo directivo. Por eso, me parecía que había que formar parte del él para poder opinar», argumenta. Por eso, no lo dudó cuando le propusieron formar parte del equipo, primero, y encabezarlo después. Y el recibimiento no ha defraudado: «Estoy muy agradecido porque, en general los profesores me transmitieron confianza y la mayoría de familias me han dado la enhorabuena», dice.
Jornadas completas
Si algo va a echar de menos Iker de su vida antes de ser director es «el tiempo libre». Ahora, lo de llevarse el trabajo a casa se ha convertido en un hábito. «En el horario que paso en el colegio me da tiempo a hacer todas las tareas de dirección, pero la parte que tengo que dedicar a mi tutoría, como planificar las clases o corregir lo que les mando hacer, son tareas que me llevo para casa», explica.
En esta línea, quiere desmentir mitos que en ocasiones, rodean a la figura del docente: «Ser maestro no es un trabajo que termine con tu horario. Un buen profesor trabaja por las tardes y cuando se acercan épocas de mucho trabajo, como las jornadas de evaluación, incluso fines de semana», defiende. Sus tardes son, precisamente, lo que más ha cambiado: «Antes eran más libres. El resto del profesorado se va, pero yo me quedo para temas de documentación: presentar proyectos, hacer memorias,...», explica.
« Un buen profesor trabaja por las tardes»
Sus jornadas están marcados por el ritmo diario de la escuela: «Al final, el director tiene que estar presente en todo», explica Iker. El transporte es el primer servicio al que hay que atender: «Los autobuses empiezan a llegar a las 9.30, a esa hora ya estoy allí para asegurarme de que todo vaya bien», relata. El resto de la mañana la reparte entre las aulas y el despacho. A sus alumnos de sexto de primaria les imparte matemáticas, ciencias sociales y ciencias naturales y el resto de horas las dedica a traes de dirección.
Luego, llega la hora del comedor: «De 14.45 a 15.30 es cuando el alumnado come y yo estoy presente para supervisarlo», explica. La alimentación es otra de las áreas en las que Iker quiere que la atención sea lo más individualizada posible: «Este año conseguimos introducir una nutricionista en el comedor escolar, para supervisar que los menús sean equilibrados y que también envía propuestas de cenas a las familias», explica.
«Tenemos una nutricionista que elabora los menús del comedor y envía propuestas de cena a las familias»
Ese era uno de sus grandes objetivos. El otro, que en el tiempo de ocio también haya espacio para todos. «Actualmente, la gran parte del patio la usa el alumnado que juega al fútbol. Queremos reformarlo y conseguir zonas dinámicas, que tengan diferentes áreas para diferentes juegos», explica Iker.