Alfonso Rueda, el heredero que entra con nota en el club de las baronías del PP
ELECCIONES GALLEGAS 18F
Se inició en la política en un monasterio, siguiendo el legado de su padre, y mantiene para los populares una comunidad clave renovando la mayoría absoluta
19 feb 2024 . Actualizado a las 01:05 h.Alfonso Rueda Valenzuela (Pontevedra, 1968) se bautizó políticamente en el monasterio de Poio. Ni uno solo de los 350 compromisarios reunidos en el cenobio benedictino en un fin de semana de otoño de 1994 se opuso a que el joven de 26 años, repeinado, trajeado y con corbata que les había hablado de la necesidad de ser más solidarios, defender el medio ambiente y luchar contra el narcotráfico se convirtiese en presidente de Nuevas Generaciones de Pontevedra. Dos años más tarde sumaba a su currículo la primera línea en el apartado de cargos institucionales, al acceder como concejal a la corporación municipal de Pontevedra. Hoy, tres décadas después, abre el capítulo de mayor peso en su biografía, el de presidente de la Xunta, esta vez, por voluntad de las urnas: de heredero por obra de Alberto Núñez Feijoo a jefe del Gobierno autónomo por méritos electorales, alcanzando la meta con nota: otra mayoría absoluta. Entra así en el club de las baronías del PP en el que están solo él, Isabel Díaz Ayuso, Juan Manuel Moreno Bonilla y la al alcanzada por la riojana Concha Andreu que cedió el año pasado el puesto a Gonzalo Capellán, siendo los cuatro presidentes autonómicos que gobiernan sin necesidad de pactos ni más votos que los de su partido.
Aquella carrera de joven edil apenas duró cuatro meses. Tras sustituir en la corporación al mítico José Rivas Fontán que se convertía en diputado, Alfonso Rueda, que entonces se presentaba como «de Valenzuela» —intercalando la preposición entre sus dos apellidos—, tuvo que apearse del cargo al entrar en vigor la Lei de Incompatibilidades dos membros da Xunta de Galicia e altos cargos da Administración autonómica. Las Xuventudes Socialistas habían pedido que el alcalde pontevedrés del PP le diera a él la concejalía de Juventud, pero la propuesta de la oposición no cuajó y Rueda se decantó por la asesoría que ya prestaba a Xesús Palmou, conselleiro de Xustiza con Manuel Fraga. Palmou le haría poco después su jefe de gabinete, acabando de afianzar una afinidad cuya primera piedra fue el tándem que hizo con Carlos Palmou, hijo del conselleiro al que había elegido para ser su vicepresidente en Nuevas Generaciones.
Los apellidos Rueda y Valenzuela no eran, en todo caso, ajenos a la vida política de Pontevedra. Su padre, José Antonio Rueda Crespo, fue primero jefe provincial del Instituto Nacional de Reforma y Desarrollo Agrario en Pontevedra, y después jefe del servicio de Costas en la misma provincia. Antes había sido concejal de Alianza Popular en Silleda y senador y vicepresidente de la Diputación pontevedresa con Mariano Rajoy.
El tío abuelo galleguista represaliado
Y si la rama de los Rueda lo ubicaba en el mapa político gallego —aunque en realidad su padre fuera originario de Jaén—, el apellido Valenzuela le da al presidente gallego un pedigrí que no suele sacar a relucir. Ramón de Valenzuela, tío-abuelo del mandatario popular, fue un activo escritor y político gallego fallecido en 1980, miembro del Partido Galeguista, encarcelado, torturado y huido en la Guerra Civil, enrolado en Solidaridade Galega Antifeixista e internado primero en el campo de concentración francés de Argelès antes de exiliarse en Argentina y regresar con la Transición a España, llegando a ser candidato del Partido Comunista a las elecciones generales de 1977.
Antes que el renovado presidente, otro Valenzuela de la familia, Fernando Garrido Valenzuela, ya puso un pie en la Xunta como conselleiro de Agricultura en 1984 con Fernández Albor.
En la carrera política de Alfonso Rueda, Xesús Palmou, afinó su ojo clínico de inspector jefe de la Policía cuando a finales del 2005 Alberto Núñez Feijoo le pidió nombres para ocupar la secretaría general del PPdeG, que no estuviesen significados con los clanes territoriales del partido y las baronías que se habían ido construyendo a la sombra de Manuel Fraga. El nombre de Alfonso Rueda fue el único Palmou le dio a Feijoo. «Ese puede ser tu hombre», le dijo.
El ahora presidente del PP nacional le hizo un casting en persona en el vestíbulo del hotel NH de Vigo. Le pidió dedicación plena al partido y la vista puesta en las elecciones del 2009. Le convenció para que aparcase sus planes de opositar a la escala superior de secretarios de ayuntamiento, aunque en esto no le hizo caso (acabaría haciendo y obteniendo la sexta mejor nota de España de su promoción).
En realidad, la primera idea de Rueda era convertirse en médico, como su padrino, y de hecho estudió bachillerato de ciencias. Pero se dio cuenta de que no tenía vocación. Tampoco para hacer derecho, pero era lo que más pegaba a su perfil. «No era ningún campeón de las salidas nocturnas» en Santiago, llegó a confesar sobre su etapa universitaria. Era más de náuticos y jersey colgado sobre los hombros y paseos por la ligoteca de la facultad de Derecho. Allí, entre libros y apuntes, divisó a la viguesa Marta Coloret, desde entonces su pareja y madre de sus dos hijas Beatriz y Marta.
De la experiencia profesional que aprendió más fue de llamar al timbre de las casas. Una detrás de otra, «a puerta fría» para intentar vender en 1991 fondos de inversión de una filial del Banco Santander. Desde un call center escogía con llamadas los domicilios más factibles de tentar con promesas de altas rentabilidades. Pero pocas veces conseguía colocar el discurso sin que le colgasen. Así que se lanzó a puerta abierta a por la comisión y, sin saberlo, a acumular un conocimiento social que le ha dado herramientas para paliar una timidez que confiesa haber ido reduciendo a base de tablas.
La secretaría de los ayuntamientos de Bueu, Cervantes, Cambados y A Cañiza han sido escenario de su paso. Marín es el destino definitivo de su plaza, la que le espera por si un día deja la política, o la política le deja a él. Un seguro de vida que le recomendó su padre, que le intentó convencerle de que no siguiese sus pasos. Le transmitió el sentimiento trágico de la política, los sinsabores que generan sentirse defraudado personalmente, las peleas y represalias y el costoso camino por una Coalición Galega en la que entonces militaba y que encaraba su epílogo. CG, que obtuvo dos parlamentarios, fue precisamente en 1989 el primer partido al que votó Alfonso Rueda. Ya no volvería a escoger después ninguna otra papeleta que no fuera la del PP, la que él mismo llevó junto con Feijoo a un éxito impensable en el 2009, arrebatando al PSdeG y al BNG la posibilidad de consolidarse. Aquel gesto les llevó a un escenario que al final de esta nueva legislatura les supondrá no tocar poder autonómico durante casi dos décadas, y seguir triturando líderes de la oposición mientras la nueva mayoría absoluta consolida a Alfonso Rueda.